Círculo de lectores. Raquel Jimeno

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Círculo de lectores - Raquel Jimeno Scripta Manent

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entre los clubes que estaban surgiendo durante estos años cabe destacar, por sus paralelismos con Círculo, la fundación de The Folio Society en 1947. Este club se especializó en ediciones exclusivas o reimpresiones en las que se priorizaba la calidad de impresión y encuadernación y a las que, en ocasiones, se adjuntaban ilustraciones y traducciones originales, como veremos que también haría, en su caso, el club español. Debido a esta política, no había descuentos en esas ediciones, que solo podían ser adquiridas por los socios, a diferencia de Círculo, que mantuvo una política de acercar el arte a sus suscriptores a través de ediciones ilustradas que aunaban la calidad artística y material con un precio lo más económico posible. Al conocer de antemano la demanda de una edición, no existían problemas con los excedentes. El número de socios de The Folio Society se mantuvo en constante crecimiento desde que el club comenzó su andadura, que continúa en la actualidad.

      A partir de 1963, las regulaciones sobre los clubes del libro se relajaron, al permitirse que algunas de las publicaciones pudieran salir al mercado de manera simultánea a las ediciones originales. Existía, además, una dura competencia en la publicidad, así como la que supuso la mejora del sistema de bibliotecas públicas y el auge de la edición de bolsillo, cuyo tiempo de salida respecto de la edición normal se había reducido. A pesar de que esta medida contravenía las regulaciones acordadas para los clubes, y de la oposición de los libreros, la política de ediciones simultáneas se extendió rápidamente entre los clubes.

      The Literary Guild, importado desde los Estados Unidos en 1968, fue el primero en tener licencia para publicar en simultáneo estas ediciones. Este club y el también estadounidense Book-of-the-Month Club siguieron la costumbre de ofrecer una comisión a aquellos libreros que consiguieran para ellos nuevos socios. Se establecía, así, una diferenciación entre los clubes del libro cuya oferta se basaba en reimpresiones de ediciones anteriores (por lo común con una calidad y un precio más bajos) y aquellos que publicaban su edición al mismo tiempo que la publicación original. Generalmente, los segundos exigían la compra de tres o cuatro libros el primer año, mientras que los primeros establecieron que sería un libro al mes durante seis meses (Byrne, 1979: 23). Veremos que Círculo de Lectores, en su momento, mezclaría ambos elementos en su política editorial, al aunar reimpresiones y ediciones originales prácticamente simultáneas a la original, lo que incidía en la calidad material del ejemplar, sin que ello menoscabe los precios económicos que buscaban ofrecer.

      Finalmente, concluiremos los párrafos dedicados a Gran Bre­taña haciendo mención a The Leisure Circle, club del libro británico fundado en 1977 y perteneciente al grupo alemán Bertelsmann, cuyo proceso de expansión internacional se había iniciado en 1962 con Círculo de Lectores. La infraestructura de clubes del libro sólidamente asentada en el país no fue obviada por la empresa alemana que, en este caso, no empleó métodos utilizados en otros países, como la difusión puerta a puerta o la creación de una cadena de librerías paralelas, sino que efectuó la mayor parte de su inversión en publicidad. Esta parece haber dado resultado, ya que The Leisure Circle es uno de los clubes que mayor éxito han obtenido en Gran Bretaña durante las últimas décadas.

      En cuanto a Francia, los clubes del libro comenzaron a desarrollarse en el territorio galo desde el final de la Segunda Guerra Mundial, tras su implantación en Alemania, los Estados Unidos, Suiza e Inglaterra, en el habitual ambiente de inquietud y recelo por parte del sector editorial. Según Cerisier, esta primera etapa de los años cincuenta se caracterizó por la experimentación de los editores tradicionales con la venta directa bajo la forma de club, precisamente como reacción ante esta sensación de amenaza por la irrupción de una fórmula que trataron de aprovechar en beneficio propio (2000: 12). Algunos de los más destacados clubes del libro, como el Club Français du Livre o La Guilde du Livre (asentado en la Suiza francófona), se inspiraron directamente en las técnicas de venta de los clubes americanos, cuya presencia estaba también asegurada por el control de filiales francesas, como Sélection du Livre o Time Life (Fouché, 1998: 119).

      Se considera a la Sélection Sequana el primer club del libro francés, fundado en 1924, por René Julliard y Louis Mouilleseaux, quienes crearon un comité de lectura encargado de elegir la lista de libros que se ofertaría a los abonados. Sin embargo, como ya hemos dicho, la mayoría de los clubes del libro franceses se fundarían tras la Segunda Guerra Mundial. Uno de los más antiguos y relevantes sería el Club Français du Livre, creado en 1947 por Jean-Paul Lhopital y Stéphane Aubry. De los 14.000 socios iniciales, en diez años consiguió llegar a los 300.000, por lo que en aquella misma época se dio una proliferación de fórmulas similares, en busca de su mismo éxito: el Cercle du Bibliophile, el Club du Livre du Mois (fundado en 1949 por Louis Guérin y Claude Tchou) o el Club de L’Honnête Homme (1958-1994).

      Las librerías, temerosas de la competencia, lanzaron a su vez el Club des Libraires de France (1953-1966) y el Libre-club du Li­braire (1945-1975). Según Parinet, estos primeros clubes trataban de ofrecer a un público de jóvenes profesionales, que deseaban construir su propia biblioteca, una selección de obras de calidad y ampliamente conocidas, con una presentación que cuidaba todos los aspectos materiales del libro (tipografía, formato, ilustraciones, portada) y una concepción gráfica unitaria e individualizada para cada ejemplar, de ahí la variedad visual y la calidad artística, a cargo de grafistas como Pierre Faucheux para el Club Français du Livre y posteriormente para el Club des Libraires de France; Jacques Darche y Jean Daniel para el Club Français du Livre, o Massin para el Club du Meilleur Livre (2004: 391-392).

      Fundado en 1952, el Club du Meilleur Livre siguió el modelo de La Guilde du Livre: reclutar representantes, llamados légués culturels, encargados de promocionar las ventajas del club, buscar nuevos clientes y organizar grupos de animación, que quedaban bajo la responsabilidad de socios activos, llamados correspondants. Estos délégués disponían de un salario fijo, además del pago de los gastos ocasionados por sus desplazamientos y actividades, y puede observarse una relación directa con los llamados promotores de Círculo.

      El éxito inicial de los clubes del libro franceses disminuyó a partir de mediados de los años sesenta. Según Parinet, esto fue a consecuencia de la difusión del libro de bolsillo (que en su momento también afectaría a Círculo en el caso de España), así como de la adopción, por parte de las editoriales, de las innovaciones gráficas que los clubes habían aportado, al quedar demostrado su poder de atracción sobre el público (2004: 393). Además, dado el volumen alcanzado por los principales clubes, se hizo necesario un cambio de planteamientos al entender que, si se pretendía conquistar un nuevo público y hacer entrar al libro dentro de un consumo de masas, era necesaria una mayor especialización y el desarrollo de técnicas comerciales, con las consiguientes infraestructuras logísticas e inversiones financieras (Cerisier, 2000: 22). Por ello, estos clubes comenzaron a asociarse con grandes grupos del sector, como Hachette.

      También a finales de los años sesenta, y tras el éxito obtenido con los clubes del libro en Alemania, el grupo editorial Bertelsmann comenzó a extenderse por otros países de Europa (Gran Bretaña, Italia, Países Bajos, y también España, como veremos más detalladamente con el caso concreto de Círculo de Lectores). En Francia, buscó asociarse con algún grupo que dispusiera de los derechos de reproducción de un número importante de títulos que ya hubieran tenido éxito de público, con lo que pretendía seguir la fórmula puesta en marcha en Alemania, de venta por correspondencia de obras ya publicadas y comercializadas en librerías (Fouché, 1998: 131). Finalmente se asociaría con la editorial Presses de la Cité, partiendo de un reparto de beneficios del 50 %.

      Durante los años setenta, la función de los clubes se centró en

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