Círculo de lectores. Raquel Jimeno

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Círculo de lectores - Raquel Jimeno Scripta Manent

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cultura y genera sus propias convenciones culturales” (cit. en Burke, 2005: 77). Así, estos campos de producción cultural se organizarían “según un principio de diferenciación que no es más que la distancia objetiva y subjetiva de las empresas de producción cultural respecto al mercado y a la demanda expresada o tácita, ya que las estrategias de los productores se reparten entre los límites que, de hecho, no se alcanzan nunca, la subordinación total y cínica a la demanda y la independencia absoluta respecto al mercado y sus exigencias” (Bourdieu, 2002: 213-214). Por otro lado, Bourdieu considera capital no solo a aquellos elementos materiales, de infraestructura o intercambiables que implican riqueza, sino que concibe la idea de capital simbólico (prestigio artístico inmaterial) como aquel que se opone y complementa al capital económico; ambos se hallan en la naturaleza de los productos culturales, mediante los que contribuyen a crear un poder social. De esta manera, el campo artístico, el literario y cualquier otro de los campos culturales es el resultado de un equilibrio continuo entre tensiones resultantes de la competencia de los diversos agentes e intereses.

      Por último, en relación también con unos planteamientos teóricos que parten del estructuralismo, pero que han sido progresivamente ampliados y enriquecidos, cabe destacar la labor del historiador israelí Itamar Even-Zohar. Con la teoría de los polisistemas, Even-Zohar se propuso argumentar que la literatura –y, por extensión, el arte– no debe estudiarse como una actividad aislada, sino integrada en un conjunto en el que también se incluya cualquier fenómeno que la condicione. Esta integración de elementos particulares en otros más amplios es válida tanto para el proceso de producción, distribución y recepción que sigue el libro como para englobar el polisistema literario dentro del polisistema cultural:

      La concepción de la literatura como una red de elementos interdependientes en la cual el papel específico de cada elemento viene determinado por su relación frente a los demás. Bajo esta perspectiva, que podemos denominar “funcional”, se intenta dar cuenta de todos los factores que conforman el sistema literario, así como de las distintas actividades y procesos sociales que en él tienen lugar. (cit. en Iglesias, 1999: 9)

      El estudio de elementos culturales entendidos como sistema contribuye, así, a visualizarlos de manera que se trascienda su concepción como un mero repertorio de datos, poniendo el énfasis en las relaciones que se establecen entre dichos elementos. En el caso de Círculo de Lectores, trataremos de ver, a lo largo de los siguientes capítulos, de qué manera los factores externos, tanto económicos –propios de toda empresa sometida a las leyes del mercado– como sociales y culturales, interactúan con el proceso de legitimación política y cultural inicial del club y, más adelante, a partir de la llegada de Hans Meinke, con la conformación de una red de intelectuales, escritores y artistas que consolidan la identidad colectiva de socios y colaboradores, así como la repercusión cultural de los proyectos emprendidos.

      Esta innovación en el panorama editorial que implica el nacimiento de los clubes del libro comerciales no surge, como es obvio, de la nada, sino que parte de una serie de precedentes: por un lado, los nuevos espacios de sociabilidad y acceso a la lectura que comenzaron a darse a partir de la Ilustración en el campo cultural, propiciadores del intercambio de inquietudes intelectuales y literarias, a la vez que prescriptivos con las lecturas compartidas por sus miembros, y que se erigieron en centros aglutinantes de capital político y simbólico. Por otro lado, las bibliotecas circulantes y los gabinetes de lectura, creados en el siglo XIX con el fin de facilitar el acceso a los libros a aquella parte de la población que no podía costearse la compra de ejemplares, conllevaron asimismo el surgimiento de espacios comunitarios donde comentar lecturas e intercambiar opiniones. Estas formas de acceso a la lectura entrarían en declive con la difusión de nuevos formatos, como el folletín y la novela por entregas, los que, bajo la influencia de la prensa periódica, distribuyeron entre el público novelas que permitían el pago de manera fragmentada, así como la previsión de la demanda, lo cual favorecía tanto a los editores como a lectores. Por su parte, las colecciones de novelas cortas, surgidas a comienzos del siglo XX, promovieron un tipo de público lector en el que se buscaba, sobre todo, la fidelización, de la misma forma que harían los clubes del libro en su momento.

      Paralelamente, se desarrollaron durante el siglo XIX clubes de lectura con una estructura más definida, a modo de cooperativas que permitían la compra y el aprovechamiento de varios ejemplares, junto con la puesta en común de intereses artísticos y literarios. De ellos surgirían unos valores de comunidad que conllevaron, en algunos casos, un componente de lucha por los derechos sociales. Estos valores de comunidad serían empleados posteriormente por los clubes del libro como instrumento de fidelización y de difusión cultural. En el caso de Inglaterra, fue la bibliofilia la principal motivación que suscitó este tipo de asociaciones. Por su parte, en los Estados Unidos posteriores a la Guerra de Secesión, los clubes de lectura y los de mujeres negras en particular, como el Woman’s Era, serían empleados como herramienta de concientización y plataforma de reivindicación de derechos y mejoras sociales.

      El origen de los clubes del libro con función comercial es controvertido, ya que existe una polémica que discrepa entre un inicio alemán o estadounidense. Joel Berreman defiende su origen norteamericano y William Rose Benét afirma que Benjamin Franklin organizó la primera biblioteca por suscripción en las colonias en 1731, lo que constituye el antecedente del sistema de los clubes del libro actuales (cit. en Lee, 1958: 14).

      Por otro lado, la tesis del origen alemán está sustentada por numerosos autores. Puede considerarse como antecedente de los clubes del libro alemanes la Allgemeiner Verein für Deutsche Literatur, fundada en Berlín en 1873 bajo el patrocinio del duque Karl Alexander de Sajonia y el príncipe Georg de Prusia, con el fin de promover la literatura y el arte alemanes. Dirigida por Heinrich Albert Hofmann, se proponía ofrecer a sus socios un catálogo de obras de destacados autores nacionales en una edición de calidad y a un precio rebajado, a cambio de una cuota anual.

      Lo que es indiscutible es la importancia de la República de Weimar alemana para el desarrollo de dichos clubes, a consecuencia de la inflación y la crisis económica tras la Primera Guerra Mundial. Puede verse en las características de estos clubes el germen de los rasgos que posteriormente serían desarrollados por otros que surgirían en Alemania y en el resto del mundo: la exclusividad de las ediciones, el afán por la buena presentación de estas como marca de revalorización frente a otras en el mercado, el compromiso de compra obligatoria por parte de los socios, así como la distribución periódica de un boletín-catálogo. Según Françoise Richaudeau, la oferta de clubes como el Volksverband der Bücherfreunde (fundado en Berlín en 1919) o el Deutsche Hausbücherei (fundado en 1923) se basaba en un catálogo de ediciones originales o reediciones, de venta exclusiva para los socios, en el que se ponía un especial cuidado en la presentación de los libros, que se vendían a un precio más bajo que el de las librerías. Los socios se comprometían a comprar un número mínimo de libros durante un determinado período de tiempo (cit. en Fouché, 1998: 119).

      En 1924 se fundaron dos de los clubes que tendrían una mayor relevancia en el panorama alemán: Deutsche Buchgemeinschaft y Büchergilde Gutenberg. Ambos concedieron importancia a la factura material y a la buena presentación de los ejemplares, aunque el último nos interesa especialmente como precedente de la posterior labor de Círculo de Lectores en el terreno del libro ilustrado, ya que el Büchergilde Gutenberg se especializó en libros de arte e ilustración, con una continuidad de funcionamiento hasta el momento actual. Otro importante paralelismo con Círculo, en el que además el club español puede considerarse precedente y exportador del modelo, es el hecho de que, en 2002, el Büchergilde Gutenberg creó su propia editorial, Book Guild, con el fin de dar salida a su producción propia en el mercado general del libro, como había hecho Círculo con la editorial Galaxia Gutenberg en 1994.

      En

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