Círculo de lectores. Raquel Jimeno

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Círculo de lectores - Raquel Jimeno Scripta Manent

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y cinta de lectura), se comprenderá por qué Francisco Rico, director de una de las colecciones (clásicos españoles), se refería a la Biblioteca Universal como “una empresa disparatada, romántica, quijotesca, quiero decir, por consiguiente, admirable”.

      En los doscientos cuarenta volúmenes que suman las trece colecciones que llegaron a culminarse –de las dieciocho que de partida se proyectaron–, dormitan algunas ediciones singulares de gran valor, y un puñado de prólogos y de textos de presentación magistrales. El plan de la Biblioteca Universal era constituir un fondo permanente de colecciones de referencia que cualquier lector pudiera ir adquiriendo y completando en función de sus prioridades e intereses, con el horizonte de conformar, a lo largo del tiempo, una biblioteca esencial de amplio espectro. Era una estrategia de prolongado y muy ambicioso recorrido que apuntaba tanto a fidelizar a largo plazo al socio del club como a atraer a él a nuevos lectores. De hecho, la Biblioteca Universal era una biblioteca potencialmente infinita, interminable, dado que, una vez cumplido el primer programa de colecciones, admitía el agregado de otras nuevas. Su desarrollo suponía tensar las estructuras y las rutinas del club, cuya fórmula se basaba en el rápido agotamiento de las novedades presentadas cada dos meses. Por esta razón, el proyecto se topó con numerosas resistencias internas, con el escepticismo de una parte de la red comercial, más inclinada a habérselas con novedades de éxito, y languideció cuando ya no estuvo Hans Meinke para sostenerlo y promoverlo. Quedaron algunas colecciones sin realizar (entre ellas, una colección de poesía dirigida por Octavio Paz, fallecido en 1998), y al proyecto le faltó tiempo para consolidarse como lo que se proponía ser: una colección de referencia destinada a reactivarse e implementarse continuamente, para constituirse en una instancia canónica en el ámbito de la edición en lengua española.

      Casi al mismo tiempo en que se urdió la Biblioteca Universal se impulsó la línea de obras completas Opera Mundi, que aspiraba a competir en rigor y excelencia con las más afamadas líneas de obras completas de la edición europea, con vistas a constituirse a mediano plazo en un referente tan emblemático como lo es en Francia la Bibliothèque de La Pléiade, y a mejorar los muy estimables alcances que en su momento tuvo en todo el ámbito hispánico la serie de obras completas de la editorial Aguilar. A diferencia de la Biblioteca Universal, la línea de obras completas de Círculo de lectores se ideó, desde el primer momento, con vistas a que circulara también fuera del club, por el canal normal de librerías. Fue, por lo tanto, el mascarón de proa del sello Galaxia Gutenberg, creado por Hans Meinke en los años noventa para dar salida a las cada vez más numerosas ediciones singulares del club. Bajo la tutela de Hans Meinke, y luego de Joan Tarrida, se impulsaron en los años noventa y primeros años dos mil, con muy elevados parámetros de calidad, las obras completas de autores como Pío Baroja, Federico García Lorca, Pablo Neruda, Octavio Paz, Fiódor Dostoievski, Eugenio Montale, Vladimir Nabokov, Guillermo Cabrera Infante… Yo mismo me ocupé, en los años siguientes, de la edición de las obras completas de autores como Franz Kafka, Elias Canetti, Ramón Gómez de la Serna, Juan Carlos Onetti, Nicanor Parra, Miguel Delibes, realizadas todas sin regateo alguno a la hora de dotarlas de todos los recursos para su óptimo desarrollo y de cuantos equipamientos (apéndices, notas, índices, etc.) estimábamos convenientes para su adecuada lectura y consulta. Una labor de ambiciosísima envergadura, desarrollada sin apoyos institucionales y a despecho de la muy deficiente atención que, a mi juicio, le prestaron la mayoría de los agentes culturales que deberían de haberse comprometido con su éxito. Retrospectivamente, pienso que la ambición con que fue planeada la serie de obras completas de Círculo de Lectores y Galaxia Gutenberg, los elevados estándares de calidad con que fue programada, la excelencia de su diseño y de su producción material, desbordaban con mucho la deficiente realidad del mercado español del libro.

      De hecho, la iniciativa de impulsar una línea de obras completas como la que vengo describiendo admitía también ser calificada como una empresa “disparatada, romántica, quijotesca”. Y, sin embargo, la hicieron posible no solo el entusiasmo y la tenacidad, sino también el convencimiento y la determinación de quien, a pesar de todo, pensaba que había un hueco y un camino para emprenderla.

      Retrospectivamente, desde la altura del año 2020 en que escribo este prólogo, casi todos los proyectos en los que participé bajo el liderazgo de Hans Meinke y con el control técnico de Norbert Denkel se me antojan no tanto quiméricos como irrepetibles. Pertenecen a una época de la edición de libros aún reciente, pero definitivamente clausurada, de la que una experiencia como la de Círculo de Lectores ofrece un testimonio ejemplar, a la vez que singularísimo.

      A los numerosos méritos de presente trabajo de Raquel Jimeno hay que anteponer uno: el de haberlo realizado justo a tiempo, en unos momentos en que todavía era posible recabar muchas de las informaciones aquí volcadas, sobre las que se cernía la amenaza de quedar muy pronto borradas. Desgraciadamente, la desaparición de importantes archivos editoriales a consecuencia del cierre de algunos sellos o de su absorción por parte de otros, con los consiguientes extravíos y destrucciones que comportan los traslados de sede y las necesidades de “hacer espacio”, es un hecho calamitoso que sigue produciéndose a cada momento y que entraña no pocas veces la pérdida de materiales muy, muy valiosos.

      Círculo de Lectores no ha sido, en este sentido, una excepción, antes al contrario, y la investigación de Raquel Jimeno está llamada a preservar, al menos en parte, una memoria que de otro modo resultaría muy difícil reconstruir dentro de apenas unos años. Hubiera sido muy lamentable que de una aventura tan insólita como la que reflejan estas páginas no quedaran sino testimonios parciales y escasamente articulados, como el que proporciona el por otra parte muy valioso catálogo de la exposición “La pasión por el libro”, celebrada en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en 2002. Para la historia de la edición española, para el estudio de los comportamientos del lector y de los hábitos de lectura en España durante la segunda mitad del siglo XX, el conocimiento de la experiencia excepcional de Círculo de Lectores constituye una fuente imprescindible, tanto más relevante cuanto comúnmente desatendida. De hecho, pienso que lo que se cuenta en este libro debería ser materia poco menos que obligatoria en cualquier curso o máster de edición que se precie, dado que ofrece una visión muy peculiar y en definitiva bastante aleccionadora de los comportamientos de los lectores y, sobre todo, de otras posibilidades que en su momento se le plantearon al sistema editorial para evolucionar y ordenarse de modo distinto al que conocemos. Ojalá este trabajo se complemente con otros que estiren sus alcances y exhumen tantos datos aún por ordenar y cuantificar.

      Por otro lado, al dejar este trabajo fuera de su marco el tramo último de la singladura de Círculo de Lectores, el que desembocó en el desmantelamiento de su estructura comercial, queda pendiente examinar las razones de ese desmantelamiento y evaluar hasta qué punto fue, como pretendieron unos y otros, poco menos que inevitable.

      Parece evidente que no pocos de los ingredientes de la fórmula con que se ideó Círculo de Lectores habían ido quedando obsoletos conforme avanzaba el siglo XXI. Otra cosa es que no hubiera modo de renovarlos. Un burofax enviado por el Grupo Planeta a los agentes comerciales en noviembre de 2019 les ponía en conocimiento del fin de su relación mercantil con el grupo en los siguientes términos: “Como usted bien conoce, desde hace ya bastantes años, Círculo de Lectores se ha visto muy afectado por el cambio de hábitos de consumo de los ciudadanos derivados de la fuerte implantación de las nuevas tecnologías. Pese a que hemos intentado reconducir esta delicada situación con distintas medidas, lamentablemente nos vemos en la triste obligación de tener que desactivar la red comercial”.

      Algunas de esas medidas adoptadas –en particular las destinadas a adaptar la fórmula del club al nuevo paradigma digital– quedan apuntadas por Jimeno en este libro. Ninguna dio buen resultado, como no lo dio tampoco la de diversificar la oferta del Círculo, que ya antes había demostrado su peligrosidad. El caso es que, ya antes de que el Grupo Planeta se hiciera con el pleno control de Círculo, el Grupo Bertelsmann se había desentendido de las filiales del club en los Estados Unidos e Italia, entre otras, y el responsable de esa decisión, el español Fernando Carro, declaraba con este motivo que “a pesar de los intensos esfuerzos por desarrollar el modelo

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