Círculo de lectores. Raquel Jimeno

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Círculo de lectores - Raquel Jimeno Scripta Manent

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incrementado”.

      No estoy suficientemente preparado para discutir a fondo en este diagnóstico, a la luz del cual cabría pensar que la portentosa hazaña de Hans Meinke al frente de Círculo de Lectores en los años ochenta y noventa, cuando en la industria editorial y en los há­­bitos de los lectores ya habían empezado a producirse muchas transformaciones que se podían considerar letales para los clubes del libro, vendría a ser poco menos que el canto de cisne de una fórmula de negocio que estaba dando ya lo último de sí.

      Como testigo directo y partícipe de esa hazaña, y como observador atento de las derivas del mundo editorial, al que pertenezco desde hace más de tres décadas, me permito dudar de que así sea. Al hablar antes del progresivo socavamiento de la noción de público y su sustitución por la de mercado, he dicho que Círculo de Lectores ofreció una resistencia casi heroica a las transformaciones que implicaba el gradual sometimiento del mundo editorial a las dinámicas del neoliberalismo. Si algo me demostró la gestión de Meinke al frente del club es que esa resistencia, bien orientada, es capaz de dar lugar a resultados espectaculares: los que el mismo Meinke pudo poner sobre la mesa a la hora de abandonar la dirección del club, en 1997.

      El instinto de pertenencia sigue siendo uno de los impulsos básicos del ser humano, como no dejan de demostrar las redes sociales. La orfandad de criterio sigue siendo causa del desamparo en que muchos consumidores se hallan frente a una oferta cultural tan masiva como indiscriminada. La fórmula del club brinda la posibilidad de satisfacer ambas carencias, y no está ni mucho menos demostrado que el nuevo paradigma digital no pudiera ser aprovechado en su favor. Mi impresión es que a los responsables del club les faltó confianza en su modelo, les faltó convicción, también, y, sobre todo, imaginación. Precisamente, lo que parecía sobrar en los años en que colaboré con Hans Meinke y lo vi impulsar –no pocas veces frente a las dudas, las reservas, las cautelas, los temores, las reticencias de quienes lo rodeaban– iniciativas que luego se saldaron favorablemente, gracias no solo a la clarividencia, sino también al entusiasmo con que Meinke las promovió.

      Poco antes de que yo conociera personalmente a Hans Meinke, en 1989, este había operado un cambio muy importante en la maquinaria del club. A despecho de quienes, con todo tipo de alarmas, le pronosticaban una fuga masiva de socios, alteró la periodicidad de la revista y, consecuentemente, del compromiso de compra por parte del socio. Si hasta entonces era trimestral, en adelante sería bimestral. Es decir: en lugar de cuatro números al año, la revista iba a tener en adelante seis números, y seis iban a ser los pedidos anuales de los socios. La fuga anunciada no se cumplió, el club mantuvo su masa social y, de la noche a la mañana, la facturación se incrementó de manera sensible. El comportamiento de los socios respondió tan positivamente que, poco más adelante, el mismo Meinke subió la apuesta y decidió publicar cada año, con motivo de las Navidades, un número especial de la revista, con una oferta asimismo especial, lo que suponía siete números anuales, con sus siete pedidos correspondientes.

      Una operación de este tipo supone una extraordinaria confianza en el modelo del club, en el interés y en la calidad de su proyecto y de su oferta, y en los niveles de adhesión y de compromiso de sus socios. Supone, también, un cierto espíritu visionario y una capacidad de riesgo que, desdichadamente, iban a desaparecer por completo del Grupo Bertelsmann en relación con sus clubes del libro: apenas unos pocos años después, iba a empezar a deshacerse de ellos. La gran aventura editorial de Hans Meinke quedaría, en consecuencia, como una sorprendente excepción en la historia de los clubes del libro. Pero, por mi parte, tengo el convencimiento de que, antes que una excepción, fue una pauta a seguir, y que lo que abocó a Círculo de Lectores a su –de momento– parcial desmantelamiento fue la ausencia de un relevo a la altura de Meinke, el impulso decisivo de un directivo más joven capaz de, sin renunciar a la condición esencial del club como proveedor de criterio e incentivador de la “pasión por los libros”, adaptarlo a los nuevos tiempos.

      Barcelona, julio de 2020

      1. Disponible en <www.vimeo.com/50991973>.

      2. “Necesitamos hacer que los libros sean cool de nuevo. Si vas a casa de alguien y no tiene libros, no te acuestes con él”. [N. de la E.]

      El surgimiento de los clubes del libro con vocación comercial a comienzos del siglo XX supuso un acontecimiento de importancia significativa para la evolución del mundo editorial, puesto que dichos clubes no solo rompían con el esquema tradicional en el proceso de producción, transmisión y recepción de un texto, sino que vinieron a cubrir un vacío cultural, al dirigirse inicialmente a un potencial público lector que, por diversos motivos, no podía acceder a los puntos de distribución habituales, como son librerías y bibliotecas. La creación de Círculo de Lectores en España durante 1962 no fue una excepción a esta premisa, ya que el club se orientó particularmente hacia la clase media que comenzaba a surgir en aquel momento, a raíz del incipiente desarrollo económico que experimentaba el país. Esta clase media veía en la cultura una oportunidad de mejora social y personal, por lo que Círculo de Lectores, a través de la comodidad de su sistema puerta a puerta y la selección previa de un catálogo, supuso el vínculo fundamental con la lectura para un gran número de familias.

      A lo largo de su historia, Círculo de Lectores empleó una serie de estrategias con el fin de crear una imagen sólida y un espíritu de club, del que se sintieran partícipes los socios y resultara atractivo para conseguir nuevas suscripciones, y lograr así una permanencia mayor del cliente. Estas estrategias de captación y fidelización, compartidas por gran parte de los clubes del libro de todo el mundo, pronto dejaron de perseguir en Círculo fines meramente comerciales, para aspirar, a partir de la llegada de Hans Meinke a la dirección del club desde 1981, a lo que es la característica definitoria del club y su mayor aporte editorial y social: la vocación cultural. En su propósito de dotar al club de una imagen y unos objetivos que buscasen una excelencia cultural no necesariamente reñida con la rentabilidad económica, Hans Meinke aglutinó en torno a sí a una red de artistas y escritores cuya vinculación con Círculo de Lectores no se limitaría a la realización de proyectos conjuntos, sino que sus opiniones y sugerencias fueron muy valoradas por el propio Meinke a la hora de tomar decisiones relativas a Círculo. Las ediciones resultantes de dichas colaboraciones son, por su calidad, un referente ineludible dentro del panorama de la edición española, a la vez que impulsaron notablemente, sobre todo desde la última parte de los años ochenta del siglo pasado, la producción del libro ilustrado en España.

      Para abordar un estudio como el que nos proponemos, compuesto por una amplia diversidad de aspectos que abarcan varias disciplinas (historia, filología, sociología, etc.), partiremos de los presupuestos teóricos propios de la llamada Historia Cultural. Sur­­gida en los años cincuenta del pasado siglo y revitalizada tres décadas después, ella trajo como consecuencia la conciencia de interdisciplinariedad dentro de los estudios históricos, al abarcar el interés de los investigadores toda la gama de la actividad humana (Burke, 2000: 19). Dicha interdisciplinariedad será, por tanto, un punto de partida indispensable si queremos realizar un trabajo no sesgado, que tenga en cuenta la interacción de la totalidad de elementos que conforman el mundo del libro a través de la producción de textos e imágenes, sus condiciones de distribución y la recepción de un público lector. Así, según Roger Chartier, “el historiador debe poder asociar en un mismo proyecto el estudio de la producción, de la transmisión y de la apropiación de los textos. Lo que significa vincular en una misma aproximación la crítica textual, la historia del libro y, más allá de lo impreso o de lo escrito, la historia de los públicos y de las recepciones” (2000: 19).

      Por su parte, resultan imprescindibles para la metodología de este trabajo los aportes del sociólogo francés Pierre Bourdieu, quien acuñó el concepto de campo de producción cultural

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