El fin del imperio cognitivo. Boaventura de Sousa Santos

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El fin del imperio cognitivo - Boaventura de Sousa Santos Estructuras y Procesos. Ciencias Sociales

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con la ignorancia de otras culturas sobre ciencia» (1999: 89)19. No hay criterios transhistóricos y transculturales que permitan definir la ciencia y distinguirla inequívocamente de otros tipos de saberes no científicos. En la India20 y en el mundo islámico21 ha habido discusiones al respecto dignas de mención. En el caso del mundo islámico, Alatas representa el intento más elocuente y sistemático de los últimos años de abordar la necesidad de una concepción alternativa de ciencia social que corresponda a las preocupaciones teóricas y filosóficas de las sociedades asiáticas. En palabras de Alatas: «He introducido el término ‘discursos alternativos’ como categoría que abarca el trabajo de varios autores de una gran variedad de disciplinas de las ciencias sociales, muchos de los cuales se interesan por la tarea de la liberación del colonialismo académico y por el problema de la irrelevancia de las ciencias sociales euroamericanas y, a su vez, han expresado la necesidad de crear condiciones para el surgimiento de ciencias sociales alternativas en las sociedades no occidentales» (2006a: 18). A continuación, me centraré en un ejemplo anterior, el de un notable practicante de la ciencia otra, Mahatma Gandhi.

      La concepción gandhiana de la ciencia

      Debido a su crítica de la civilización occidental moderna, Gandhi ha sido acusado de defender una posición anticiencia. Según Shambhu Prasad, este asunto no se ha abordado como es debido ni por sus seguidores ni por los analistas sociales de la filosofía y la práctica gandhianas22. En las siguientes observaciones adopto las perspectivas de Prasad y también de J. P. S. Uberoi y Shiv Visvanathan.

      Aldous Huxley fue de los primeros en etiquetar a Gandhi y al movimiento khadi como anticiencia:

      Los seguidores de Tolstói y Gandhi nos dicen que tenemos que «volver a la naturaleza», o sea, a abandonar completamente la ciencia y vivir como primitivos, o, en el mejor de los casos, al estilo de nuestros antepasados medievales. El problema de esta recomendación es que no la podemos seguir o, mejor dicho, podemos seguirla si estamos dispuestos a sacrificar por lo menos ocho o nueve millones de vidas humanas. La ciencia, en forma de industrialización y tecnología agrícola modernas, ha permitido que la población mundial se duplique en el espacio de cerca de tres generaciones […]. Tolstói y Gandhi son humanitaristas convencidos, pero abogan por la masacre, que, al compararla con las masacres de Tamerlán y de Gengis Kan, hace que estas parezcan triviales e imperceptibles (1933: 211).

      En el mismo campo, Nehru, al explicar la actitud de Gandhi sobre la ciencia, acaba por reforzar la división entre el llamado punto de vista personal de Gandhi y el punto de vista público del Congreso. Nehru establece una diferencia muy clara entre él mismo como hombre de ciencia y Gandhi como hombre de religión23.

      Partiendo del supuesto de que «la India como área de cultura no tendrá ningún lugar en el mundo del conocimiento, las ciencias y las artes si no empieza por desafiar el monopolio del método científico europeo establecido en los tiempos modernos», Uberoi concluye que «proponer esperar hasta convertirnos nosotros mismos en europeos no es la solución», y destaca que ve a Gandhi como alguien con una teoría y una práctica de la experiencia científica distintas y también con una explicación científica que presupone la igualdad entre el ser humano y la naturaleza (1984: 8). A su vez, Nandy defiende que Gandhi no se oponía a la tecnología en sí misma y sí al tecnologismo, una condición que creaba una relación jerárquica tanto entre quienes poseen la tecnología y los que no, como entre el ser humano y la naturaleza. Según Nandy, Gandhi valoraba la tecnología basándose en lo que sustituía, representaba y simbolizaba (1995), y no en lo que ella era. Visvanathan ve a Gandhi como uno de los mayores y más inventivos científicos de la era swadeshi. Para escapar del Occidente moderno, Gandhi tuvo que subvertir o transformar la ciencia, tanto de manera lúdica como política. Según Visvanathan, la ciencia gandhiana era una ciencia fluida de resistencia. En el cambio de la organización de la ciencia propuesto por Gandhi, el dinero no sería lo que la ciencia más necesitaría; en vez de los grandes laboratorios, habría ashrams y gurukuls de la ciencia (escuelas con un gurú residente) (1997: 231).

      En palabras de Gandhi: «La civilización moderna, lejos de haber proporcionado el bien más preciado a la humanidad, se olvidó de que sus principales gestas son las armas de destrucción masiva, el temible crecimiento del anarquismo, las disputas terribles entre capital y trabajo, y la crueldad diabólica y arbitraria perpetrada contra los animales vivos inocentes y sin voz en nombre de a lo que falsamente se llama ciencia» (1999a: 206). Así pues, «[el] alarde a propósito de los maravillosos descubrimientos de la ciencia, por mejores que sean en sí mismos, es, a fin de cuentas, un vano alarde» (1999b: 209). Estas citas muestran la posición tan firme sobre la ciencia que defendía Gandhi en los inicios de su vida pública. La expresión «a lo que falsamente se llama» indica la convicción de Gandhi de que la práctica científica prevaleciente tenía defectos, pero que estos no eran necesariamente intrínsecos a la indagación científica. Ni esa condición justificaba irremediablemente un rechazo absoluto. Se volvía necesario corregir el curso del emprendimiento científico24.

      Prasad destaca el hecho de que Gandhi pusiera a la ciencia en el contexto más amplio de la descolonización. Era de la opinión de que el científico también debería beneficiarse de la interacción con las colonias y sus sujetos. Sugería que la popularización de la ciencia no era una transposición lineal de conocimiento del especialista al no especialista en la materia, sino que debería constituir un esfuerzo colaborativo. Solo así la ciencia podría beneficiarse también de ese proceso25. Gandhi no veía razones para que la ciencia debiera estar inevitablemente vinculada a la idea de progreso o a la idea de naturaleza como recurso natural infinito. Afirmaba: «Los progresos materiales de la ciencia occidental nos dejan deslumbrados. No me apasiona ese progreso. De hecho, casi parece que Dios, en su sabiduría, evitó que la India siguiera esa dirección para poder cumplir la misión de resistir a la tentativa del materialismo»26.

      En varias partes de sus escritos, Gandhi se ve como un científico:

      Ahora pienso que la palabra «santo» se tendría que prohibir en la vida actual. Se trata de una palabra demasiado sagrada para que se aplique de forma ligera a cualquier persona, y mucho menos a alguien como yo, que solo busca humildemente la verdad, conoce sus limitaciones, comete errores, nunca duda a la hora de admitirlos cuando los comete y confiesa abiertamente que, al igual que un científico, se dedica a crear experiencias sobre algunas «verdades eternas» de la vida, pero no puede ni siquiera reclamar para él el estatuto de científico porque no es capaz de mostrar ninguna prueba tangible de la precisión científica de sus métodos ni resultados tangibles de sus experiencias que sean compatibles con lo que exige la ciencia moderna (1999c: 304).

      Siguiendo el camino recorrido por Gandhi, Uberoi defiende que «si acabamos entendiendo el problema intelectual intrínseco de la teoría y la praxis positivistas de la ciencia y de sus respectivos argumentos, lo que conlleva un diálogo con la teoría y la praxis nativas, tanto sin son las clásicas como las vernáculas, entonces la ciencia occidental moderna se reconstituirá por sí misma como algo nuevo en el proceso» (1978: 86). La idea de la búsqueda de una ciencia alternativa en vez de la actitud anticiencia surge claramente cuando, en 1921, en la inauguración del Tibbia College, en Delhi, Gandhi expuso su punto de vista sobre la medicina moderna y la medicina tradicional. El discurso empezó con su crítica radical, en su momento bien conocida, sobre la medicina moderna. Sin embargo, en el mismo discurso, Gandhi elogiaba el espíritu investigador de los científicos modernos y lanzaba a los médicos tradicionales el reto de que adoptaran una actitud semejante, en lugar de «seguir fórmulas no cuestionadas»:

      Me gustaría rendir un humilde homenaje al espíritu de investigación que estimula a los científicos modernos. Mi disputa no se centra en ese espíritu. Es más, me quejo del camino que ha seguido ese espíritu. Se ha dedicado sobre todo a la exploración de leyes y métodos que han propiciado la promoción meramente material de su clientela. Sin embargo, solo tengo elogios

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