El fin del imperio cognitivo. Boaventura de Sousa Santos

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El fin del imperio cognitivo - Boaventura de Sousa Santos Estructuras y Procesos. Ciencias Sociales

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a través de ellos y ellas, en un tipo de mediación que, lejos de ser neutral o transparente, es un espejo prismático, como un filtro creativo y transformador. Dichas situaciones no caben, en efecto, en la dicotomía individual/colectivo. Por otro lado, aunque los comparta un determinado grupo o comunidad, los conocimientos colectivos no son necesariamente comunes, puesto que no todos los miembros de los referidos grupos o comunidades los comprenden y los sancionan del mismo modo. Por el contrario, pueden surgir variaciones, énfasis diferentes e incluso conflictos interpretativos con especial intensidad en momentos de crisis o de cambio súbito o significativo28. El segundo tipo de autoría, la autoría de los superautores, engloba dos subtipos. Por un lado, los líderes de los movimientos y luchas que, debido a la ejemplaridad de sus trayectorias o a su posición política, dominan un tipo de conocimiento que les concede una autoridad especial. Ese protagonismo autoral es complejo, puesto que su naturaleza individualizada muchas veces es el resultado de laboriosos procesos de construcción colectiva de conocimiento. Los líderes de movimientos de liberación nacionales —como Mahatma Gandhi, Julius Nyerere, Kwame Nkrumah, Amílcar Cabral, José Rizal o José Martí— son ejemplos de individuos cuya trayectoria política les otorgó el estatuto de portavoces privilegiados de conocimiento colectivo. Por otro lado, están aquellos cuyos conocimientos son portadores de una autoridad especial en una determinada comunidad. Como he mencionado antes, ese es el caso de los sabios y las sabias, los y las sages que inspiraron al filósofo africano Odera Oruka a convertir su filosofía de la sagacidad en una de las más importantes vertientes de la filosofía africana29. Reconstruyendo de manera crítica y creativa la experiencia colectiva y la tradición oral del grupo, los sabios-filósofos conciben formas críticas y creativas de interpretar y transformar la realidad30. La siguiente frase del pensador africano Amadou Hampâté Bâ (1901-1991) está inspirada en estos sabios: «En África, cuando muere un anciano, arde una biblioteca» (Diagne, 2013: 69). La estructura-base de las relaciones entre lo individual y lo colectivo también es muy compleja. Desde el punto de vista de Oruka, los sabios-filósofos combinan un entendimiento profundo, muchas veces ancestral, de la tradición oral con una percepción individual que les permite adquirir una conciencia crítica frente a las perspectivas heredadas y, de este modo, crear nuevas perspectivas. Esas nuevas perspectivas siempre tienen un carácter doble de análisis y orientación, interpretación y ética. Los sabios-filósofos son traductores creativos de su propia cultura; al mismo tiempo, mantienen los pies bien firmes en el suelo ante las emergencias y las exigencias del presente, recurriendo de manera selectiva y pragmática a un pasado que es inagotable y solo parcialmente transparente.

       Escritura y oralidad

      El conocimiento científico es un conocimiento escrito divulgado por la escritura; esta es la condición indispensable para que se considere riguroso y monumental. Es riguroso porque proporciona una versión unívoca, la versión escrita presente en el texto, y escrita en una determinada lengua fijada por su origen; es monumental porque, como los monumentos, la escritura permanece y, por esa razón, se distancia de las prácticas diarias. Me refiero, evidentemente, a los textos y no a las interpretaciones, que varían y evolucionan, motivo por el cual las tradiciones escritas son menos rígidas que los textos escritos que constituyen la respectiva base. Sin embargo, en paralelo a los conocimientos escritos, hay conocimientos que se divulgan oralmente y que no tienen ninguna expresión escrita; en la mayoría de los contextos de la vida cotidiana, esos conocimientos orales constituyen enunciados y no textos. Si consideramos la totalidad del mundo como un paisaje de conocimientos escritos y orales, entendemos que los conocimientos orales son más comunes que los escritos, aunque tengan menos prestigio, en general por la sencilla razón de que los criterios predominantes de atribución de prestigio se establecen en contextos en los que prevalece el conocimiento escrito. El conocimiento oral no es necesariamente el conocimiento de personas analfabetas31. Y no es simple, ingenuo, de fácil acceso o no fiable en comparación con el conocimiento escrito. Es un saber con una lógica de producción y reproducción diferente.

      Para entender la diferencia, se ha propuesto una distinción entre literatura y oratura. El concepto de oratura, acuñado por el lingüista Pio Zirimu, tiene el objetivo de dar a la expresión oral el mismo estatuto que tiene la expresión escrita. Según Ngũgĩ wa Thiong’o, Zirimu concibe la oratura como algo más que literatura oral, como un sistema estético oral que dispensa la validación del canon literario (escrito). De hecho, la oratura entiende la literatura como derivativa, y frecuentemente encuentra sus fuentes en la literatura oral. La oratura posee su propio valor, a pesar de que la literatura escrita muchas veces se ha apropiado del conocimiento oral y lo ha tomado como materia prima para someterlo a sus criterios estéticos o epistemológicos. Lo cierto es que un gran número de productos culturales escritos tienen su raíz en la oratura. Es lo que sucede, como menciona Ngũgĩ wa Thiongo’o, en el caso de los épicos clásicos de cualquier cultura, puesto que «incluso cuando se registran por escrito, solo adquieren un carácter real cuando son dichos, en la narración oral»32.

      Hoy en día, la gente predominantemente formada en el marco del conocimiento escrito es tendencialmente incapaz de escuchar conocimientos no escritos. Incluso pueden oírlos cuando se expresan, pero en realidad no logran escucharlos. Esto significa que no entienden los silencios, aquello que está implícito en lo que efectivamente se dice, o aquello que solo puede decirse y nunca escribirse33. Desde el punto de vista del conocimiento escrito, la ausencia de una escucha profunda no constituye un problema; de hecho, es una condición para el refuerzo de la capacidad de distinguir el conocimiento relevante (escrito) del irrelevante (oral)34. Mutatis mutandis, si la oratura, al invertir las prácticas dominantes, sometiera a su propia lógica los textos escritos y los respectivos autores, revelaría los límites del rigor de estos últimos y contribuiría, así, a desmonumentalizarlos35. Seguiremos discutiendo este tema más adelante.

      La oratura tiene una dimensión performativa que no se encuentra en el conocimiento escrito36. Exige la presencia de un performer (un agente, un actor) y de un público, así como, como es obvio, de un espacio de performance, de presentación/representación, que puede ser una plaza, la calle, la sombra de un árbol, una iglesia o un autobús. Al transmitirse en copresencia, el conocimiento oral también es visual. Cuando se trata de conocimiento oral tradicional, su interpretación implica el conocimiento tanto de la tradición oral como de la tradición visual37. La transmisión del conocimiento oral puede incluir la danza, el teatro y la música. El escultor, poeta y contador de historias sudafricano Pitika Ntuli indica que la característica básica de la oratura es algo más que la fusión de todas las formas de arte: «La oratura es más que la fusión de todas las formas de arte. Es la concepción y la realidad de una perspectiva total de la vida. Es una cápsula de sentimiento, pensamiento, imaginación, gusto y oído. Es el flujo de un espíritu creativo […]. La oratura es el universo de expresión y de apreciación y una fusión de ambos en un individuo, en un grupo, en una comunidad» (1988: 215). Dentro de la misma lógica, Ngũgĩ wa Thiong’o explica que «la oratura no considera absolutas las fronteras entre la especificidad de la naturaleza y de la cultura o la educación» y considera que sus «elementos genéricos más importantes —adivinanzas, proverbios, historias, canciones, teatro y danza— son un intento imaginativo de explicar el universo» (2007: 6).

      La frontera entre el arte y el conocimiento oral es muchas veces difícil de determinar. ¿Cómo dar espacio a la performance en contextos en los que predominan los conocimientos no performativos y cómo valorar la presencia de conocimientos orales en contextos dominados por conocimientos escritos? Estos son los desafíos a los que se tienen que enfrentar las epistemologías del Sur. Estos desafíos no se deben ver como formas de reconciliar conocimientos pasados y presentes, modernos y tradicionales. Probablemente, tendrán una mejor base si se consideran teniendo en cuenta el futuro, puesto que la era de la electrónica y el espacio virtual creado por ella producen un regreso a la oralidad amplio y transformado; aquello que Ngũgĩ wa Thiongo’s (2007: 5) denomina cibertura: «Al igual que la naturaleza dio origen a la cultura, la cultura, a su vez dio origen a la cibercultura o cibertura (realidad virtual). La cibertura es

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