Economía política de los medios, la comunicación y la información en Colombia. Diego García Ramírez
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Para la economía política, lo importante es que, hasta el momento, la estructura de los medios en Colombia no ha cambiado sustancialmente, a pesar de la dinámica económica de las últimas décadas. En efecto, desde el estudio de Silva-Colmenares en 1977, pasando por su nueva versión del 2003, hasta la actualidad, permanecen prácticamente los mismos grupos controlando más o menos los mismos medios: el grupo Ardila Lülle y el grupo Bavaria. Las excepciones son Caracol Radio —ahora controlado por Prisa de España—, así como la Casa Editorial El Tiempo.
Como novedades, surge otra cadena radial del grupo Bavaria (Blu Radio) y, además, los dos grupos de medios que no tenían dependencia directa de un grupo económico pertenecen ahora a grupos financieros: Casa Editorial El Tiempo ahora pertenece al Grupo Aval y Publicaciones Semana ahora está unida al grupo Gilinski. Finalmente, otro nuevo elemento es que el primer lugar entre las industrias mediáticas, que hasta el año 2017 fue ocupado por Caracol TV, en el puesto 127 en la lista de las empresas más grandes por sus ventas, ahora es ocupado por DirecTV (“Las 100 empresas”, 2019). Esta, como se sabe, ya es una empresa del sector infocomunicacional y empieza a marcar una tendencia que analizaremos adelante.
Políticas de comunicación y cultura
Las políticas de comunicación y cultura son la forma de institucionalizar las dos relaciones anteriores (centro-periferia y capital-trabajo) bajo la síntesis que constituye la relación capital-Estado-mercado. Si la teoría del moderno sistema mundial nos mueve un poco de la versión unilateral —según la cual solo existe acción del imperio hacia los países dependientes y subdesarrollados— para llevarnos a una versión estructural de esa relación, la teoría de la regulación, por su parte, nos aparta un poco de la versión instrumental del Estado como aparato de dominación de una clase: nos sitúa en una relación también estructural entre capital y Estado, aunque muy dinámica, como lo muestra la larga historia del capitalismo y el papel de los agentes en su reestructuración permanente. En efecto, en palabras de Mosco (1996):
the regulation approach (…) examines successive developmental periods in capitalism that are based on combinations of regimes of accumulation and modes of regulation. Regimes of accumulation are stable and reproducible relationships between production and consumption. (p. 59)
Sin embargo, esa estabilidad es temporal, es decir, se mantiene mientras logra asegurar algún tipo de correspondencia entre producción y consumo, para evitar la crisis de superproducción. Por eso, se reconocen al menos los siguientes regímenes de acumulación:
There are four chief regimes identified in history of modern capitalism: extensive accumulation, Taylorism or intensive accumulation without mass consumption, Fordism or intensive accumulation with mass consumption, and emerging Post Fordist regime whose definition is unclear. (p. 59)
Estos regímenes muestran características únicas en cada economía nacional, dependiendo de su historia y de su posición en la división internacional del trabajo. Al mismo tiempo, esta posición depende más del modo de regulación, si nos atenemos a la afirmación de Mosco según la cual
The mode of regulation is made up of the institutional and normative apparatus that secures accommodation at the individual and group level to the dominant regime. According to this view, capitalism is undergoing a transition from monopolistic to flexible regulation. (p. 59)
Según la teoría de la regulación, es evidente que el capitalismo se estructura de manera diferente en cada país. Esto sucede de acuerdo a cómo se establecen varios tipos de relaciones: por un lado, según sea la relación entre el Estado y el capital y la relación política entre capital y trabajo (modo de regulación), es decir, de acuerdo a la capacidad de la política para regular la economía; y por otro lado, según sea la relación entre los diferentes sectores del capital y las relaciones entre estos y los sectores precapitalistas (régimen de acumulación).
El trabajo que se puede considerar pionero en sentar las bases teóricas y metodológicas para el estudio de la regulación de la comunicación en América Latina sería El mercado brasilero de televisión (Bolaño, 1988/2013). En este se combina la crítica teórica a los abordajes de la relación entre televisión, mercado y tecnología con un modelo propio de análisis aplicado a la realidad brasileña. Aquello da como resultado una periodización de la regulación que va del mercado competitivo al oligopólico y luego a la competencia oligopólica (pp. 107-120), para concluir con la fase de la multiplicidad de la oferta (p. 157 y ss.).
Para complementar lo anterior, Rede Globo, 40 años de poder y hegemonía, de Brittos y Bolaño (2015), describe cómo se configura la estructura oligopólica de los medios en Brasil, el mercado más grande de América Latina, en torno a Rede Globo:
En todo caso, la convergencia tiende a reducir las barreras de entrada, pero la inercia estructural, ligada al mantenimiento de compromisos institucionalizados definidos en el pasado, protege los intereses empresariales hegemónicos. Con la privatización de las telecomunicaciones (…) y con la televisión segmentada e (…) internet el enemigo armó sus trincheras en el territorio doméstico en el que Globo mantiene su imperio. Cada una de las industrias culturales y de la comunicación está marcada por su fuerte presencia: edición literaria, fonográfica, radio, prensa y nuevos medios. (p. 55)
Lo que se muestra en este caso es que la innovación tecnológica, que es el centro de casi todos los enfoques de la regulación en comunicación, está sometida a la inelasticidad institucional en la que priman los intereses de los agentes del poder.
Ahora bien, aunque la regulación sea una teoría, se explica mejor en términos políticos, esto es, observando cómo funciona en la práctica el modo de regulación. Hacia la primera década del presente siglo, en casi todos los países de América Latina había alguna manera de limitar no solo la centralización del capital mediático, sino también la apropiación privada y la participación extranjera. En efecto, grosso modo, según Marín et al. (2012), existen las siguientes regulaciones:
• Limitación a la participación extranjera en los medios nacionales.
• Prohibición de que un mismo grupo mediático concentre la propiedad de varios medios.
• Limitaciones a la oferta de paquetes que lleven un servicio ligado a otro (internet + televisión + telefonía).
• Prohibición de financiación pública a empresas privadas de medios.
• Prohibición de financiación pública a empresas extranjeras de medios o telecomunicaciones.
• Restricción del acceso del capital a una parte de del espectro electromagnético.
• Prohibición del control de medios por grupos económicos no mediáticos.
Todas estas medidas reales y potenciales no han podido, sin embargo, impedir que la concentración sea la regla, por lo menos en América Latina, muy especialmente durante los primeros quince años del siglo XXI.
La expansión de grupos conglomerales que potencia la dirección concentrada del sector infocomunicacional en América Latina en el lapso 2000-2015 se produjo, aunque parezca paradójico, en el mismo momento histórico en el que se desplegó una novedosa producción de regulaciones que postulaban una posición más activa por parte de los Estados y que invocaban a la concentración como un problema de política pública. (Becerra