Republicanas. Luz Sanfeliu Gimeno
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Así, cuando una delegación de republicanos españoles visita Bélgica y los socialistas belgas «presionan» para que los republicanos españoles acudan al parlamento de aquel país, los socialistas granadinos felicitan a los obreros belgas por «vuestra protesta, honrada, viril y revolucionaria».87 Igualmente, no dudaban en alabar con palabras que hacían referencia a su virilidad a un ex-concejal republicano que se resistía a las presiones de Capriles que en 1904 ejercía de gobernador civil de Valencia y con el que los blasquistas republicanos mantenían enfrentamientos:
La junta directiva del Casino de Unión Republicana acordó en la sesión de ayer felicitar al digno exconcejal D. José María Codeñea por la viril y gallarda contestación dada á Capriles con motivo del requerimiento de éste para que aceptase una concejalía interina ó de esquirol.88
Del mismo modo, en un artículo titulado «Lo que aquí falta», cuando los blasquistas acusan a los liberales y a los propios republicanos de fomentar la pasividad política no dudaban en preguntarse:
Qué de extraño tiene la metamorfosis de ciudadanos viriles en inmensa borregada, si han matado las energías populares los mismos que debieron trabajar por robustecerlas y desarrollarlas.89
La «auténtica» virilidad para los blasquistas, se relacionaba directamente con la capacidad de los hombres de intervenir políticamente y hacer frente a lo que ellos consideraban injusto y arbitrario. Así, no era extraño que en un artículo titulado «Sólo quedan las mujeres» llegaran a decir:
Un amigo nuestro dice con muy buen sentido que todavía España tiene un áncora de salvación: las mujeres.
Ellas son las que de años á esta parte dan pruebas de virilidad en España, las que se imponen á las autoridades en motines y asonadas, las que silban á los malos españoles.
Los hombres han quedado reducidos al papel de tropa asustadiza y ni se resuelven á dar un silbido allí donde hace falta por temor á que les resulte perjuicio.90
Simbólicamente, la nueva virilidad no se basaba en una violencia prepotente y personal que se ejercía entre iguales, sino en la capacidad de los nuevos sujetos para hacer frente y denunciar los problemas colectivos que eran siempre políticos. La violencia colectiva, aunque la ejerciesen las mujeres era, por tanto, además de un exponente de la virilidad, una forma legítima de transformar la política.91 Por eso los blasquistas trataban de espolear la masculinidad de los hombres afirmando que, en los últimos años, las mujeres eran las únicas que demostraban virilidad en España al enfrentarse a las autoridades. Y, por eso, también eran capaces de titular otro artículo con palabras que decían: «Gobierno femenino». Los fracasos de la Marina y la pasividad con que el Señor Moret aceptaba las agresiones que había sufrido la embajada española en Washington, les llevaba a afirmar:
No es extraño que esto ocurra, ya que la nación está regida por seres débiles y por un gobierno cuyo inspirador es un hombre con espíritu femenino.92
Hábilmente demagógicos, los blasquistas utilizaban los atributos genéricos con más o menos valor según se refiriesen a lo «viril» o a lo «femenino», según su propia conveniencia. Sin embargo, para los blasquistas las apelaciones a la virilidad no remiten exclusivamente como mantiene Álvarez Junco a «valores culturales violentos», ni resultan excesivamente groseras como parece que fueron en el caso de los lerrouxistas, que hacían referencia a los órganos sexuales masculinos para afianzar el carácter revolucionario del propio Lerroux.93 La valentía viril se entendía no como agresiones entre iguales que se enfrentaban personalmente, sino con el compromiso colectivo ante lo que política y socialmente se consideraba ilegal, arbitrario, injusto o denigrante. La violencia que a nivel individual era considerada por los blasquistas detestable, sin embargo, se consideraba deseable cuando era colectiva y se ejercía con un fin político.
Pero para que los hombres pudiesen ser ciertamente esos nuevos sujetos «viriles» y para que comprendiesen con detenimiento el origen de las injusticias sociales, los trabajadores y obreros que tenían un tiempo reducido para formarse y ejercer la política debían emplear su tiempo libre en tareas políticamente útiles. En este sentido, en el relato de una conferencia en el café Dos Reinos de Pueblo Nuevo del Mar, el señor Monfort Nadres contrapone y sanciona dos modelos excluyentes que tenían los obreros de vivir el tiempo libre. Por un lado, estaban los que se entregaban a los hábitos de conducta relacionados con el ocio que el blasquismo pretendía erradicar y, por otro lado, los obreros con hábitos de conducta que el blasquismo promocionaba. Por supuesto, estas representaciones trataban de significar dos modos antagónicos de vivir la identidad masculina. Así, en su charla el citado señor
dijo también que los obreros, lejos de procurar por el estudio, por la cultura emancipadora, se entregan a las corridas de toros y al aguardiente. Otros sacrifican horas de descanso al estudio.
A continuación, en el mismo artículo, al narrar los actos que siguen a la conferencia, tenemos un ejemplo de cómo los blasquistas practicaban ya esa nueva identidad masculina que ligaba política, cultura y diversión, promocionando formas de conducta que estaban transformando la imagen y los roles que socialmente debían desempeñar los hombres. Como colofón al encuentro de los republicanos en el café,
Una banda de música sin otro uniforme que la blusa, entretuvo a los obreros ejecutando piezas populares. Al terminar el acto se tocó La Marsellesa.94
En los primeros tiempos del partido, estas campañas de los republicanos para reformular la identidad masculina y encauzar el tiempo libre de los hombres, fueron constantes. En las elecciones de diputados de 1903, cuando Blasco Ibáñez tiene que enfrentarse a Soriano y pronuncia un mitin en el Centro de Unión Republicana, aparece la misma contraposición entre dos formas de entender y vivir la masculinidad.
Así, Blasco habla de Valencia como de
un pueblo donde se avergonzará el hombre de llevar armas mortíferas, donde el hombre de ciencia encontrará la inspiración de sus investigaciones; el artista sus musas; el escritor sus fuentes de creación.
Y continúa su discurso afirmando que ya se había hecho algo de este programa y se continuaría haciendo porque «un pueblo que jugaba en las tabernas ahora leía».95
La ciencia, las artes y la creación debían sustituir a las vergonzosas armas mortíferas. La lectura ya ocupaba el tiempo que antes dedicaban los obreros a los juegos de taberna.
Durante los años que comprende la presente investigación, determinadas organizaciones más o menos afines al republicanismo se pusieron también en marcha para difundir otras nociones de identidad masculina relacionadas con la educación y la cultura. Desde el periódico se daba publicidad a sus actos y, como cuando anunciaban el «Festival Musical de la plaza de Toros» organizado por las Escuelas de Artesanos, los periodistas republicanos siempre volvían a insistir en que al citado acto debía «acudir el que sienta cariño hacia esa institución, que tantos seres arranca del vicio y tanto difunde la ilustración entre la clase trabajadora».