Gran líder gran maestro. Gary Bredfeldt

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líderes a este nivel dan órdenes y direcciones siendo la meta el comandar y controlar el comportamiento de sus seguidores. Los seguidores conocen poco las metas y visión que va detrás de estas órdenes. Este enfoque es el que requiere menos tiempo departe del líder, pero también produce los niveles más bajos de aprendizaje, compromiso, y desarrollo de liderazgo.

      En el segundo nivel, los líderes les cuentan su visión, metas, e ideas a sus seguidores. Se espera de los seguidores que simplemente adopten las ideas del líder y las implementen. Desafortunadamente, este enfoque sigue generando un nivel mínimo de compromiso, aprendizaje, y desarrollo del liderazgo.

      En el tercer nivel, los líderes le venden a sus seguidores su visión y metas. Los líderes se convierten en motivadores quienes persuaden a sus seguidores a adoptar sus ideas. Esto se hace frecuentemente al permitir algún tipo de participación en el proceso de cambio.

      Finalmente, en el nivel más alto, los líderes les enseñan a sus seguidores conceptos claves, los cuales se convertirán en la base de acción confidencial de parte de los seguidores. Esto da como resultado, seguidores que son dueños de esas ideas y son quienes desarrollan los medios para implementarlas. El fruto es el compromiso, el aprendizaje, y el desarrollo de liderazgo. Pero enseñar lleva tiempo y es riesgoso. Cuando los maestros confían sus ideas a sus seguidores, les dan poder a sus seguidores para que tengan mayor libertad para moldear la organización.

      El riesgo de enseñar se balancea con los resultados de la enseñanza. Los líderes que se arriesgan a enseñar a otros y darles poder a sus seguidores con el conocimiento e ideas multiplican el impacto y resultados de su liderazgo. La enseñanza, como el nivel más alto de liderazgo, trae consigo el mayor éxito hacia el alcance de la misión organizacional.

      LA NECESIDAD DE MAESTROS-LÍDERES

      La Gran Comisión demanda que tomemos el reto del liderazgo a través de la enseñanza que da poder a sus seguidores. En Mateo 28:19-20, Jesús nos mandó: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado;” Su mandamiento es más que un simple “Id.” Es un mandato que hagamos algo mientras vamos “haciendo discípulos.” La palabra discípulo significa estudiante o aprendiz.

      ¿Cómo se hace un discípulo? Jesús nos explica en un proceso de dos pasos cómo es que se deben hacer discípulos. Primero, debemos bautizar a las personas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esto es un llamado a evangelizar. El bautismo, aunque no es la base para la salvación, es simbólico de una vida comprometida con Cristo. En el contexto cultural en donde Jesús enseñó estas palabras, el bautismo era el medio para declarar un compromiso público. Similar al llamado que se hace hoy a pasar adelante al altar, el bautismo proveía al nuevo creyente el medio para declarar la realidad de la obra de Cristo en ellos. Jesús les dice a sus seguidores que el primer paso para hacer discípulos es el paso del bautismo o el compromiso personal hacia Cristo.

      El segundo paso nos lleva más allá del evangelismo. Es el llamado para hacer discípulos por medio de “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado.” Aunque la Gran Comisión es un llamado al evangelismo, es también enseñar a todos los que alcanzamos. La enseñanza está en el puro corazón y centro de la comisión de Cristo a la iglesia.

      El liderazgo bíblico es una tarea de enseñanza. De hecho, la enseñanza es la tarea fundamental de todo líder cristiano. Pablo le recuerda al joven Pastor Timoteo en 2 de Timoteo 2:2 cuando dice: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” Pablo quería que Timoteo fuera un maestro. Más que eso, Pablo quería que Timoteo fuera un maestro de maestros. Timoteo debía entender que la tarea de liderazgo era más que una generación entrenando a otra generación. Era un cargo para confiar o dar autoridad a personas responsables donde ellas mismas continuarían el desarrollo del proceso de liderazgo. Se hace referencia a cuatro generaciones de creyentes en este corto pasaje: Pablo, Timoteo, hombres fieles, y otros. Nótese que Timoteo debía confiar el mensaje a aquellos “hombres fieles que sean idóneos para enseñar.” Lo que tenemos aquí es un sagrado encargo o compromiso de mayordomía de la Palabra de Dios donde los líderes, capaces de una fiel comunicación, equiparan la próxima generación. La habilidad primordial de “esta próxima generación de lideres” debe ser la enseñanza. ¿Por qué? Porque enseñar sobre Jesús, el evangelio, y las doctrinas de Cristo es el punto central de ministerio de la iglesia.

      Debido a este encargo sagrado, Pablo identifica la habilidad de enseñar como cualidad básica para los ancianos. Pablo escribió: “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar” (1 de Timoteo 3:1-2). Apto para enseñar: Es la habilidad para comunicar la perdurable e incambiable verdad de la Palabra de Dios, para ellos es un llamado al liderazgo.

      Las ideas, expresadas en la palabra y la acción tienen el poder de hacer cambiar; y los maestros poseen el poder de las ideas. En Santiago 3, el autor le advierte a los maestros tener cuidado en el ejercicio de sus funciones en la enseñanza. Él dice: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación” (Santiago 3:1). Él sigue con el poder de la lengua.

      4Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. 5Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!

      6Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. (Santiago 3:4-6)

      La enseñanza es un medio enormemente poderoso para liderar. Para bien o para mal, las palabras de un maestro pueden proveer dirección o destrucción.

      La iglesia está en riesgo. Lo que empezó tan poderoso como un movimiento, muy frecuentemente se ha convertido simplemente en una organización. Sus líderes se han convertido en cuidadores de lo que se ganó en el pasado y entregan el futuro a movimientos tanto buenos como malos. He aquí el problema fundamental. Los que antes eran los ancianos de la iglesia, llamados a ser maestros, se han convertido en oficiales del directorio ejecutivo en vez de maestros, la iglesia está relegada a un status organizacional. De la misma manera, cuando los ancianos abrazan la cultura y sus líderes lo que está de moda, quedan a la deriva en las corrientes de la cultura y pierden la habilidad para hablar la Palabra de Dios con claridad y autoridad. La iglesia debería de ser dinámica, estar a la vanguardia y en su impacto cambiar vidas. Pero esto solamente sucede cuando los líderes enseñan la Palabra de Dios de una manera relevante mientras a su vez se retiene un compromiso firme al texto bíblico y a la autoridad bíblica.

      El trabajo de la iglesia es una obra de transformación. Es una obra forjada por hombres y mujeres que enseñan fielmente la Palabra de Dios, la cual es capaz de cambiar el mismo “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).

      Este libro trata acerca de cómo alcanzar el máximo liderazgo. Sus principios aplican principalmente para el liderazgo en la iglesia, pero también aplica para el liderazgo en las organizaciones fuera del contexto de la iglesia. Esto es porque trata sobre el poder de la enseñanza como una destreza del liderazgo. Los líderes que reconocen sufunción como maestros dirigen a los seguidores a una causa mucho mayor que ellos mismos. Como Terry Pearce lo dice, “Los buenos líderes hacen que los seguidores trabajen para ellos. Los buenos líderes hacen que la gente trabaje por una causa que es mayor que cualquiera

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