Johannes Kepler. Max Caspar
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Se ha escrito hasta la saciedad que fueron los propios profesores de Kepler en Tubinga los que lo empujaron a Graz porque con tanta discrepancia teológica se había ganado sus recelos. Esta afirmación es falsa. Quienes lo sostienen se basan en que el mismo Kepler dijo en cierta ocasión que había sido alejado (extrusus) de Tubinga [58]. Pero con eso solo quería decir que fue necesaria cierta presión por parte de sus profesores para animarlo a aceptar un puesto que él no consideraba del todo conveniente. Sobre los motivos que guiaron a los teólogos de Tubinga no se menciona nada. A quienes fuerzan esa expresión (extrusus), se les podría responder que, en dos ocasiones muy alejadas en el tiempo, Kepler sostiene que fue una casualidad afortunada (commode accidit) [59] que lo llamaran a Graz. Como es natural, tampoco en esta declaración se comenta nada sobre las razones que movieron a los teólogos. Kepler solo señala que el cambio de situación le pareció una bondad, una suerte para su desarrollo intelectual ulterior. En cambio, esa interpretación queda desmentida en favor de Kepler a través de su aclaración expresa de que, dada su corta edad, se había guardado para sí sus ideas teológicas divergentes y no las había compartido con los siervos de la Iglesia. Es posible que los profesores de Tubinga sacudieran la cabeza al oír al diligente joven defender con tanto entusiasmo a Copérnico. Sí, seguramente también les llegaron rumores de sus dudas. Pero habría que considerar muy malos pedagogos a los profesores de Tubinga si se les atribuyera tan corto entendimiento ante los arrebatos de un temperamento joven, como para dejar marchar tan pronto a un aspirante tan destacado por su carácter y su rendimiento, por el simple hecho de que en el ardor de la juventud expresara opiniones que ellos consideraban peligrosas. No hay que dejarse llevar por el entusiasmo ante posturas imposibles de verificar de forma objetiva. No, Kepler fue enviado a Graz porque en vista de sus conocimientos matemáticos y astronómicos era con diferencia el candidato más idóneo, cuando no el único a tener en cuenta para aquel puesto, y la Universidad de Tubinga confiaba en ganarse laureles gracias a su persona. Kepler abandonó Tubinga en completa paz. La relación de confianza entre él y sus profesores se mantuvo intacta durante los años siguientes, y el conflicto no surgió hasta que varios años más tarde llamó la atención con sus ideas teológicas. Sin duda es cierto que, con su franqueza y honradez, Kepler no habría tardado en verse envuelto en grandes dificultades si hubiera llegado a concluir su carrera teológica y hubiera ingresado en el oficio eclesiástico.
Después de que el duque concediera su aprobación para la marcha de Kepler [60], recibiéndolo incluso en persona, el nuevo profesor de matemáticas se despidió de su querida escuela superior el 13 de marzo de 1594 y emprendió el largo camino hasta Graz. Como su pecunia en metálico era escasa, recibió prestados cincuenta florines del superintendente del Stift, el profesor Gerlach [61]. ¿Acaso imaginaba que jamás llegaría a ejercer en su patria y que solo volvería a verla cuando fuera de visita?
1 Huelga entrar en la controversia de si Kepler nació en Weil der Stadt o, como también se ha afirmado, en la cercana localidad de Magstadt o en la vecina Leonberg. El propio Kepler afirma con tanta claridad y seguridad que su lugar de nacimiento fue Weil der Stadt, y los argumentos que fundamentan las otras localidades son tan fáciles de desmentir, que no caben dudas al respecto.
2 Es absurdo plantearse si la forma correcta de escribir el apellido es «Kepler» o «Keppler». Ambos modos son igualmente válidos. En aquella época no se reparaba en tal distinción a la hora de escribir los nombres y nuestro astrónomo mismo no es coherente al respecto. Bien trascribe su apellido como «Kepler», bien como «Keppler» o incluso como «Khepler» y «Kheppler». En la variante latinizada que solía emplear, siempre escribía «Keplerus». Es absolutamente falsa la afirmación que se ha hecho de que utilizara la forma «Kepler» para sus escritos en latín y en cambio siempre optara por «Keppler» para los textos en alemán. Existen muchos documentos alemanes firmados con «Kepler». Otros trascribían su nombre incluso como «Köpler».
3 La información sobre los antepasados de Kepler que no está testimoniada por él mismo, se basa en un documento manuscrito que legó su nieto Johann Jakob Bartsch, titulado «Genealogia Keppleriana», y que agotó en su momento Michael Gottlieb Hansch para su biografía. Aunque Bartsch vino al mundo cuando su abuelo ya había cerrado los ojos para siempre, podemos dar crédito a los datos allí referidos, si bien hay dudas que no se pueden esclarecer por completo. Seguro que el contenido del escrito se basa indirectamente en Kepler, quien demostró ser un fiel custodio de la historia familiar. Indagaciones posteriores no han podido añadir nada nuevo. La credibilidad de la información, que contiene más detalles sobre los méritos castrenses de los antepasados, no disminuye porque Kepler en el lugar arriba mencionado cometiera el error de llamar Heinrich en lugar de Friedrich al antepasado que fue armado caballero.
4 Príncipe-obispo: a partir de la Edad Media, algunos obispos de los territorios situados al oeste de la Selva de Bohemia y del Elba fueron, además, príncipes electores del imperio. (N. de la T.)
5 Literalmente pluma de gallo. (N. de la T.)
6 Mariamna, en hebreo Miriam, fue la segunda esposa de Herodes el Grande. (N. de la T.)
7 El ejemplar de las Revolutiones que más tarde perteneció a Kepler y en el que, en 1598, anotó unos versos suyos sobre el nuevo descubrimiento, pertenece hoy a la biblioteca de la Universidad de Leipzig [45].