La transición española. Eduardo Valencia Hernán
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Por otro lado, dentro del juego político, otros partidos de la izquierda moderada intentaban desmarcarse o relacionarse con los dos movimientos políticos todavía en auge que existían en Cataluña: la Asamblea y el CFPC. La Comunión Tradicionalista era una de ellas, desmintiendo su relación con el Consell a causa de su ideario carlista configurado en los postulados de Dios, Patria, Fueros y Rey que era incompatible con ninguna concepción socialista, liberal, fascista, comunista, totalitaria o separatista. Ésta, a su vez se debatía en un enfrentamiento interno entre las dos facciones del carlismo.
Por una parte, la Junta Regional de la Comunión Tradicionalista había desautorizado al Partido Carlista cuando presentó a Josep Badía como el representante máximo de su partido, y por otra, fue a nivel federal cuando Carlos Hugo de Borbón Parma propuso la ruptura democrática basándose en el socialismo de autogestión global. En esa línea identificadora, fue la representante carlista, Maria Teresa de Borbón-Parma, quien visitó al padre Xirinachs y a los captaires en favor de la amnistía.
El 13 de febrero de 1976 se presentó en público OCE-Bandera Roja con la presencia de sus dirigentes: Santiago Medina (dirigente de CC.OO), Ferran Fullá, miembro de la Asamblea, y Josep Martínez. En una breve exposición estos explicaron que sus bases ideológicas hacían referencia a lo que se llamó la Gran Revolución Cultural Proletaria China, definiéndose como marxistas-leninistas y partidarios de la dictadura del proletariado en la creencia que la revolución pendiente era de cariz socialista. Estaban por una ruptura radical y sin paliativos ni alianzas con los reformistas del régimen, propugnando una política de unidad popular usando como método la huelga general política. En relación con las instancias unitarias, OCE (BR) afirmó que estaban en las Juntas democráticas locales, provinciales y de barrios y que habían pedido la entrada en la JDE y no forman parte del CFPC.89 Diez días después, al otro lado del espectro ideológico se presentó el Centre Català, partido fundado en 1975 en Barcelona por Joan Más Canti y Joaquim Molins, siendo sus promotores Carles Ferrer Salat y Carles Güell de Sentmenat.90 En el ámbito nacionalista, entre el 5 y el 7 de febrero se celebró el llamado Congreso Europeo cuya organización corría a cargo del Movimiento Europeo que estaba formado por organizaciones y partidos de carácter regional-nacionalista, expresando el deseo y la esperanza de la pronta restauración de las libertades públicas en España. En este congreso participaron los siguientes representantes de partidos políticos catalanes: Heribert Barrera (ERC), Jaume Casanovas y Joan B. Cendrós (EDC), Francesc Gordo (CDC), Josep Pallach (Reagrupament Socialista i Democratic), Llibert Cuatrecases (UDC), Joan Sauret (ERC), Josep Sans (EDC), Ramón Trias Fargas (EDC) y Xavier Vela (Jove Cambra de Catalunya).91
Durante el mismo mes de febrero, Jordi Pujol, líder de CDC, en la campaña de presentación pública de su partido, anunció las líneas ideológicas que marcarían tiempo después el futuro de la política catalana. Pujol afirmó en Ripoll que sin una democracia europea avanzada, no se tendría a Cataluña como país; mientras que días después, en Hospitalet, reivindicaba para si la definición de “català es tot home que viu i treballa a Catalunya”, añadiéndole, “i en fa casa seva”.92
Por aquel entonces se pusieron de moda las llamadas charlas-coloquio, destacando las convocadas por el Club Catalonia. Los debates se caracterizaban por su carácter elitista y conservador aunque en ellos hicieran su presentación políticos como Rafael Ribó, miembro del PSUC y de la Asamblea, para hablar de los trabajos que se estaban desarrollando en la preparación de un nuevo estatuto político para Cataluña y sus posibles paralelismos con el ya conocido de 1931.
En esa misma línea se fue desarrollando un ciclo de conferencias sobre las terceras vías93 a modo de presentación de las diferentes tendencias políticas insertas en su mayoría en el CFPC. Veanse como ejemplo las realizadas en las localidades catalanas de Mollet del Vallés y Calella de la Costa organizadas por la delegación local de los “Amigos de las Naciones Unidas”. En general las ponencias eran de tipo variado, destacando las siguientes: “Una alternativa demócrata-cristiana per Catalunya” por Josep Mª Coll (UDC); “L’esquerra europea davant la crisis” por Anna Bosch (PSUC); “L’home lliure dins del camvi social” por Jordi Laboria y Emili Giralt (RSDC); “Democracia i gestió popular” por Miquel Blancher (CSC); “Per una convergencia democrática a Catalunya” por Arcadi Viñas (CDC); y “En Calella, perspectiva histórica de les forces politiques catalanes, 1939-1976”, por Rafael Ribó. En una de ellas, el socialista Ernest Lluch presentó un programa económico como si fuera un auténtico programa de gobierno. Lluch, entre otras cosas apuntaba a una:
“(...) Política activa de empleo en base a inversiones y mejoras en los servicios públicos y enseñanza, acortamiento de la edad de trabajo, y una política específica de lucha contra el paro entre los jóvenes; rápida descentralización del presupuesto estatal; facilitar el crédito en base a la creación de puestos de trabajo; mantenimiento de la renta real de los trabajadores; bloqueo de los precios industriales y márgenes de distribución. Las reformas serían pues: reforma fiscal; reforma agraria, la tierra para quien la trabaja; renacionalización de las grandes empresas, de forma que pasen a estar controladas por los trabajadores; nacionalización del crédito; creación de un ministerio de sanidad que convierta la seguridad social en general; restablecimiento del estatuto de autonomía como estatuto provisional. El definitivo debería afrontar el problema económico y no deberá olvidarse su estrecha relación con la reforma fiscal”.94
Como dato anecdótico, Lluch recordó aquella frase histórica, pronunciada por José Calvo Sotelo, tan repetida de: “Prefiero una España roja que una España rota”, refiriéndose a la discusión parlamentaria sobre la propuesta de pasar algunos impuestos estatales a la Generalitat de Cataluña; advirtiendo que las consecuencias ocurridas entonces, no deberían volver a pasar.
El 1º de febrero se reunió la XIII CPAC, tras la celebración de la manifestación por la amnistía. Entre los asistentes más conocidos estaban: Francesc de Borja Aragay, Mª Dolors Calvet, Vicenç Faus, Xavier Folch, Ferran Fullà, Paco Giménez, Vicenç Ligüerre, Enric Nosas, Pere Portabella, Rafael Ribó y Miquel Sellarés. En total asistieron 95 representantes de 59 delegaciones.
Como era preceptivo, en el inicio de la reunión presentaron su adhesión el Colegio de Doctores y Licenciados de Barcelona, la Asociación de Vecinos del Turó de la Peira, el Moviment de Dones y la Joventut del PSAN. A continuación se presentó el informe marcado principalmente por la política continuísta del presidente Arias y la voluntad de propugnar la ruptura democrática. También se tuvieron en consideración los contactos efectuados con representantes políticos de las Islas Baleares que días antes habían constituido la Asamblea Democrática de Menorca en la ciudad de Mahón, tratando en su presentación del hecho específico de Menorca, de las exigencias de las libertades de expresión, reunión, amnistía, libertades políticas y la necesidad de una ruptura política. Posteriormente se hizo alusión a los contactos con el País Valenciano y de la situación política actual, centrándose el debate en asuntos de ámbito laboral en Barcelona y en el Baix Llobregat, y de la manifestación a favor de la amnistía realizada unas horas antes prácticamente sin incidentes ni detenciones. Finalmente, el informe final consensuado fue utilizado para convocar otra manifestación proamnistía para el domingo 8 de febrero en el Parque de la Ciudadela de Barcelona.
42. Tele/expres, enero de 1976.
43. UGT, nº 358, abril de 1975 en MARÍN, José Mª, “Algunas claves...” op. cit., pp. 91-92. Mundo Obrero, 14-1-76. Declaración política del comité ejecutivo del PCE, enero de 1976.
44. MARÍN, José Mª, “La transición sindical...”, en TUSELL, Historia de España, op. cit., pp. 452-453.