El mediterráneo medieval y Valencia. Paulino Iradiel Murugarren
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу El mediterráneo medieval y Valencia - Paulino Iradiel Murugarren страница 12
En suma, y con terminología de la teoría económica clásica, el crecimiento era entendido como un proceso constante e ininterrumpido –movimiento de larga duración ritmado por ciclos y coyunturas de breve o medio término– de incremento cuantitativo en la cantidad de factores que intervienen en el proceso productivo (en particular, la cantidad de bienes capitales disponibles per capita o por unidad productiva) y de los niveles de productividad del sistema observada por el grado de división del trabajo.14 Dejando aparte el aumento de la población –quizá el más fuerte de toda la historia europea– y la coyuntura demográfica, que no sabemos dónde colocar si antes, durante o después del crecimiento, se trata de una concepción puramente cuantitativa del desarrollo –extensivo y no autosostenido según repiten constantemente los estudios dedicados a los siglos XI-XIII–condicionado por la intensidad de utilización de los factores productivos, especialmente tierra, y por la variación cuantitativa de la fuerza trabajo que era, en última instancia, el elemento decisivo. A todo esto se suele añadir, como explicación más o menos causal, los modos en que se estructuran e integran las relaciones sociales de producción y de distribución, es decir, los criterios de distribución de los bienes producidos y de la riqueza bajo la forma de renta, beneficio y salario.
En consonancia con esta perspectiva, Mathieu Arnoux ha propuesto recientemente la hipótesis de un aumento masivo y duradero de la oferta de trabajo campesino como motor de un crecimiento medieval sin cambios en las condiciones técnicas de producción. Observado desde este punto de vista, el problema se traslada a la comprensión de las motivaciones de los actores económicos y obliga a reconstruir el contexto que hace que los campesinos tengan que intensificar sus esfuerzos y aumentar la cantidad de trabajo.15 Frente a la visión tradicional que hace hincapié en incitaciones externas, como la violencia señorial y la presión fiscal, Arnoux entiende que el aumento de la oferta de trabajo es una decisión voluntaria y colectiva de los propios actores tal como, bajo la fórmula de «revolución industriosa», la describe Jan de Vries para explicar el crecimiento económico de los Países Bajos antes de la Revolución Industrial.16 Esta interpretación, sin embargo, tendría que integrarse con una explicación de los procesos de constitución del trabajo libre en la sociedad feudal y con otros factores como la retribución del trabajo, aspectos que permiten un alza duradera del nivel de vida en términos de consumo, lo que coloca las transformaciones del señorío, del consumo y del mercado como puntos centrales del debate.
Lo expuesto hasta ahora ha abierto una serie de nuevas perspectivas de gran interés y de estrecha colaboración entre economistas e historiadores que trabajan en historia económica. Una de las más importantes se refiere a la posibilidad de analizar el crecimiento en todas las economías preindustriales y comprender los cambios, emergencias, transformaciones y «divergencias» en una escala temporal amplia de larga duración. Este objetivo exige la revisión del concepto pesimista de histoire inmobile del período premoderno y del proceso de discontinuidad, que desde el punto de vista económico era descrito como la transición de un mundo de rendimientos decrecientes (Ricardo) y de aumentos incontrolados de la población (Malthus) a un mundo diverso inaugurado por la Revolución Industrial.17 Este modelo remarcaba también el comportamiento tradicional del campesino que no produce para el mercado porque tiene una mentalidad conservadora distinta, que no es capaz de controlar el aumento de la población y que no puede superar el estancamiento secular de la tecnología. Como resultado, el modelo preindustrial así concebido era incapaz de generar procesos de crecimiento económico duradero y autosostenido porque sus estructuras premodernas obedecían a leyes diversas a las de la economía moderna y, por tanto, no podían ser analizadas con los instrumentos de los economistas modernos.
Desde hace algunas décadas, esta idea tradicional está en fuerte crisis teórica y metodológica y la interpretación del sistema económico europeo está cambiando. Análisis micro y macroeconómicos muy detallados y metodologías más refinadas han puesto en duda el modelo y han permitido la identificación de factores y procesos de crecimiento respecto a la productividad de la tierra y del trabajo y a otros muchos aspectos de la vida económica preindustrial, especialmente los sectores guía de la especialización productiva, los niveles de consumo e inversión o la eficacia institucional de los estados nacientes en los procesos de integración de los intercambios y del mercado. Un «retorno» positivo de los estudios de historia económica se está reorientando, de manera creciente, al análisis del funcionamiento específico de los distintos sistemas sociales e institucionales y al modo en que estos influencian las decisiones personales de los agentes económicos.18 El redescubrimiento de las instituciones y del mercado y la aplicación de la economía política al análisis histórico-económico es el campo donde actualmente se están produciendo algunos de los avances más importantes. Se trata de un enfoque que no aísla el mercado como algo distinto de lo político sino que lo considera como integración de formas institucionales, de estructuras de poder, de «economía moral» y de organización de las transacciones. Al mismo tiempo está emergiendo una teoría de los poderes (estatales, señoriales, eclesiásticos, de mercado) como instrumentos de coerción económica, pero también de emancipación de los individuos, basada en el análisis de los procesos histórico-económicos de larga duración.19 De todo ello se ha derivado la necesidad de separar el estudio de los mercados y el estudio de la idea general de los principios «del mercado» y, al mismo tiempo, cuestionar la aplicación mecanicista de los postulados neoclásicos a las realidades de la economía premoderna.20
El análisis de los mecanismos internos del funcionamiento del mercado mediante instrumentos estadísticos y la valoración de la importancia que tuvo en las economías del pasado supone una reorientación importante en la metodología y en la investigación histórica de los últimos años, centrada en estudiar, por primera vez y de forma sistemática, la formación y el uso institucional de los mercados y los consecuentes procesos de comercialización. En todas partes se va descubriendo que estos campesinos medievales «autárquicos» producían en realidad, y de modo habitual, para el mercado, intercambiaban y acumulaban. Aunque no todo estaba organizado sobre bases competitivas, eran capaces de hacerse una idea del cálculo del valor de la producción y trataban de proteger y de estabilizar el sistema del rédito familiar ligado a la comercialización de las cosechas a través del precio de mercado.21 En vez de contraponer economías sin mercado y economías de mercado, la interpretación generalizada actualmente es que, tanto en el pasado como en épocas más cercanas, el mercado y los intercambios experimentan progresos y recesiones parecidas y que sus fluctuaciones responden a motivaciones más complejas de tipo social, cultural y político. Probablemente ha sido Stephan Epstein el autor que más ha insistido sobre el papel de las estructuras institucionales para generar incentivos de participación de los individuos en el mercado,22 superando tanto la interpretación clásica de Pirenne como la más reciente teoría anglosajona de la «comercialización» de la economía medieval que tanta difusión ha tenido en nuestra historiografía actual y que Epstein critica, correctamente, por tautológica.23
Estas tesis, recogidas más adelante en la propuesta comparativa sobre las instituciones del comercio medieval por Avner Greif,24 manifiestan el fuerte impacto del cuestionario neoinstitucionalista y de sus derivados entre los historiadores de la economía premoderna. Cuando vinculamos el desarrollo del mercado a una dinámica que tiene su origen en el plano social y