El mediterráneo medieval y Valencia. Paulino Iradiel Murugarren
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Aplicado el modelo al período medieval desde 1300 en adelante40 e incorporando, para la etapa anterior, las estimaciones del PIB por habitante de Bruce Campbell para el caso inglés entre 1086 y 1300, con incrementos entre el 10 y el 20% en dicho período,41 Van Zanden realiza una serie de «adivinoestimaciones» (la expresión es suya) para la Europa del año 1000 con estos resultados: en esta fecha, el porcentaje de la fuerza de trabajo dedicada a la agricultura representaba entre el 85-95% del total –con tendencia a bajar hasta el 70% en 1300–, los salarios reales no eran muy distintos –entre el 25% por encima y el 25% por debajo– a los de principios del siglo XIV, y el PIB por habitante en Europa rondaba el 40% del nivel inglés de 1800.42 Paolo Malanima obtiene resultados aún más sorprendentes para el centro y norte de Italia: en estas regiones, el PIB por habitante aumentó un 61% y su población casi se triplicó durante el período 1000-1300.43 Muy significativos resultan los cálculos sobre el crecimiento de la producción agrícola (obtenido a través del consumo de alimentos per capita) y de la productividad del trabajo agrícola (resultado de la división del índice de producción agraria por el número de población agrícola). Las series de Italia y de Inglaterra, que comienzan en 1300, muestran que la producción global italiana cayó un 40% entre 1300 y 1400, mientras que la inglesa disminuyó un 44%, datos que se invierten si los convertimos en producción per capita (agricultural product per caput) que aumentó un 12% en Inglaterra y un 16% en Italia.44 Crecimiento por habitante que se explica por un aumento de la productividad de la tierra –en función principalmente de las cantidades relativas del factor trabajo– y por las pequeñas inversiones técnicas en los sistemas de cultivo y en la ganadería.45
Estos aumentos están en consonancia con el movimiento de los precios en la baja Edad Media y principios de la Moderna, que, dependiendo de su expresión en moneda metálica poco elástica y de los cambios demográficos, presentan un carácter estacionario o variaciones muy modestas antes de 1800. Las series de precios relativas a Italia e Inglaterra analizadas por Malanima muestran tendencias similares: una fase de aumento hasta aproximadamente 1380; una de estabilidad o disminución desde finales del siglo XIV hasta mediados del XV y una nueva fase de inflación hasta 1600 seguida de estabilidad o descenso hasta mediados del siglo XVIII.46 Teniendo en cuenta que los cambios en el consumo de productos de primera necesidad fueron relativamente modestos, el crecimiento cuantitativo de bienes agrícolas por habitante, por tanto, fue la única forma que pudo motivar a los productores a la acumulación y a destinar cuotas cada vez más importantes de ahorro y de bienes capitales hacia la inversión o hacia una futura comercialización.
Las conclusiones de estos cálculos para la época medieval son sorprendentes: la mayor parte del crecimiento económico premoderno, hasta 1800, es anterior a 1450, con economías prósperas especialmente en los países mediterráneos (Italia y España). Desde mediados del siglo XV, la economía europea, con algunas excepciones como Inglaterra y Países Bajos, que comienzan a experimentar los procesos más intensos de crecimiento económico y de comercialización, se estanca durante 350 años, con práctica estabilización del PIB por habitante entre 1450 y 1800, el output de la fuerza de trabajo disminuye y los salarios reales se estabilizan en Italia y España. El crecimiento anterior a 1450 parece responder a dos motivos y dos etapas: en la primera, entre 1180 y 1330, la revolución comercial y urbana se caracterizó tanto por la expansión de la población como del PIB por habitante; en la segunda fase (1348-1450), el PIB per capita mejora, pero la población experimenta un descenso impresionante como también el volumen total de la producción aunque en menor medida que la población. El fuerte aumento de los salarios reales, gran indicador de las macromagnitudes de la estructura económica y espejo de los flujos de los ingresos familiares, favoreció el aumento de los niveles del rédito global entre 1350 y 1450, una mejora de la capacidad de consumo de bienes no necesarios para la subsistencia –teniendo en cuenta que la composición de los gastos ordinarios no cambió mucho– y una reducción de la participación de la agricultura en el empleo: 70% en 1450 con tendencia a disminuir en toda Europa.47
Parecidos criterios de cuantificación y resultados similares a los que obtienen Paolo Malanima y Robert Allen son los que proponen Carlos Álvarez-Nogal y Leandro Prados para el caso español, aunque con interpretaciones más discutibles al basarse en apreciaciones cualitativas más que en datos cuantitativos de salarios, consumo, rentas familiares, niveles de producción (agraria e industrial) o tasas de urbanización.48 La aplicación del método y de las categorías macroeconómicas de contabilidad, que es casi una moda de imitación para muchos historiadores de la economía, sirve a estos dos autores para proponer como hipótesis un crecimiento de la economía española y del rédito por habitante hasta 1340, que, tras una breve interrupción en la segunda mitad del siglo XIV, se mantendría hasta finales del XVI, momento en el que, aunque creció y alcanzó el nivel de ingresos per capita anterior a 1350, se estanca en un nivel bajo, que no aumentaría significativamente hasta 1820. El comportamiento de los factores y la dinámica económica a largo plazo es muy similar, por tanto, al modelo de Campbell-Allen-Malanima, pero habría que considerar las características regionales en lo que concierne a los circuitos del rédito, la utilización de los factores productivos, la difusión del crédito o el movimiento de los salarios reales, variables muy distintas según regiones y que tuvieron una importancia decisiva en el resultado final.
A largo plazo, las comparaciones entre los distintos países pueden resultar equívocas. Parece que la catástrofe de 1348 condujese a Europa, especialmente el sur europeo que era la zona que más había crecido durante los tres siglos anteriores, hacia una «trampa de equilibrio de alto nivel» que permanece hasta 1800,49 pero la «trampa» es difícil pensar que representara una crisis económica general. Según los cálculos de Malanima, la Italia centro-septentrional, aunque había reducido el PIB por habitante un 3,4% y el producto agrario global un 8% entre 1310-1340, presentaba los niveles más elevados de PIB por habitante durante la baja Edad Media: es posible que su nivel de renta se doblara entre el 1000 y el 1400 y que el PIB por habitante a inicios de 1300 (o circa 1420) fuera casi tan elevado como el de Inglaterra en 1800.50