Europa en su teatro. AAVV

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Europa en su teatro - AAVV Parnaseo

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utilizzarlo meglio.

      Confortato da queste nuove realtà, insieme agli amici Quirino Galli e Tadeusz Lewicki, stiamo ipotizzando un possibile Incontro viterbese, cui spero di poter invitare alcuni di voi. Intanto Tadeusz ha provveduto a registrare la maggior parte del fondo per farne doveroso omaggio agli amici di questa fraterna Facoltà di Valencia.

      César Oliva

       Universidad de Murcia

      Por más vueltas que le he dado al tema no consigo recordar con exactitud el momento en el que conocí a Federico Doglio. Creo que fue, pero repito que no estoy del todo seguro de ello, en 1983, en un encuentro de gentes del teatro español en Roma, compañeros de la teoría y de la práctica, animados por la llegada de un reciente gobierno socialista que quería que nuestra escena se visualizara en sitios claves de aquella Europa, en la que los Jefes de Estado y de Gobierno y los Ministros de Asuntos Exteriores firmaban en Stuttgart, Ale-mania, una Declaración Solemne sobre la Unión Europea. Una Unión Europea a la que España, junto a Portugal, no entraría hasta 1986, pero que mucho antes ya interesaba estar en relaciones por la vía más lógica que el Mediterráneo ofrece: la cultura.

      En la Roma de 1983 participábamos en un Simposio sobre Semiótica del Teatro: «El texto de la representación», organizado por el Instituto de España, precedente inmediato del Cervantes. Allí tuve ocasión de conocer a muchas personalidades de ese mundo de la cultura. Yo apenas había mantenido contactos con Mauricio Scaparro, que fue huésped nuestro en el Festival de Almagro de ese año, y con el que iniciaría una tan intermitente como sólida amistad. En la reunión de Roma estaba Umberto Eco, Luis Iglesias Feijoo, Juan Antonio Hormigón, Toni Tordera, Evangelina Rodríguez, Guillermo Heras y muchos otros que la memoria me arrincona de manera inmisericorde. Sin embargo, quiero recordar que allí, entre una variopinta representación italiana, había un señor de mediana estatura, pero cuya elegancia lo hacía parecer más alto, bien peinado pelo cano, siempre acompañado por una gabardina no sé si blanca o simple-mente clara, y una carpeta con cremallera tan fina como él. El hombre era discreto, pues no se le veía participar en los coloquios y corrillos, quizás porque el tema del congreso se apartaba demasiado de su área de trabajo. Seguramente su figura se quedó almacenada en mi imaginario sin llegar a intercambiar una sola palabra con él. Luego supe que era Federico Doglio.

      En Anagni, pues, tuve la ocasión y la suerte de compartir con Federico

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