La estabilidad del contrato social en Chile. Guillermo Larraín

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directamente en la economía en tanto productor, salvo algunas áreas específicas como minería, banca y televisión. Esto se hizo mediante vastos programas de privatizaciones que duraron hasta los años 2000, y se extendió al área de las concesiones de infraestructura, lo que dura hasta nuestros días. Lo más controversial en esta materia ha sido la transferencia a privados de responsabilidades públicas tradicionales, en especial pensiones y salud.

      Chile, fértil provincia señala que de estas tres macro áreas de reforma, solo la tercera es imputable íntegramente a la dictadura pinochetista, en el sentido de que no hay rastros en el debate intelectual previo al golpe de Estado de que se analizaran las privatizaciones como una alternativa de desarrollo. Ahora, incluso dentro de esta tercera área, la necesidad de una reforma de pensiones que evitara los abusos asociados al clientelismo y el comportamiento oportunista ya la señaló Aníbal Pinto en 1958, y en 1967 el Presidente Frei Montalva intentó crear el “Fondo de Capitalización de los Trabajadores”.

      Las otras dos áreas de reformas (apertura comercial y la estabilidad macro) eran objetivos largamente añorados por buena parte del espectro político, en particular en la centroizquierda. Chile, fértil provincia argumenta que ello es claro en el primer intento de reforma económica moderna que, escarbando en la historia, se encuentra antes de la misión Klein & Saks —que es la enseñanza tradicional en las escuelas de economía en Chile—, sino en la denominada “gestión Frei” de 1954 y que tuvo como protagonistas impensados a Carlos Altamirano, Aníbal Pinto, Jorge Ahumada y al propio Eduardo Frei Montalva.

      4. Chile frente al espejo (retrovisor). Díaz, Lüders y Wagner (2007) recopilaron, en la misma lógica de Maddison y usando una metodología similar, datos sectoriales y macroeconómicos de Chile desde 1810 en adelante. Esta información la hemos actualizado usando los datos de crecimiento de la Información Histórica del Banco Central de Chile y estimaciones de crecimiento de la población de la Organización de Naciones Unidas. El cuadro siguiente muestra, para las cuatro fases identificadas, el crecimiento y la inflación promedio del período y la volatilidad de ambas variables, medidas por la desviación estándar.

      Cuadro I.1. Macroeconomía de Chile: 1870-2018

      Fuente: elaboración propia basado en UC (2018), Banco Central (2019).

      El cuadro I.1 es bastante elocuente: el crecimiento per cápita promedio desde 1870 hasta fines de los 80 era inferior al 1,8% por año, mientras que desde 1990 en adelante el crecimiento prácticamente se duplicó. Ello amerita una nota destacada. Pero esto va más allá porque la volatilidad del crecimiento se redujo prácticamente un 66%. No solo Chile ha crecido desde 1990 en adelante al doble de su tasa histórica, sino que también es mucho más estable. Hasta 1990, era común que hubiera grandes recesiones en nuestro país. Como parámetro, recordemos que en los últimos 30 años, desde el retorno a la democracia, ha habido dos recesiones en que el PIB cayó un 0,8% en 1998 y 1,0% en 2008. Pues bien, entre 1900 y 1990 hubo 19 años en los cuales el PIB cayó más de 2% en el año, 13 años en que el PIB cayó más de 5% en el año y nueve años en los cuales el PIB cayó más de 10%.

      El bienestar que esta mayor estabilidad trajo fue enorme.

      Una visión alternativa al problema de la inestabilidad es la inflación. En el siglo XIX Chile era conocido por ser un país de alta inflación. Se escribían libros sobre el problema inflacionario chileno, por ejemplo Fetter (1928). En las fases 2 y 3, la inflación fue creciente hasta 1974. Luego del ajuste macroeconómico, la dictadura solo estabilizó la inflación en 23,6% al año. Este número refleja bien la política inflacionaria durante todo el período. La inflación en 1989, último año de gestión íntegra de los militares, la inflación fue 21,4%. En democracia la inflación se redujo y, nuevamente, su volatilidad cayó de manera espectacular.

      Es decir, el período desde la vuelta a la democracia ha coincidido con el mayor crecimiento y la menor inflación de la historia.

      El mayor crecimiento per cápita promedio, la menor inflación y la mayor estabilidad macroeconómica han tenido impactos significativos sobre la calidad de vida de los chilenos. No vamos a detallarlos aquí, pero el lector interesado puede ver, por ejemplo, La paradoja aparente, de Patricio Meller.

      Siguiendo la racionalidad desplegada anteriormente, el problema institucional de Chile no se entiende desde una lógica utilitarista. Según esta, la mayor abundancia de bienes y servicios que toda la población goza en Chile debiera conducirnos a una mayor paz social. Pero no es así.

      Si uno compara la situación de Chile, usando la Encuesta Mundial de Valores,4 con otros países de ingreso medio-alto o alto, como Alemania, Australia, Estados Unidos, España y Uruguay, cinco características lo distinguen.

      Lo primero es la valoración —casi un 60% de aprobación— del crecimiento económico. Encuestas paralelas, como las del Centro de Estudios Públicos, ratifican que la población valora el progreso económico, pero con dos características. Por un lado, la gente asocia ese progreso como producto de su propio esfuerzo y, por otro, en general piensa que su situación económica personal es superior a la situación del país en su conjunto.

      La segunda característica chilena es el bajo y decreciente nivel de

      confianza interpersonal.5 A la pregunta “¿Se puede confiar en la mayoría de las personas?”, un 12% contestó que sí en 2010-2014, mientras que entre 1989 y 2005 la cifra era de 22%. También contrasta con el alto porcentaje de personas que contesta afirmativo en países desarrollados: 45% en Alemania, 51% en Australia, 66% en Holanda. En Uruguay, un 14% señala que se puede confiar en el resto. Sobre la confianza en gente que uno conoce por primera vez, el 26% de las respuestas en Chile señala que no se puede confiar en quien uno conoce por primera vez. Eso se compara con un 18% en Alemania, 12% en Australia, España y Holanda. Solo Uruguay supera a Chile con un 40%. De entre la gente que señala que hay que ser muy cuidadoso al momento de confiar en una persona cualquiera, en Chile un 13% señala que se puede confiar completamente en el vecino, comparado con 10% en Alemania, 9% en Holanda o 3% en Australia.

      Una tercera característica se refiere a la creciente desconfianza en las instituciones, en particular los tres poderes del Estado. La desconfianza en el Congreso en Chile alcanza al 29%, comparado con 18% en Australia, 12% en Holanda o 9% en Alemania. Lo más preocupante es que esta desconfianza en el Congreso era de 8% al retornar a la democracia, y luego se ha situado permanentemente sobre el 20%. Tanto el bajo nivel actual de confianza como la tendencia decreciente se dan en los partidos políticos.

      Peor: la desconfianza en el Poder Ejecutivo alcanza a un 25%, comparado con un 19% en Australia, 13% en Holanda o 10% en Alemania. Solo España supera a Chile. La desconfianza con los funcionarios públicos en Chile llega al 21%, comparado con 16% en España, 9% en Holanda, 8% en Australia y 6% en Alemania. Respecto de la policía, el 9% desconfía en Chile, comparado con 4% en Alemania, 3% en Holanda y 2% en Australia. Salvo en el caso de la policía (en la que la desconfianza venía cayendo hasta 2014), el Poder Ejecutivo en todas estas dimensiones mostraba un deterioro en la confianza ciudadana.

      En cuanto al Poder Judicial, la desconfianza en los tribunales en Chile asciende a un 24%, superando a Uruguay con 17%, España con 14% o Australia con 7%. Esta desconfianza en los tribunales viene al alza desde el regreso de la democracia.

      Esta alta y creciente desconfianza en las instituciones democráticas convive con un alto apoyo a la democracia como sistema de gobierno. El 90% de los entrevistados cree que el sistema democrático es bueno o muy bueno, comparado con un 87% en Australia, 81% en Holanda u 80% en Estados Unidos. Pareciera, entonces, que los chilenos apoyan el sistema democrático, pero son críticos

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