Las guerras de Yugoslavia (1991-2015). Eladi Romero García
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En el otoño de 1937, el primer ministro reorganizó su formación para tener un mayor control y comenzó a adoptar la parafernalia fascista, tratando de dar a su gobierno el respaldo de un movimiento de masas, aunque sin excesivo éxito. El 8 de octubre de 1937, la oposición moderada, formada por el Partido Campesino Croata y varios partidos serbios, firmaron un acuerdo de cooperación contra el régimen, que fue bien recibido por la población. Esta oposición reunida exigía una nueva ley electoral, nuevos comicios libres y la formación de una asamblea constituyente que redactase una nueva constitución de consenso.
Con el campesinado contento por su capacidad de vender sus productos en Alemania y obtener de ella productos industriales asequibles, y las aparentes victorias diplomáticas que debían haber aislado a Maček, el primer ministro adelantó las elecciones a diciembre de 1938, seguro de su triunfo. A pesar de celebrarse sin voto secreto, los comicios supusieron una derrota para el primer ministro, que solo obtuvo el 54,1% de los votos frente al 44,9% de la oposición. La distribución del voto también reflejaba la división política que no había logrado eliminar: mientras que el gobierno había obtenido el 70% de los votos en la antigua Serbia, la oposición había logrado el 80% de los sufragios en los territorios con población croata. Los miembros croatas y eslovenos se retiraron del gabinete, debilitando al primer ministro.
La víspera de la apertura del Parlamento, el 15 de enero de 1939, los diputados de Maček se reunieron en Zagreb sin intención de acudir a Belgrado y proclamaron su indiferencia hacia el Parlamento yugoslavo, amenazando indirectamente con la guerra civil. Ante el deterioro de la situación internacional y el de la oposición, a pesar de su reciente victoria moral en las elecciones, el regente Pablo comenzó conversaciones secretas con Maček. Cuando este mostró su disgusto con el primer ministro, el regente lo destituyó el 6 de febrero, colocando en su lugar a un maleable Dragiša Cvetković, más dispuesto a seguir las directrices de Pablo.
A comienzos de la primavera de 1939, y con la nueva crisis internacional por la desaparición de Checoslovaquia en marzo, Maček y Cvetković trataron de lograr un acuerdo político. A su vez, el primero continuaba su alianza con la oposición serbia, al objeto de lograr el establecimiento de un régimen democrático, manteniendo contactos secretos con Mussolini sobre el posible apoyo italiano a la independencia de los territorios croatas.
Tras largas negociaciones, el acuerdo (conocido como Sporazum) solo se alcanzó el 20 de agosto de 1939, días antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Por este se creaba una nueva unidad administrativa croata con autonomía (la banovina de Croacia), un Parlamento propio y un gobernador nombrado por el trono y responsable ante este y el gobierno autónomo, pero no ante el central, quedando la nueva provincia (que contaba con un 27% del territorio y un 29% de la población del país) unida al resto de la nación a través del monarca. Su territorio no coincidía con el de la actual república de Croacia, pues incluía zonas hoy pertenecientes a Bosnia y Herzegovina. Según cuenta el historiador y político croata Zdracko Tomac (Zločin bez kazne, Matrix Croatica, Zagreb, 1999, p. 90 y siguientes), durante las conversaciones entre Maček y Cvetković el primero se preguntó sobre la suerte que correrían los bosniacos musulmanes. La respuesta de Cvetković resultó muy clarificadora: «hagamos como que no existen».
El 26 de agosto de 1939, Maček se convirtió en vice primer ministro del gobierno, y cuatro de sus correligionarios recibieron carteras ministeriales. El acuerdo no logró, sin embargo, su objetivo de acabar con el problema nacionalista en el país: bosnios, serbios y eslovenos deseaban obtener la misma autonomía ahora concedida a los croatas, los serbios de Croacia se sentían desamparados ante la nueva autonomía, y los nacionalistas croatas extremistas, cada vez más numerosos, pensaban que las concesiones obtenidas eran insuficientes. En sus negociaciones con el gobierno, Maček había destruido además la unidad de la oposición, pues sus aliados serbios se habían opuesto a aquellas, y acusaron al dirigente croata de traicionar la causa democrática.
Durante toda la monarquía yugoslava, albaneses y macedonios vieron negada su identidad nacional y cultural, e incluso fueron considerados pueblos subdesarrollos a los que había que asimilar o, en su defecto, expulsar. Quienes más padecieron ese rechazo fueron los albaneses de Kosovo, en su mayoría musulmanes (aparte de una minoría católica). El ejército serbio, al regresar en 1918, actuó de forma brutal, imponiendo un régimen de terror y provocando ese mismo año la creación de un Comité Nacional de Defensa de Kosovo, conocido como Comité de Kosovo. Esta organización luchó por la separación del territorio habitado por albaneses (es decir, Kosovo-Metohija, Macedonia occidental y partes del Sanjacato de Novi Pazar, es decir, el Sandžak) del recién formado Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, y su anexión a Albania. El comité llegó a recibir una ayuda sustancial, en efectivo y en armas, de los italianos, intentando la cooperación con los opositores montenegrinos y macedonios. Los ataques contra los funcionarios yugoslavos en la región fueron constantes, y a finales de septiembre de 1924, el ejército monárquico se vio obligado a emplear incluso artillería para sofocar la revuelta. Las ejecuciones fueron muy numerosas. Durante los años 30 se llevó a cabo además un programa de serbianización, instalando colonos campesinos en algunas zonas, empleando en las escuelas solo el idioma serbocroata y confiscando tierras a los albano-kosovares. El historiador y político serbobosnio Vaso Čubrilović, que de joven había colaborado en el asesinato del archiduque Francisco Fernando, llegó a proponer en 1937 la expulsión en masa de los albaneses de Kosovo.
La Segunda Guerra Mundial
En marzo de 1939, la desaparición de Checoslovaquia, conquistada por el III Reich alemán, le costó a Yugoslavia el perder la principal fuente de armamento y el traspaso de las inversiones checoslovacas a Alemania. Mussolini estableció contacto además con miembros del Partido Campesino Croata, buscando desestabilizar al gobierno yugoslavo. Las relaciones italo-yugoslavas volvieron a empeorar, sobre todo tras la ocupación de Albania por Italia en abril. En un principio, sin embargo, Alemania e Italia decidieron no apoyar los intentos de desmembramiento del país, siempre que este mantuviese su relativa proximidad al Eje. Los yugoslavos se apresuraron a asegurar su futura neutralidad y a no ingresar en ninguna coalición contra italianos y alemanes. A pesar de los intentos de intimidación germanos, el regente se negó a abandonar la Sociedad de Naciones.
La situación de Yugoslavia en Europa fue deteriorándose poco a poco. Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Yugoslavia declaró de nuevo e inmediatamente su neutralidad. Los beligerantes aprobaron la postura yugoslava: Alemania deseaba mantener el suministro de materias primas yugoslavas, y los aliados no estaban en situación de exigir más del gobierno de Belgrado. Italia, sin embargo, se mostró más belicosa. En enero de 1940 Mussolini aceptó volver a reunirse con Pavelić, que aspiraba a la independencia de Croacia. En junio de 1940, capitulaba el principal aliado, Francia. En el verano, Hitler prohibía el ataque italiano a Yugoslavia, para el que Mussolini había ordenado ya preparar un plan de campaña. En el otoño, los vecinos fueron cayendo bajo dominio alemán, firmando uno tras otro el Pacto Tripartito (Rumanía el 23 de noviembre de 1940, Hungría el 20 de noviembre de 1940 y Bulgaria el 1 de marzo de 1941). El ataque italiano a Grecia de octubre de 1940, que acabó con la derrota temporal italiana y la necesidad de auxilio alemán a su aliado, complicó aún más la situación de la neutral Yugoslavia. Hitler deseaba asegurarse la cooperación o clara neutralidad yugoslava para su proyectado ataque a Grecia.
A pesar de la tradicional actitud hostil de la familia real yugoslava al régimen soviético, el deterioro de la situación internacional y la necesidad de un contrapeso al creciente dominio alemán aconsejaron revisar la situación. En marzo de 1940 comenzaron las conversaciones con la Unión Soviética, que llevaron a la firma de un tratado comercial el 13 de mayo de 1940 y al establecimiento de relaciones diplomáticas en junio. Un