Las guerras de Yugoslavia (1991-2015). Eladi Romero García
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En el aspecto militar, mientras el Ejército Rojo avanzaba hacia Hungría tras haber entrado en Sofía el 9 de septiembre de 1944, los partisanos de Tito, en colaboración con el ejército soviético, liberaron Belgrado el 20 de octubre, aunque los alemanes resistieron en algunos puntos de Bosnia, Croacia y Eslovenia hasta mayo de 1945.
La guerra dejó un saldo espeluznante. Entre la invasión de Yugoslavia en abril de 1941, y su completa liberación en mayo de 1945, además de los enfrentamientos estrictamente militares, el país quedó marcado por una serie de matanzas de una considerable magnitud que dejaron una huella de odio muy duradera. En primer lugar, destacamos las masacres de serbios cometidas por los ustaše, en el momento inmediatamente posterior a su toma del poder, en mayo de 1941. En su zona de ocupación, el ejército italiano se opuso frecuentemente a esas atrocidades. Las víctimas de los campos de la muerte, como el mencionado de Jasenovac, afectaron a los judíos yugoslavos, serbios y gitanos, de forma que, ya en el periodo final de la guerra, muchos croatas acabaron oponiéndose a los ustaše. A su vez, los chetniks serbios asesinaron también a musulmanes y especialmente a croatas, principalmente en Bosnia-Herzegovina y en el Sanjacato. Los partisanos ejecutaron igualmente a muchos de sus adversarios políticos. Tras la liberación, los británicos entregan a Tito los restos del ejército y de los funcionarios de Pavelić (que logró huir con algunos seguidores a Argentina y acabaría falleciendo en Madrid, donde se encuentra enterrado, en 1959) que se les habían rendido, junto con sus familias, en el pueblo fronterizo austríaco de Bleiburg. En total, algunas decenas de miles de personas, casi todas exterminadas en las posteriores marchas de la muerte, por las que se recorrieron centenares de kilómetros hasta su agotamiento. Y lo mismo sucedió con unos 10.000 eslovenos de la guardia blanca, soldados bajo mando alemán que combatieron a los partisanos y que en mayo de 1945 fueron devueltos desde Austria por los británicos para ser ejecutados.
El balance de todas estas masacres es difícil de establecer, y ha dado lugar a diversas polémicas entre historiadores. Las cifras aceptadas en el siglo xxi por los estudiosos, ya avanzadas, hablan de alrededor de un millón de muertos en todo el país, de ellos cerca de 500.000 serbios, 200.000 croatas, 100.000 musulmanes bosnios, 60.000 judíos, entre 20.000 y 50.000 montenegrinos, 35.000 eslovenos, casi 30.000 gitanos,15.000 albaneses, 6.000 macedonios y casi 3.000 húngaros. Buena parte de estas víctimas murieron en territorio del Estado Independiente de Croacia. En ese territorio se habla de 30.000 víctimas judías, entre 16.000 y 27.000 gitanos y 350.000 serbios (aunque no todos estos asesinados por los ustaše). Las víctimas judías y gitanas a manos de alemanes y húngaros habrían sido también numerosas en Serbia.
La república socialista yugoslava
El 9 de mayo de 1945, siete días después de que el Ejército soviético tomase Berlín, los partisanos entraron en Zagreb sin encontrar resistencia. Para entonces ya se había producido la rendición de la Alemania nazi, aunque a pesar de esto los combates todavía se alargarían en la zona de Eslovenia hasta el 15 de mayo.
La victoria militar sobre los nazis supuso un enorme éxito para Tito y los comunistas, que vieron reforzada su popularidad entre la población yugoslava. Por el contrario, después de cuatro años de guerra la posición de la monarquía había quedado en una situación muy precaria, como también ocurría con los políticos del periodo anterior a la guerra. El 11 de noviembre tuvieron lugar las primeras elecciones yugoslavas de la posguerra, tal y como se hubiera acordado meses antes. Tito y los comunistas concurrieron a los comicios bajo la coalición del Frente Unitario Nacional de Liberación, mientras que los monárquicos se negaron a participar en las elecciones y las boicotearon. La coalición liderada por los comunistas logró obtener un triunfo aplastante con un 90% de los votos. El resultado electoral confirmó a los comunistas en el poder. Unas semanas después, el 29 de noviembre de 1945, el nuevo Parlamento electo aceptaba la nominación de Tito al cargo de primer ministro y a su vez proclamó la República Federativa Popular de Yugoslavia, de acuerdo con la Constitución que entró en vigor al año siguiente. Pedro II, aislado y sin apoyos, nunca pudo regresar a su antiguo reino.
El nuevo Estado yugoslavo se fundó sobre los cimientos de la resistencia partisana contra la ocupación alemana, algo que estuvo presente durante las siguientes décadas. De hecho, salvo algunas ayudas limitadas de los británicos y la cooperación soviética durante la liberación de Belgrado, Yugoslavia fue uno de los dos países europeos que se liberó de la ocupación nazi por sus propios esfuerzos.
A partir de 1948, Yugoslavia, a diferencia de otros países comunistas de Europa, eligió un camino independiente de la Unión Soviética y no fue miembro del Pacto de Varsovia. En cambio, fue uno de los países fundadores del Movimiento de Países No Alineados en la década de los 50. El Estado estaba organizado según la Constitución de 1946, la cual fue enmendada en 1963 (cuando cambió su nombre inicial por el de República Federativa Socialista de Yugoslavia, RFSY) y 1974. El Partido Comunista de Yugoslavia, ganador de las elecciones realizadas tras la Segunda Guerra Mundial, permaneció en el poder a lo largo de la existencia del Estado. Conocido a partir de 1952 como Liga de los Comunistas de Yugoslavia, estaba compuesta por los partidos comunistas de cada república constituyente. Josip Broz Tito fue el principal líder de la RFSY y su presidente desde su creación hasta su muerte en 1980.
El nuevo Estado adoptó una estructura federativa, estableciéndose seis repúblicas que más o menos mantuvieron sus fronteras históricas: Serbia, Croacia (que recuperó la Istria y la Dalmacia italianas), Eslovenia, Montenegro, Bosnia y Herzegovina y Macedonia. Una estructura que recordaba a la, en un primer momento, aliada Unión Soviética, basada en un dominio pleno del partido comunista en cada una de las repúblicas. La idea era crear una sociedad completamente nueva, basada en el internacionalismo proletario, sin apenas tener en cuenta las diferencias étnicas, y buscando reparar las injusticias cometidas por el régimen monárquico anterior. Para muchos serbios, esta estructura fue percibida como una agresión, al desvincularse de su república el antiguo territorio conquistado de Macedonia, y al mantenerse una elevada proporción de población serbia en otras repúblicas (como Croacia o Bosnia y Herzegovina). Pero el control dictatorial ejercido por el Partido Comunista de Yugoslavia y por la policía secreta evitó cualquier tipo de protesta. La sensación de que el nuevo Estado pretendía ofender a los serbios todavía se intuyó más cuando, en 1974, las provincias de Kosovo y Vojvodina obtuvieron la plena autonomía dentro de la república de Serbia.
Tito en 1977.
Los orígenes de la confrontación
Primeros problemas nacionalistas
Desde la década de los años 70, el régimen comunista yugoslavo se vio severamente desafiado por numerosas disensiones internas que iban desde la facción nacionalista y descentralizadora liderada por los croatas y eslovenos, partidaria de una federación descentralizada que concediera mayor autonomía a Croacia y Eslovenia, hasta la facción centralista liderada por los serbios, defensora de una federación centralizada que asegurara los intereses de los serbios en la federación, ya que en el conjunto del país constituían el principal grupo étnico. Desde el punto de vista económico,