Salud del Anciano. José Fernando Gomez Montes

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Salud del Anciano - José Fernando Gomez Montes LIBROS DE TEXTO

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significado que tienen acerca del envejecer con éxito de acuerdo con su trayectoria de vida y sus prácticas sociales e individuales. Los resultados muestran que se aprende y se enseña a envejecer y a ser viejo y el envejecimiento tiene una cualidad de reproducción social. Así, el envejecimiento supera los límites de la individualidad, dado que genera una serie de ondulaciones sinérgicas en el entramado de las redes a las que el individuo pertenece. El envejecimiento exitoso es el arte de envejecer en sociedad, las personas no son unidades aisladas envejeciendo, son delicadas uniones estratégicamente articuladas, la gama de experiencias enriquecen los saberes colectivos y generan variaciones adecuadas a las necesidades de cada individuo o grupo social. En la figura 7.2 se muestra el modelo conceptual del envejecimiento exitoso desde la perspectiva del curso de vida.

      De acuerdo con este planteamiento, el envejecimiento se concibe no como un proceso aislado que se gesta en la individualidad, sino como un proceso social. Este modelo es interactivo, es decir, cada uno de sus elementos está relacionado y todos se articulan entre sí. La trayectoria de vida posee un espacio geográfico y biográfico en donde el individuo agencia la vida con sus prácticas a través de tres dominios centrales: a) salud, b) trascendencia, y c) redes y soporte social. Los dominios se hallan entramados dentro de cada uno de sus componentes sustanciales y no tienen niveles jerárquicos. La trascendencia es aquello que queda como resultado del uso de la creatividad para responder ante los diferentes retos, cambios y transiciones que se deben afrontar en la trayectoria de vida; los actos tienen una trascendencia más allá del lapso en que ocurren y traen consecuencias que pueden ser más duraderas que sus causas. Se expresa en el autorreconocimiento y el reconocimiento social, la espiritualidad y el legado a las futuras generaciones. La salud es más que la ausencia de enfermedad porque la enfermedad se encuentra presente en la trayectoria de vida, en diferentes niveles y estados, mientras que la salud se expresa como bienestar, aceptación y posibilidad de un continuo desarrollo humano, es un bien fundamental. Las redes y el soporte social (la familia, el trabajo y los amigos) constituyen la principal fuente de cuidado e intercambio de capital social, cultural y económico. Es allí donde las personas pueden expresarse de acuerdo con sus condiciones de salud y transcender.

      En síntesis, la propuesta de Rowe y Kahn en torno al Envejecimiento Exitoso (EE)1 está centrada en desmitificar las pérdidas asociadas a la edad y resaltar la importancia de las condiciones físicas, sociales y cognitivas como un acumulado de competencias o “capitales” adquiridos por cada individuo en su proceso de envejecimiento; pero centrarse en el individuo y en su responsabilidad para alcanzarlo deja al mar-gen la influencia de las determinaciones sociales, culturales, económicas, políticas y ambientales con las que se encuentra cada persona en su experiencia dentro del mundo social, entonces, su condición física, sus relaciones sociales y su capacidad cognitiva no solo expresan el aprovechamiento en términos de potencialización de las experiencias, los recursos y oportunidades a través de sus elecciones individuales, sino que para hablar de un envejecimiento exitoso como un enfoque multidimensional se debe tener en cuenta la manera como la interacción individuo-sociedad hace posible o no envejecer con éxito.

      Así, el envejecimiento exitoso es un concepto de naturaleza multidimensional tal como se expuso; no emerge espontáneamente en la vejez, por tanto, se construye en el curso de vida; es un concepto multinivel que comienza con un nivel individual y continúa a un nivel más alto, en el que se tienen en cuenta las condiciones estructurales y ambientales, es decir, cubre muchas dimensiones en diferentes niveles, desde los micro hasta los macro. Además, es contextual, en la medida en que es sensible a la cultura y a contextos específicos.

      En 1990, la OMS planteó un concepto de envejecimiento saludable centrado principalmente en la salud física, mental y social y, en consecuencia, similar a la definición tradicional de salud. En este escenario el envejecimiento saludable se enfoca en mantener una buena salud (física, mental, social) a través de un estilo de vida saludable y ser físicamente activo. Se establece como una de las probables trayectorias al envejecer, con unas bases biológicas cada vez más claras y se establecen relaciones con desenlaces en morbilidad y en mortalidad.

      Una de las primeras definiciones de envejecimiento saludable propuesta por la OMS en 1990 lo describe como un proceso complejo de adaptación a los cambios físicos, sociales y psicológicos a lo largo de la vida. Inicialmente, se planteó bajo un modelo biomédico, con tres dominios principales: la salud física que incluye elementos como la función fisiológica, pulmonar, el metabolismo de la glucosa, la composición corporal, la función endocrina, las hormonas sexuales y los marcadores de función inmune; la capacidad funcional que involucra aspectos como la fuerza, el equilibrio y la locomoción), y el dominio cognoscitivo que integra diferentes elementos de las funciones mentales superiores.

      Sin embargo, al igual que ocurre con el envejecimiento exitoso, no hay consenso sobre su significado, lo que dificulta las comparaciones, la medición y el resultado de los programas de intervención. Peel et al. (2004) realizaron una revisión sistemática en la que subrayan la necesidad de establecer un estándar para definir y cuantificar el concepto y, a pesar de las diferencias, según los autores hubo consenso en que el envejecimiento saludable un proceso de optimización de las oportunidades para mejorar y preservar el bienestar físico, social, mental, la salud, la independencia y la calidad de vida, que dura toda la vida; es un resultado de salud positivo, multidimensional y debería medir la capacidad de funcionar bien y adaptarse a los desafíos ambientales.

      A partir de los años noventa, y todavía recientemente, se han propuesto diversas teorías sobre el envejecimiento saludable. Franco et al., (2009) plantean que la vida y el envejecimiento son prácticamente sinónimos y uno no puede ocurrir sin el otro, pero a diferencia del envejecimiento, la mala salud no es una condición sine qua non de la vida. En este contexto, definen el ‘fenotipo de envejecimiento saludable como la condición de estar vivo, a la vez que los sistemas de control metabólico, hormonal y neuroendocrino están altamente conservados a nivel orgánico, tisular y molecular. Además, se caracteriza por un mayor grado de complejidad fisiológica en aspectos de funcionamiento tales como la variabilidad de la frecuencia cardiaca, la estructura neuronal y la arquitectura ósea, que se asocian con un cuerpo biológicamente más joven. El fenotipo de envejecimiento saludable representa la reserva óptima y la resiliencia biológica para responder y adaptarse a factores estresantes ambientales diarios, lo que se traduce en la ausencia de condiciones médicas (por ejemplo, ECV, demencia, cáncer) y la presencia o mantenimiento de otros aspectos importantes del funcionamiento humano (por ejemplo, función física). Este fenotipo es multidimensional, dependiente de la edad y del género, y está determinado por la interacción entre los genes, la impronta epigenética y los factores ambientales. Posteriormente, Mathers et al. en 2014 establecieron la guía de biomarcadores de envejecimiento saludable que contempla cinco grupos de biomarcadores con sus respectivas dimensiones e instrumentos de evaluación.

      Con base en esta guía, Lara et al. (2013) plantean que el envejecimiento saludable es la capacidad de participar socialmente, ser productivo y funcionar independientemente tanto a nivel físico como cognitivo. Después de una evaluación de la literatura, estos autores seleccionaron las siguientes dimensiones: salud fisiológica y metabólica, capacidad física, función cognitiva, bienestar social y bienestar psicológico, a fin de caracterizar el fenotipo de envejecimiento saludable. Posteriormente, propusieron un modelo de cinco grupos de biomarcadores: función fisiológica (función cardiovascular y pulmonar, metabolismo de la glucosa y composición corporal); función endocrina (marcadores del eje hipotálamo hipofisiario, hormonas sexuales y hormonas de crecimiento); capacidad física (fuerza, locomoción, equilibrio y destreza); función cognoscitiva (memoria, velocidad de procesamiento y función ejecutiva), y función inmune (factores inflamatorios). Según los autores este modelo puede distinguir entre ancianos saludables y no saludables y valorar los cambios con el tiempo.

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