El príncipe. Nicolás Maquiavelo

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El príncipe - Nicolás Maquiavelo

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Lettere. Editorial citada, p. 440 (21/X/1525).

      29 Niccolò Machiavelli. Discorsi sulla prima deca... I, 40.

      30 Maquiavelo había desempeñado una función importante, como secretario de los “Diez de la guerra”, en la larga lucha de su Comuna para recuperar a Pisa, en el período que él consideró siempre como el más positivo de su vida. En el desempeño de sus tareas, hizo todo lo posible para que su ciudad lograra ese objetivo, considerando que ese era el deber de todo buen ciudadano. Pero nunca ocultó su dolorosa simpatía por la desafortunada Florencia y por su heroica resistencia. Ésta ya se vislumbra en los Decenales, donde se siente su desprecio por los aliados de Pisa que se dejaron comprar por el gobierno florentino. Y sigue, dirigiéndose —como, siempre en los Decenales— a sus conciudadanos: “Pues, como Pisa había quedado sola, la rodeasteis sorpresivamente: no podía entrar allí sino quien vuela. Y, aunque fuera obstinada enemiga, por la necesidad rota y vencida, volvió llorando a la cadena antigua. (Decenales, II, 157-59/163-65.)

      31 Hubo un momento, en 1515, en que Julián pareció dejarse convencer a emplearlo pero vino en seguida la contraorden de Roma: “Escribidle de mi parte que yo lo aconsejo a no tener nada que ver con Niccolò”, comunicaba a un intermediario, el Cardenal de Médici, primo del Papa (Roberto Ridolfi, Vita di Niccolò Machiavelli. Firenze, Sansoni, 1978, p. 254).

      32 En una carta, ya citada, a Francisco Guicciardini (21/X/1525), Maquiavelo escribe a este respecto: “Me aumentaron hasta cien ducados por las Historias (alude a las Historias Florentinas, título de la obra que le había sido encomendada). Empiezo ahora a escribir de nuevo y me desahogo acusando a los príncipes que, todos han hecho lo posible para traernos hasta aquí”. Alude con estas palabras a la victoria de Carlos V en Pavía y a sus consecuencias, nada prometedoras, para Italia. (Niccolò Machiavelli, Lettere. Editorial citada, p. 444.)

      33 Hay que leer a Maquiavelo dando a las palabras el valor que él les daba. Cuando dice que el príncipe nuevo se ve obligado a veces a ser inhumano para “conservar el estado”, no entiende por “estado” la patria y su integridad en sentido colectivo, como parece interpretar ésta tan repetida expresión F. De Sanctis (y Croce con él). Maquiavelo quiere decir que el príncipe, con esos medios, salva su posición en la ciudad, su propio poder, a menudo en desmedro del bienestar común. El significado de la palabra es aún vacilante; está aún muy cerca de su origen participial. En El Príncipe a veces vale “condición”, a veces “poder, gobierno”, a veces “territorio con sociedad organizada y gobierno”. Leamos un fragmento en que el sustantivo está estrechamente relacionado con el verbo que le ha dado origen. Se refiere a los príncipes “civiles”, que reciben el poder del pueblo y encuentran un estorbo en los magistrados: “En el último caso (cuando haya magistrados), su estado (su condición) es más débil y peligroso, pues ellos están (se mantienen) con la voluntad de los ciudadanos que ocupan las magistraturas, quienes, máxime en los tiempos adversos, les pueden quitar con gran facilidad el estado (el poder)”. Estas líneas se pueden leer hacia el final del capítulo IX de El Príncipe. El hecho de que la ambigüedad del término pueda mantenerse en la traducción, es significativo. Pero, en general, se puede decir que, para traducir a Maquiavelo, hay que partir de una interpretación previa de su pensamiento político. Y ésta depende del peso que se dé a algunas palabras claves. Si salimos del “Príncipe”, la pluralidad de sentidos de esta palabra tan discutida se hace más evidente aún. Dice, por ejemplo, el viejo Nicia en la III escena del II acto de la Mandrágora: Chi non ha lo stato in questa terra, de nostri pari, non trova cane che gli abbai (“Quien no tiene estado en esta ciudad, de los de nuestra condición, no encuentra perro que le ladre”), donde la palabra equivale a “buena situación”, especialmente en lo económico.

      34 Nicolás Maquiavelo, El Príncipe. Capítulo XVIII.

      35 Niccolò Machiavelli, Discorsi sulla prima deca... I, 18.

      El Príncipe se divide naturalmente en tres partes, netamente distintas por su estilo: la dedicatoria, los capítulos 1-25 y el capítulo 26. Estas tres partes corresponden respectivamente a tres aspectos de la complicada personalidad de Maquiavelo: el aspecto oportunista, que siempre lo lleva, en las catástrofes, a buscar el mal menor, prevalece en la primera; su vocación de técnico de la vida política, y a la vez de artista dramático, en la segunda; su pasión patriótica en la tercera. En las primeras dos, el moralista, el Maquiavelo del “deber ser” no está ausente, sino reprimido, y a veces asoma; en el último capítulo aparentemente triunfa, pero llevado por el patriotismo a un terreno que no es el suyo, escribe, en un estilo que tampoco es el suyo, palabras apasionadas, que han sido consideradas definitorias y son las más circunstanciales, instrumentales, contradictorias con su pensamiento habitual que hayan salido de su pluma.

      Niccolò Machiavelli • Nicolás Maquiavelo

       Il Principe • El Príncipe

      Sogliono, el piú delle volte, coloro che desiderano acquistare grazie appresso uno Principe, farsegli incontro con quelle cose che infra le loro abbino piú care, o delle quali vegghino lui piú delettarsi; donde si vede molte volte essere loro presentati cavalli, arme, drappi d’oro, pietre preziose e simili ornamenti degni della grandezza di quelli. Desiderando io, adunque, offerirmi alla Vostra Magnificenzia con qualche testimone della servitú mia verso di quella, non ho trovato, intra le mia suppellettile, cosa quale io abbi piú cara o tanto esistimi, quanto la cognizione delle azioni degli uomini grandi, imparata da me con una lunga esperienza delle cose moderne e una continua lezione delle antique; le quali avendo io con gran diligenzia lungamente escogitate ed esaminate, e ora in uno piccolo volume ridotte, mando alla Magnificenzia Vostra.

      E benché io giudichi questa opera indegna della presenzia di quella, tamen confido assai che per sua umanità ali debba essere accetta, considerato come da me non gli possa essere fatto maggiore dono che darle facultà a potere in brevissimo tempo intendere tutto quello che io, in tanti anni e con tanti mia disagi e periculi, ho conosciuto e inteso. La quale opera io non ho ornata né ripiena di clausule ample, o di parole ampullose e magnifiche, o di qualunque altro lenocinio o ornamento estrinseco, con li quali molti sogliono le loro cose descrivere e ornare; perché io ho voluto, o che veruna cosa la onori, o che solamente la varietà della materia e la gravità del subietto la facci grata. Né voglio sia reputata presunzione se uno uomo di basso ed infimo stato ardisce discorrere e regolare e’ governi de’ principi; perché, cosí come coloro che disegnano e’ paesi si pongono bassi nel piano a considerare la natura de’ monti e de’ luoghi alti, e per considerare quella de’ bassi si pongono alti sopra e’ monti, similmente, a conoscere bene la natura de’ populi, bisogna essere principe, e a conoscere bene quella de’ principi bisogna essere populare.

      Pigli, adunque, Vostra Magnificenzia questo piccolo dono con quello animo che io lo mando; il quale se da quella fia diligentemente considerato e letto, vi conoscerà dentro uno estremo mio desiderio, che Lei pervenga a quella grandezza che la fortuna e le altre sue qualità gli promettano. E se Vostra Magnificenzia dallo apice della sua altezza qualche volta volgerà gli occhi in questi luoghi bassi, conoscerà quanto io indegnamente sopporti una grande e continua malignità di fortuna.

       NICOLÁS MAQUIAVELO AL MAGNÍFICO LORENZO DE’ MÉDICI

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