La guerra de Catón. F. Xavier Hernàndez Cardona
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─ ¿Hispania? ¿Mañana? ¿Cómo es posible? ─Lucio manifestó perplejidad─. No me ha llegado ninguna noticia de preparativos de guerra... Pensaba que la clase política se dedicaba al problema del lujo femenino. Si lo que dices es cierto, en pocos días nos podríamos plantar en Emporion.
Catón fingió ignorar la sorpresa de Lucio...
─ ¿Emporion o Tarraco? ¿Qué opinas? ¿Dónde debemos desembarcar?
Lucio intentó reponerse de la sorpresa y adaptarse a la vertiginosa situación.
─ Perdona, Cónsul, pero las cosas no son tan lineales. Las comunicaciones militares con Hispania son exclusivamente de cabotaje. Emporion es la puerta de entrada imprescindible. Tarraco o Cartago Nova sólo tienen valor si, además, se controla Emporion. Por otra parte, la experiencia me dice que tardarás todavía un par de semanas en concentrar tus legiones... ¿O no?
─ No, nada de eso Lucio, mis dos legiones consulares se han preparado en secreto y están listas. Mira, Roma es un hervidero de espías. Los masaliotas son nuestros aliados, pero serían felices si nos perdieran de vista. Los íberos tienen informantes en toda la costa y, por supuesto, Aníbal está al día de todo. Al menor indicio de preparativos de embarque de tropas las noticias hubieran volado, de puerto en puerto, hasta llegar a oídos del enemigo. Tú no has detectado preparativos y eso es bueno.
─ Bueno... Se dice que hay tropas correteando por Ostia... ─puntualizó Lucio.
─ Sí, ciertamente ─Catón sonrió con satisfacción─. Son las tropas destinadas a los pretores hispanos Claudio Nerón y Publio Manlio, y las de refuerzo de las legiones V y VI que acampan a la vista de todos, cerca de Ostia. Nadie piensa que este ejército se pueda poner en marcha a corto plazo.
─ ¿Son un cebo? ─preguntó Lucio cada vez más sorprendido.
─ Efectivamente, Lucio, la gente cree que el ejército está inactivo, pero las dos legiones consulares, en pequeñas columnas, ya han marchado hacia el puerto de Luna. Y a los legionarios se les ha dicho que van a someter a los celtas boios. Tengo barcos de gran arqueo preparados en el litoral de Cosa, en Telamón, Tarquinia y Vetulonia, y mañana requisaremos naves en Ostia y Centumcellae. Pasado mañana, mis legionarios embarcarán hacia Hispania. Llegaremos antes que los íberos reciban la noticia de nuestra partida. No tendrán tiempo para movilizarse. Podremos asegurar campamentos en los primeros días de campaña.
─ No puedo creerlo ─Lucio estaba muy sorprendido, nunca había sospechado que la administración pudiera ser tan eficaz.
─ Algunos piensan que solo estoy preocupado por las mujeres, lo cierto es que las joyas no me interesan lo más mínimo. Pero el debate ha permitido encubrir lo que ha sido nuestra actividad principal: movilizar el ejército. El destino ha querido que yo sea cónsul, y te aseguro que nuestra campaña cambiará el destino de Hispania, de Roma y del mundo. A finales de maius estaremos en Emporion, durante el verano derrotaremos a los íberos de la costa y marcharemos a someter el sur. Mi mandato sólo dura un año, dispongo de poco tiempo para cambiar el futuro y quiero que me ayudes en esta aventura.
Lucio, sorprendido, se emocionó... el plan era perfecto. Catón iba a descargar el golpe cuando, entrado el mes de maius, se descartaba cualquier posibilidad de intervención. Naturalmente, los íberos después de dos meses esperando el desembarco también estarían pensando que el peligro se alejaba un año más.
─ Perdona, Cónsul. ¿Me estás diciendo, pues, que el ejército está preparado y me propones que me incorpore, inmediatamente? ¿Y que en pocas horas iniciaremos una travesía marítima hacia Hispania?
─ Bueno, no será una travesía sino una navegación de cabotaje aprovechando las ciudades masaliotas que utilizaremos como refugio si hay tormentas. Una marcha terrestre supondría casi dos meses de caminata, mayor intendencia y erosión de las cáligas. Así que... navegaremos saltando de puerto en puerto y evitando la navegación nocturna: Luna, Genua, Nikala, Antipolis, Olbia, Tauroels, Masalia, Agatha y... Emporion. Seguiremos como el rayo la derrota masaliota hasta la puerta de Hispania.
─ Estoy a tu servicio... y al servicio de Roma. ¿Puedo ir a recoger algunas cosas?
─ Pronto comenzará el amanecer. Tienes dos horas. Luego partiremos hacia Ostia y tomaremos un quinquerreme. Arregla tu documentación con mi secretario Anaxágoras.
Saludos de Escipión
Roma, Lucio marcha con Catón hacia el puerto de Luna. Días V, IV y III antes de las nonas de maius. Año 558 (3, 4 y 5 de mayo. Año 195 a. C.).
Lucio se puso a disposición de Anaxágoras, el liberto griego secretario del cónsul. Era un tipo parecido a Catón, gordo, calvo, y más o menos de su misma edad. Recordó que en el Foro bromeaban, y que los llamaban Pólux y Castor. Anaxágoras acreditó a Lucio como servidor de la República en misión especial. Luego le preguntó dónde debía ingresarle los emolumentos.
─ En la delegación del banco de Anaximandro de Alejandría, y quiero una cláusula que especifique que, en caso de muerte, las cantidades depositadas se hagan llegar a Friné, la dueña del hostal El Unicornio, de Emporion.
─ De acuerdo, dalo por hecho, pero te recuerdo que este no es un buen banco, está vinculado al banco de Antígono de Cartago... A ver si acabarás engordando a Aníbal.
─ Señor ─Lucio, que tenía una enemistad de manera permanente con los bancos, se excitó─, hoy por hoy, y que yo sepa, tenemos un tratado de paz con Cartago. Los bancos romanos me extorsionan, el de Anaximandro siempre me presta cuando necesito, por otra parte, que yo sepa, la plata no tiene patria... ¿No crees?
─ De acuerdo, lo que digas. ¿No quieres saber la remuneración que te corresponde?
─ No es necesario, viniendo del Estado seguro que es miseria. Esperaré a ver si sois capaces de sorprenderme.
Lucio volvió a la carrera, hasta su apartamento. Quería cerrar bien, tirar los restos de comida, tomar su espada y el puñal celtíbero de antenas que tanto apreciaba. Llegó sin aliento a la quinta planta. La puerta del apartamento estaba abierta, pensó que con las prisas del desalojo nocturno había olvidado cerrar. Pero su instinto le advirtió que algo pasaba. Avanzó con prudencia. Apenas entró un fuerte puñetazo se le estrelló contra su cara. Todo quedó oscuro. Notó cómo su cuerpo se desplomaba. Inmediatamente, sus costillas recibieron una lluvia de patadas, quedó sin respiración. A continuación, notó un acero frío acariciándole el cuello y pensó que había llegado el final... En una fracción de segundo hizo balance de su vida, no había ido mal, pero... pero... algo pasaba, el final se retrasaba. El pinchazo o corte no llegaba. Finalmente, enfocó la vista. Tres matones lo tenían inmovilizado, uno amenazaba con un puñal y los otros usaban cáligas claveteadas de tipo militar para pisarle el estómago y un brazo. Un cuarto individuo daba las órdenes y era el que hablaba.
─ Hola chico. Soy Lupus y... soluciono problemas, y tú eres un problema. Te estás portando mal. Escipión está molesto contigo. Vas por ahí diciendo que fuiste el artífice de la victoria de Zama. Esto... no está bien. Ahora dicen que vas con el cerdo tusculano. Esto al Africano tampoco le gusta. Sin embargo, no impediremos que vayas a... ¿Hispania?
Lucio aún no había recuperado plenamente la conciencia pero empezó a entender