El Capitán Veneno. Pedro Antonio de Alarcón
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Angustias. – ¡Lo que yo hago199 cuando usted me dice estas atrocidades tan graciosas! ¡Agradecerlas… y sonreír! Porque ya habrá usted observado que yo no soy llorona…; razón por la cual, en su retrato de las Angustias sobra aquello de las lágrimas de cocodrilo…200
El Capitán. – ¿Está usted viendo? ¡Esa respuesta no la201 daría Lucifer! ¡Sonreír! ¡Reírse de mí, es lo que hace usted continuamente! ¡Pues bien! Decía, cuando usted me ha clavado ese nuevo puñal, que de todas las damiselas que había temido encontrar en el mundo, la más terrible, la más odiosa para un hombre de mi temple… – perdóneme la franqueza – ¡es usted! ¡Yo no recuerdo haber experimentado nunca la ira que siento cuando usted se sonríe al verme furioso! ¡Paréceme como que duda usted de mi valor, de la sinceridad de mis arrebatos, de la energía de mi carácter!
Angustias. – Pues óigame usted a mí, ahora, y crea que le hablo con entera verdad. Muchos hombres he conocido ya en el mundo; alguno que otro me ha solicitado; de ninguno me he prendado todavía… Pero si yo hubiera de enamorarme con el tiempo, sería de algún indio bravo por el estilo de usted. ¡Tiene usted un genio hecho de molde para el mío!
El Capitán. – ¡Vaya usted a los mismísimos diablos!202 ¡Generala! ¡Condesa! ¡Llame usted a su hija, y dígale que no me queme la sangre! En fin; ¡mejor es que no juguemos al tute! Conozco203 que no puedo con usted… Llevo algunas noches de no dormir, pensando en nuestros altercados, en las cosas duras que me obliga usted a decirle, en las irritantes bromas que me contesta, y en lo imposible que es el que usted y yo vivamos en paz, a pesar de lo muy agradecido que estoy a… la casa. ¡Ah! ¡Más me hubiera valido que me dejase usted morir en mitad204 de la calle!.. ¡Es muy triste aborrecer, o no poder tratar como Dios manda a la persona que nos ha salvado la vida exponiendo la suya! ¡Afortunadamente, pronto podré mover esta pícara pierna; me iré a mi cuartito de la calle de Tudescos, a la oficina de mi seráfico pariente y a mi Casino de mi alma,205 y cesará este martirio a que me ha condenado usted con su cara, su cuerpo y sus acciones de serafín, y con su frialdad, sus bromas y su sonrisa de demonio! ¡Pocos días nos quedan de206 vernos!.. Ya discurriré yo alguna manera de seguir tratando a solas a su mamá de usted, ora sea en casa de mi primo, ora por cartas, ora citándonos para tal o cual iglesia… Pero lo que es a usted, gloria mía, ¡no volveré a acercarme hasta que sepa que se ha casado!.. ¿Qué digo? Entonces menos que nunca! En resumen… ¡déjeme usted en paz, o écheme mañana solimán en el chocolate!
El día que D. Jorge de Córdoba pronunció estas palabras, Angustias no se sonrió, sino que se puso grave y triste…
Reparó en ello el Capitán, y diose prisa a taparse el rostro con el embozo207 de la cama, murmurando para sí mismo:
– ¡Me he fastidiado con decir que no quiero jugar al tute! Pero, ¿cómo volverme atrás? ¡Sería deshonrarme! ¡Nada! ¡Trague usted quina, señor Capitán Veneno! ¡Los hombres deben ser hombres!
Angustias, que había salido ya de la alcoba, no se enteró del arrepentimiento y tristeza que se revolcaban bajo las ropas de aquel lecho.
III
LA CONVALECENCIA
Sin novedad alguna que de notar sea, transcurrieron otros quince días, y llegó aquel en que nuestro héroe debía de abandonar el lecho, bien que con orden terminante de no moverse de una silla y de tener extendida sobre208 otra la pierna mala.
Sabedor de ello el Marqués de los Tomillares, cuya visita no había faltado ninguna mañana a D. Jorge, o, más bien dicho, a sus adorables enfermeras, con quienes se entendía mejor que con su áspero y rabioso primo, le envió a éste, al amanecer, un magnífico sillón-cama,209 de roble, acero y damasco, que había hecho construir con la anticipación debida.
Aquel lujoso mueble era toda una obra maestra, excogitada y dirigida por el minucioso aristócrata: estaba provisto de grandes ruedas que facilitarían la conducción del enfermo de una parte a otra, y articulado por medio de muchos resortes, que permitían darle forma, ora de lecho militar, ora de butaca más o menos trepada, con apoyo, en este último caso, para extender la pierna derecha, y con su mesilla, su atril, su pupitre, su espejo y otros adminículos de quita y pon, admirablemente acondicionados.
A las señoras les mandó, como todos los días, delicadísimos ramos de flores, y además, por extraordinario, un gran ramillete de dulces y doce botellas de Champagne, para que celebrasen la mejoría de su huésped. Regaló un hermoso reloj al médico y veinticinco duros a la criada, y con todo ello se pasó en aquella casa un verdadero día de fiesta, a pesar de que la respetable guipuzcoana estaba cada vez peor de salud.
Las tres mujeres se disputaron la dicha de pasear al Capitán Veneno en el sillón-cama: bebieron Champagne y comieron dulces, así los enfermos como los sanos,210 y aun el representante de la Medicina. El Marqués pronunció un largo discurso en favor de la institución del matrimonio, y el mismo D. Jorge se dignó reír dos o tres veces, haciendo burla de su pacientísimo primo, y cantar en público (o sea delante de Angustias) algunas coplas de jota aragonesa.
IV
MIRADA RETROSPECTIVA
Verdad es que desde la célebre discusión sobre el bello sexo, el Capitán había cambiado algo, ya que no de estilo ni de modales, a lo menos de humor… ¡Y quién sabe si de ideas y sentimientos! Conocíase que las faldas le causaban menos horror que al principio, y todos habían observado que aquella confianza y benevolencia que ya le merecía211 la señora de Barbastro iban trascendiendo a sus relaciones con Angustias.
Continuaba, eso sí, por terquedad aragonesa, más que por otra cosa, diciéndose su mortal enemigo, y hablándole con aparente acritud y a voces, como si estuviera mandando soldados; pero sus ojos la seguían y se posaban en ella con respeto, y, si por acaso se encontraba con la mirada (cada vez más grave y triste desde aquel día) de la impávida y misteriosa joven, parecían inquirir afanosamente qué gravedad y tristura eran aquéllas.
Angustias había dejado por su parte de provocar al Capitán y de sonreírse cuando le veía montar en
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mocosilla,
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puesta en sus puntos,
199
hago: this is as near as Spanish comes to our
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cocodrilo,
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respuesta no la: the pronoun is regularly given after a noun (object) standing before the verb; but cf. the rhetorical ¡Rubor me causa hablar…,
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mismísimos diablos: just a new kind of emphasis, not parlor language even in Spanish, where oaths are so common as to be largely colorless.
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Conozco,
204
en mitad for en medio, and so, like medio, it has no article. We meet mitad sordo, mitad artista,
205
Casino de mi alma,
206
de on account of días: noun needs de before its descriptive infinitive; cf. noches de no dormir.
207
embozo,
208
sobre otra (silla),
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sillón-cama: the adjective element last, as in vagón-cama,
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enfermos como los sanos,
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confianza y benevolencia que ya le merecía,