El Capitán Veneno. Pedro Antonio de Alarcón
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– Yo no se lo hubiera contado a usted nunca, señor Capitán, por miedo de irritarlo… – expuso la joven, entre modesta y burlona, o sea bajando los ojos y sonriendo con mayor gracia que antes. – Pero como esta Rosa se lo habla todo, no puedo menos de suplicar a usted me perdone104 el susto que causé a mi querida madre, y que todavía tiene a la pobre con calentura.
El Capitán estaba espantado, con la boca abierta, mirando alternativamente a Angustias, a Dª. Teresa y a la criada, y cuando la joven dejó de hablar, cerró los ojos, dio una especie de rugido y exclamó, levantando al cielo los puños:
– ¡Ah, crueles! ¡Cómo siento el puñal en la herida! ¿Conque las tres os105 habéis propuesto que sea vuestro esclavo o vuestro hazmerreír?106 ¿Conque tenéis empeño en hacerme llorar o decir ternezas? ¿Conque estoy perdido si no logro escaparme? ¡Pues me escaparé! ¡No faltaba107 más sino que, al cabo de mis años, viniera yo a ser juguete de la tiranía de tres mujeres de bien! ¡Señora! – prosiguió con gran énfasis, dirigiéndose a la viuda. – ¡Si ahora mismo108 no se acuesta usted, y no toma, después de acostada,109 una taza de tila con flor de azahar,110 me arranco todos estos vendajes y trapajos, y me muero en cinco minutos, aunque Dios no quiera!111– En cuanto a usted, señorita Angustias,112 hágame el favor de llamar al sereno, y decirle que vaya en casa del Marqués de los Tomillares, Carrera de San Francisco, número…113 y le participe que su primo D. Jorge de Córdoba le espera en esta casa gravemente herido. – En seguida se acostará usted también, dejándome en poder de esta insoportable gallega, que me dará de vez en cuando agua con azúcar, único socorro que necesitaré hasta que venga mi primo Álvaro. – Conque lo dicho, señora Condesa; principie usted por acostarse.
La madre y la hija se guiñaron, y la primera respondió apaciblemente:
– Voy a dar a usted ejemplo de obediencia y de juicio. – Buenas noches, señor Capitán; hasta mañana.
– También yo quiero ser obediente… – añadió Angustias, después de apuntar el verdadero nombre del Capitán Veneno114 y las señas de la casa de su primo. – Pero como tengo mucho sueño, me permitirá usted que deje para mañana el enviar115 ese atento recado al señor Marqués de los Tomillares. Buenos días,116 señor don Jorge: hasta luego. ¡Cuidadito con no moverse!
– ¡Yo no me quedo sola con este señor! – gritó la gallega. – ¡Su genio de demonio117 póneme el cabello de punta,118 y háceme temblar como una cervata!119
– Descuida, hermosa… – respondió el Capitán; – que contigo seré más dulce y amable que con tu señorita.
Doña Teresa y Angustias no pudieron menos de soltar la carcajada al oír esta primera salida de buen humor de su inaguantable huésped.
Y véase por qué arte y modo escenas tan lúgubres y trágicas como las de aquella tarde y aquella noche, vinieron a tener por remate y coronamiento un poco de júbilo y alegría. ¡Tan cierto resulta que en este mundo todo es fugaz y transitorio, así la felicidad como el dolor,120 o, por mejor decir, que de tejas abajo no hay bien ni mal que cien años dure!
PARTE SEGUNDA
VIDA DEL HOMBRE MALO
I
LA SEGUNDA CURA
A las ocho de la mañana siguiente, que, por la misericordia de Dios, no ofreció ya señales de barricadas ni de tumulto (misericordia que había de durar hasta el 7 de Mayo de aquel mismo año, en que ocurrieron las terribles escenas de la Plaza Mayor), hallábase121 el doctor Sánchez en casa de la llamada Condesa de Santurce poniendo el aparato definitivo en la pierna rota del Capitán Veneno.
A éste le había dado122 aquella mañana por callar. Sólo había abierto hasta entonces la boca, antes de comenzarse la dolorosa operación, para dirigir dos breves y ásperas interpelaciones a doña Teresa y a Angustias, contestando a sus afectuosos buenos días.
Dijo a la madre:
– ¡Por los clavos de Cristo,123 señora! ¿Para qué se ha levantado usted estando mala? ¿Para que sean mayores mi sofocación y mi vergüenza? ¿Se ha propuesto usted matarme a fuerza de cuidados?
Y dijo a Angustias:
– ¿Qué importa que yo esté mejor o peor? ¡Vamos al grano! ¿Ha enviado usted a llamar a mi primo para que me saquen de aquí y nos veamos todos libres de impertinencias y ceremonias?
– ¡Sí, señor Capitán Veneno! Hace media hora que la portera le llevó recado… – contestó muy tranquilamente la joven, arreglándole las almohadas.
En cuanto a la inflamable Condesa, excusado es decir que había vuelto a picarse con su huésped al oír aquellos nuevos exabruptos. Resolvió, por tanto, no dirigirle más la palabra, y se limitó a hacer hilas y vendas y a preguntar una vez y otra, con vivo interés, al impasible doctor Sánchez, cómo encontraba al herido (sin dignarse nombrar a éste), y si llegaría a quedarse cojo, y si a las doce podría tomar caldo de pollo y jamón, y si era cosa de enarenar la calle para que no le molestara el ruido de los coches, etcétera, etc.
El facultativo, con su ingenuidad acostumbrada, aseguró que del balazo de la frente124 nada había ya que temer, gracias a la enérgica y saludable naturaleza del enfermo, en quien no quedaba síntoma alguno de conmoción ni fiebre cerebral; pero su diagnóstico no fue tan favorable respecto de la fractura de la pierna. Calificola nuevamente de grave y peligrosísima, por estar la tibia muy destrozada,125 y recomendó a D. Jorge absoluta inmovilidad si quería librarse de una amputación, y aun de la misma muerte…
Habló el Doctor en términos tan claros y rudos, no sólo por falta de arte para disfrazar sus ideas, sino porque ya había formado juicio del carácter voluntarioso y turbulento de aquella especie de niño consentido. Pero a fe que no consiguió asustarlo: antes bien le arrancó una sonrisa de incredulidad y de mofa.
Las asustadas fueron las tres buenas mujeres: doña Teresa por pura humanidad; Angustias por cierto empeño hidalgo y de amor propio que ya tenía en curar y domesticar a tan heroico y raro personaje, y la criada por terror instintivo a todo lo que fuera sangre, mutilación y muerte.
Reparó el Capitán en la zozobra de sus enfermeras, y saliendo de la calma con que estaba soportando la curación, dijo furiosamente al doctor Sánchez:
103
tiráronle un tiro,
104
perdone: asking him to pardon her for frightening her mother, seems far-fetched, a false note; but it does inform the captain of the facts in the case; que is omitted here as often with words like suplicar, pedir, rogar, etc.
105
os: this second person plural is not always familiar.
106
hazmerreír,
107
faltaba = faltaría: a common idiomatic use of the imperfect indicative for the conditional.
108
mismo: in mañana mismo, ahora mismo, the adverb is used as a neuter noun.
109
después de acostada,
110
tila con flor de azahar,
111
aunque Dios no quiera,
112
Angustias: he hasn't heard her name yet; not in the story.
113
número…: the dots, puntos suspensivos, are read as tal,
114
115
el enviar,
116
Buenos días,
117
de demonio,
118
de punta,
119
cervata: usually only masculine cervato, but Rosa follows the general principle. Her háceme temblar is rather provincial for me hace.
120
como el dolor,
121
hallábase: Alarcón, as well as Rosa, puts the pronoun last.
122
A éste le había dado… por callar,
123
Cristo: a strong oath. Usually Cristo is covered by some innocent word beginning with the same sound, as we shall often see. Captain Veneno later says por Jesucristo vivo, 135, 20.
124
balazo de la frente,
125
por estar la tibia muy destrozada,