El Capitán Veneno. Pedro Antonio de Alarcón
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– ¡Hombre! Me río pensando en lo muy feo que va usted a estar con los anteojos ahumados.
– ¡Mejor que mejor!181 Así se librará V. del peligro de enamorarse de mí! – respondió furiosamente el Capitán.
Angustias soltó la carcajada; doña Teresa se puso verde, y la gallega rompió a decir, con la velocidad de diez palabras por segundo:
– ¡Mi señorita no acostumbra a enamorarse de nadie! Desde que estoy acá ha dado calabazas a un boticario de la calle Mayor, que tiene coche; al abogado del pleito de la señora, que es millonario, aunque algo más viejo que usted, y a tres o cuatro paseantes del Buen Retiro…
– ¡Cállate, Rosa! – dijo melancólicamente la madre. – ¿No conoces que esas son… flores que nos echa el caballero Capitán? Por fortuna ya me ha explicado su señor primo todo lo que me importaba saber respecto del carácter de nuestro amabilísimo huésped! Me alegro, pues, de verle de tan buen humor; y ¡así esta pícara fatiga me permitiese182 a mi bromear también!
El Capitán se había quedado bastante mohino, y como excogitando alguna disculpa o satisfacción que dar a madre e hija. Pero sólo le ocurrió decir, con voz y cara de niño enfurruñado que se viene a razones:
– Angustias,183 cuando me duela menos esta condenada pierna, jugaremos al tute arrastrado… ¿Le parece a usted bien?
– Será para mí un señalado honor… – contestó la joven, dándole la medicina que le tocaba en aquel instante. – ¡Pero cuente usted ahora, señor Capitán Veneno, con que le acusaré a usted las cuarenta!
Don Jorge la miró con ojos estúpidos y sonrió dulcemente por la primera vez de su vida.184
PARTE TERCERA
HERIDAS EN EL ALMA
I
ESCARAMUZAS
Entre conversaciones y pendencias por este orden, pasaron quince o veinte días, y adelantó mucho la curación del Capitán. En la frente sólo le quedaba ya una breve cicatriz, y el hueso de la pierna se iba consolidando.
– ¡Este hombre tiene carne de perro!185– solía decir el facultativo.
– ¡Gracias por el favor, matasanos186 de Lucifer! – respondía el Capitán en son de afectuosa franqueza. – ¡Cuando salga187 a la calle, he de llevarlo a usted a los toros y a las riñas de gallos; pues es usted todo un hombre!..188 ¡Cuidado si tiene hígados para remendar cuerpos rotos!189
Doña Teresa y su huésped habían acabado por tomarse mucho cariño, aunque siempre estaban peleándose. Negábale todos los días D. Jorge que tuviese hechura la concesión de la viudedad, lo cual sacaba de sus casillas a la guipuzcoana; pero a renglón seguido le invitaba a sentarse en la alcoba, y le decía que, ya que no con los títulos de General ni de Conde, había oído citar190 varias veces en la guerra civil al cabecilla Barbastro191 como a uno de los jefes carlistas más valientes y distinguidos y de sentimientos más humanos y caballerosos… Pero, cuando la veía triste y taciturna, por consecuencia de sus cuidados y achaques, se guardaba de darle bromas sobre el expediente, y la llamaba con toda naturalidad Generala y Condesa; cosa que la restablecía y alegraba en el acto; si ya no era que, como nacido en Aragón, y para recordar a la pobre viuda sus amores con el difunto carlista, le tarareaba jotas de aquella tierra, que acababan por entusiasmarla y por hacerla llorar y reír juntamente.
Estas amabilidades del Capitán Veneno, y sobre todo, el canto de la jota aragonesa, eran privilegio exclusivo en favor de la madre; pues tan luego que Angustias se acercaba a la alcoba, cesaban completamente, y el enfermo ponía cara de turco. Dijérase que odiaba de muerte a la hermosa joven, tal vez por lo mismo que nunca lograba disputar con ella, ni verla incomodada, ni que tomase por lo serio las atrocidades que él le decía, ni sacarla de aquella seriedad un poco burlona que el cuitado calificaba de constante insulto.
Era de notar,192 sin embargo, que cuando alguna mañana tardaba Angustias en entrar a darle los buenos días, el pícaro de D. Jorge193 preguntaba cien veces en su estilo de hombre tremendo:
–¿Y ésa? ¿Y doña Náuseas? ¿Y esa remolona? ¿No ha despertado aún su señoría? ¿Por qué ha permitido que se levante usted tan temprano, y no ha venido ella a traerme el chocolate? Dígame usted, señora doña Teresa: ¿está mala acaso la joven princesa de Santurce?
Todo esto, si se dirigía a la madre; y, si era a la gallega, decíale con mayor furia:
– ¡Oye y entiende, monstruo de Mondoñedo! Dile a tu insoportable señorita que son las ocho y tengo hambre. ¡Que no es menester que venga tan peinada y reluciente como de costumbre! ¡Que de todos modos la detestaré con mis cinco sentidos! ¡Y, en fin, que, si no viene pronto, hoy no habrá tute!
El tute era una comedia, y hasta un drama diario. El Capitán lo jugaba mejor que Angustias; pero Angustias tenía más suerte, y los naipes acababan por salir volando hacia el techo o hacia la sala, desde las manos de aquel niño cuarentón, que no podía aguantar la graciosísima calma con que le decía la joven:
– ¿Ve usted, señor Capitán Veneno, cómo soy yo la única persona que ha194 nacido en el mundo para acusarle a usted las cuarenta?
II
SE PLANTEA LA CUESTIÓN
Así las cosas, una mañana, sobre si debían abrirse o no los cristales de la reja de la alcoba, por hacer195 un magnífico día de primavera, mediaron entre D. Jorge y su hermosa enemiga palabras tan graves como las siguientes:
El Capitán. – ¡Me vuelve loco el que no me lleve usted nunca la contraria, ni se incomode al oírme decir disparates! ¡Usted me desprecia! ¡Si fuera196 usted hombre, juro que habíamos de andar a cuchilladas!
Angustias. – Pues si yo fuese hombre, me reiría de todo ese geniazo, lo mismo que me río siendo mujer. Y, sin embargo, seríamos buenos amigos.
El Capitán. – ¡Amigos usted y yo! ¡Imposible! Usted tiene el don infernal de dominarme y exasperarme con su prudencia; yo no llegaría a ser nunca amigo de usted, sino su esclavo; y, por no serlo, le propondría a usted que nos batiéramos a muerte. Todo esto… siendo usted hombre. Siendo mujer como lo es…
Angustias. –
181
Mejor que mejor,
182
permitiese: -se and -ra forms are still used in wishes [like exclamations]; cf. Así nos diera Dios grandes políticos,
183
Angustias: he omits señorita this time.
184
la primera vez de su vida,
185
carne de perro: a compliment about like
186
matasanos,
187
Cuando salga,
188
todo un hombre,
189
¡Cuidado si tiene hígados para remendar cuerpos rotos!
190
había oído citar,
191
al
192
Era de notar,
193
el pícaro de D. Jorge,
194
que ha: after a relative the verb could be the first person he, as in older English (e.g.
195
por hacer,
196
Si fuera,