Aproximaciones de hoy al Jesús histórico. Antonio Piñero
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Durante esta vida itinerante, señala tópicamente Pagola que Jesús se mostró novedosísimo al actuar como verdadero «amigo de las mujeres», un modo de proceder que rompía los usuales esquemas sociales, pues su respeto, compasión y simpatía eran totalmente desconocidos en su tiempo. Con ello, y otras acciones, Jesús pretendía fundar un concepto de familia nuevo, una familia sin la figura opresora del padre/patriarca (pp. 217; 226-227; 290-292).
e) Respecto a la función taumatúrgica de Jesús, Pagola sostiene (p. 62, n. 22) que no se puede probar la historicidad de cada uno de los milagros. Son relatos a menudo estereotipados que describen no tanto un suceso concreto cuanto el tipo de curaciones que hacía Jesús.
f) Sobre el juicio (final) que ha de proceder a la compleción del reino de Dios, afirma Pagola que (p. 174), frente al pesimismo catastrófico que impera en los sectores apocalípticos que lo ven todo infestado por el mal, Jesús anuncia algo sin precedentes… Dios está aquí y ello supone la victoria final de su misericordia»… y se supone que esa salvación es universal, para todos los humanos y no solo para los judíos (p. 100). Lo único que garantiza una sentencia divina positiva en ese trance terrible (Mt 25,31-46) es haber tomado el sendero deseado por Dios: «El camino que conduce a Dios no pasa necesariamente por la religión, el culto o la confesión de fe…, sino por la compasión hacia los hermanos pequeños» (pp. 193; 321). Matiza, sin embargo, nuestro autor que «Esta escena del juicio final no fue formulada así por Jesús, y que es solo comprensible en un tiempo posterior, cuando las comunidades cristianas creían en Jesús» (nota 31 de esa misma página).
g) ¿Qué pensaba Jesús de la Ley? No es fácil saberlo, sostiene nuestro autor, pues al parecer nunca se pronunció explícitamente a favor o en contra… El famoso pasaje de Mt 5,17-19 es una creación cristina (p. 249, n. 33; ¡de nuevo en una nota!). Respecto a la Ley y más allá de toda doctrina común judía, «Jesús comienza a hablar un lenguaje nuevo y sorprendente: Dios no es violento, sino compasivo» (pp. 261; 321-323); Jesús mantiene una lucha por la justicia, aunque nunca violenta (p. 263).
h) Jesús escogió doce discípulos, a quienes encargará que vayan anunciando la llegada de Dios y que «vayan poniendo en marcha de manera humilde, pero real, la verdadera restauración de Israel» (p. 277). Pero «que nadie piense que se trata del triunfo político de Israel y la destrucción de los paganos» (p. 278), como opinaba la inmensa mayoría de los judíos.
i) El motivo de su prendimiento, juicio, condena y muerte en cruz fue «haber denunciado de raíz el sistema vigente en el Israel de su tiempo» y «haberse solidarizado con los pecadores, prostitutas, enfermos, mendigos…». Jesús se había transformado muy pronto en un profeta «conflictivo y peligroso» simplemente porque su conducta original e inconformista irritaba a las autoridades. Era un estorbo y una amenaza porque se empeñaba en anunciar un vuelco a la situación social; en realidad era un desafío al sistema (pp. 333-334) La oposición al estamento de los fariseos y a las autoridades religiosas, su crítica al Templo (pp. 334; 338-340) eran sencillamente insufribles. El Imperio romano comenzó muy pronto a recelar de Jesús, aunque proclamara que «entrar en el reino de Dios no significa poder, ni riqueza, ni honor, sino justicia y compasión»… (p. 344). Este recelo no estaba demasiado justificado para Pagola, porque Jesús nunca se proclamó mesías de Israel; la entrada en Jerusalén no fue propiamente mesiánica, sino solo la actuación de un profeta y anunciador de la llegada del reino de Dios (pp. 356; 451). Su llegada a la capital montado sobre un pollino solo buscaba la paz y la justicia para todos (p. 357).
Por otro lado, hay algún que otro juicio crítico en el libro de Pagola contra la posición usualmente defendida por medios teológicos conservadores. Así, para nuestro autor, la última cena no fue una cena de Pascua…, sencillamente porque, según la noticia de Jn 18,28, si Jesús fue crucificado la víspera de la Pascua, es imposible que una cena celebrada antes fuera pascual y, en segundo lugar, porque no hay el menor rastro de elementos pascuales. Para Pagola fue una cena solemne de despedida de sus discípulos por parte de un Jesús que presentía su muerte (p. 363). De modo consecuente, la interpretación de la institución eucarística por parte de nuestro autor se restringe a un acto puramente simbólico: el pan y el vino evocan el banquete del reino de Dios y el vino en concreto, la entrega total de Jesús (p. 367).
Que el prendimiento de Jesús fue obra de los romanos, según Jn 18,2.12, «no merece el menor crédito» (p. 374, n. 13). Los que detuvieron a Jesús fueron solo los judíos, y fueron estos también los que entregaron a Jesús al prefecto, Pilato (p. 380). «Aunque según el relato evangélico, Jesús es condenado por blasfemo al haberse proclamado Mesías, Hijo de Dios e Hijo del Hombre, la combinación de estos tres títulos cristológicos, que constituían el núcleo de la fe en Jesús, expresado en lenguaje cristiano de los años sesenta, nos está indicando que la escena difícilmente puede ser histórica»… (p. 379). Sí acepta, en cambio, Pagola, que Jesús fue finalmente condenado a muerte por Roma y solo por ella (p. 381).
Pero tal condena fue injusta: «¿Puede alguien pensar realmente que Jesús estaba intentando restablecer una monarquía como la de los asmoneos o la de Herodes el Grande? Aquel hombre no iba armado. No lideraba un movimiento de insurrectos, ni predicaba un levantamiento frontal contra Roma. Sin embargo, sus fantasías sobre el ‘imperio de Dios’, su crítica a los poderosos, su firme defensa de los sectores más oprimidos y humillados del Imperio, su insistencia en un cambio radical de la situación son una rotunda desautorización del emperador romano, del prefecto y del sumo sacerdote designado por aquel» (pp. 386-387).
j) El libro no se detiene ante la cuestión de la resurrección de Jesús, un hecho que ciertamente no pertenece a la historia, ya que no es repetible. A partir de las páginas 411 ss., Pagola trata de explicar la resurrección de Jesús por medio de razones psicológicas y teológicas. La resurrección fue fundamentalmente el convencimiento, o creencia, de los discípulos de que Jesús seguía vivo entre ellos y de que vivía una nueva vida, la vida de Dios. No era una vuelta a la vida sobre la tierra (pp. 423-425). Advierte Pagola (p. 425, nn. 38 y 39) de que «Hemos de aprender a leer correctamente los textos sobre la resurrección»: «Es prácticamente imposible armonizar los datos de los textos viendo en esas escenas tan gráficas no descripciones concretas de lo ocurrido, sino procedimientos narrativos que tratan de evocar, de alguna manera, la experiencia de Cristo resucitado». Debido al carácter de los textos, acepta Pagola la imposibilidad histórica de saber algo preciso sobre el enterramiento de Jesús… Los datos de los evangelios solo tienen visos de acertar en la idea de que los discípulos no lo enterraron, sino que fueron otros…, aunque rechaza la hipótesis del enterramiento en una fosa común sugerida por Hch 13,27-29.
k) A partir de la p. 436, nuestro autor abandona el ámbito histórico y hace claramente teología explicando el sentir de cada uno de los evangelistas sinópticos: Dios ha dado la razón a Jesús; Dios ha hecho justicia al Crucificado… «Solo el amor increíble de Dios puede explicar lo ocurrido en la cruz… y de ahí surge la afirmación trascendental cristiana de que Dios es amor» (p. 444), pero vuelve a la crítica literaria e histórica en las pp. 449-452 cuando afirma muy bultmannianamente que los títulos cristológicos son expresiones de la fe de la comunidad primitiva: Mesías, Señor, Hijo de Dios, Hijo del Hombre.
En el Anexo I, «Breve perfil histórico de Jesús» (pp. 471-476), nuestro autor da la impresión de que torna a los tópicos con las afirmaciones acerca de la «conducta desviada» de Jesús: «Rompía constantemente los códigos de comportamiento vigentes en aquella sociedad. No practicaba las normas establecidas sobre la pureza ritual. No se preocupaba del rito