¿Qué estabas esperando?. Paul David Tripp

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¿Qué estabas esperando? - Paul David  Tripp

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      La orientación egocéntrica del pecado puede producir una atracción poderosa hacia otra persona, pero esa atracción no debe ser confundida con el amor porque no puede hacer lo que el amor hace cuando la atracción muere. Y la muerte de los sueños le sucede a toda pareja. Ninguno de nosotros logra su sueño como lo soñó, porque ninguno escribe su propia historia. Dios en su amor, escribe una mejor historia de lo que nosotros podríamos escribir. Él tiene un mejor sueño de lo que podríamos concebir. Él sabe mucho mejor lo que es mejor para cada uno. Nos puede llevar a lugares que nunca intentamos porque al hacerlo así somos transformados conforme a lo que los destinó a ser en Cristo.

      ¿Podría ser que a medida que Gabriela y Bernardo comienzan a enfrentar la dura realidad de la muerte de sus sueños, individuales y compartidos, su conflicto no es que están luchando por amarse sino que se les está dando la oportunidad de amarse más de lo que lo hicieron jamás? Es cuando la atracción se desvanece, cuando los defectos brotan y los sueños mueren, que el verdadero amor tiene su mejor oportunidad de germinar y crecer. Para Gabriela y Bernardo, este triste y decepcionante momento no es el fin de todo, sino el inicio de algo maravilloso. Podríamos decir que Dios los tiene ahora donde los quería. Su atracción ya no se basa en deseos centrados en ellos mismos. Ya no se aferran a su sueño, porque este se desvaneció frente a sus mismos ojos. Se sienten heridos y temerosos porque lo que impulsaba su relación se ha ido y no saben qué hacer. Pero esto no es derrota; es una oportunidad para escapar del pequeño espacio del reino de ellos mismos y comenzar a disfrutar la belleza y los beneficios del Reino de Dios. Lo que parece ser amor puede no ser amor, y cuando Dios lo revela, es una cosa muy buena. Lo que le sucedió a Gabriela y Bernardo no sucede porque Dios estaba ausente de su matrimonio. No, sucedió, precisamente porque Dios estaba presente, rescatándolos de sí mismos y dándoles lo que ellos no podían producir por sí mismos.

      El matrimonio de Gabriela y Bernardo no murió; el sueño ególatra sí, y cuando esto sucedió, el amor sólido, satisfactorio, centrado en el otro, honroso a Dios y perseverante, comenzó a crecer. Su vida juntos no luce para nada como el sueño que una vez tuvieron, pero se aman más que nunca y están muy agradecidos de que Dios quiere para ellos algo mejor de lo que ellos querían.

      ¿EL CARRUAJE ANTES QUE EL CABALLO?

      Es tentador pensar que tal vez Dios se equivocó. Quizás Él puso el carruaje antes que el caballo. Piensa: ¿no se habría evitado mucho quebranto, conflicto, heridas y decepción si Dios hubiese hecho las cosas de otra manera? ¿Por qué tenemos que casarnos con gente imperfecta? ¿Quién no se querría casar con una persona perfeccionada? ¿No haría esto que el matrimonio fuese fundamentalmente más fácil y placentero? Tal vez Dios confundió las cosas.

      Ahora, la razón por la que solemos pensar así es precisamente porque somos tan cautivos de nuestro propio reino. Somos atraídos por el orden, la previsibilidad, la comodidad, la facilidad, el placer, la estima, la diversión y la felicidad personal. Estas cosas no son malas en sí mismas, pero no deben controlarnos. Tenemos conflicto con el plan de Dios porque, a nivel terreno, nosotros en realidad no queremos lo que Dios quiere. Queremos lo que nosotros queremos, y queremos que Él nos lo dé. Pero ése no es el plan. Dios no nos da su gracia para que nuestro reino trabaje; Él nos la da para invitarnos a un Reino muchísimo mejor.

      Piensa en la persistencia de tu apego a los propósitos de tu propio reino. Déjame ayudarte a ver a lo que me refiero. Piensa en cuán poco de tu enojo durante el último mes tenía que ver algo con el Reino de Dios. Tu cólera raramente brota del celo por los planes, propósitos, valores y llamado del Reino de Dios. Cuando te sientes herido, enojado o decepcionado por tu esposa no es porque ella ha quebrado las leyes del Reino de Dios y eso te afecta. No, con frecuencia tu enojo se debe a que tu esposa ha quebrado las leyes de tu reino. Ella se ha interpuesto frente a lo que tú quieres y eso te ha enfurecido y te mueve a hacer o decir algo que someta a tu esposa de nuevo al servicio de tus deseos, necesidades y sentimientos.

      Pero la gracia de Dios viene para demoler eso. Su gracia se propone exponer y liberarte de la esclavitud a ti mismo; quiere acabar contigo para que comiences finalmente a poner tu identidad, significado, propósito y sentido de bienestar interior en Él. Por eso te coloca en una relación integral con otra persona imperfecta en un mundo imperfecto. Es más, Él diseña las circunstancias que tú nunca habrías diseñado para ti mismo. Todo esto para llevarte al fin de ti mismo porque es allí donde comienza la verdadera justicia. Él quiere que te rindas; quiere que abandones tu sueño; quiere que enfrentes la futilidad de tratar de manipular a la otra persona para tu servicio. Él sabe que la vida no se encuentra en estas cosas.

      ¿Qué significado práctico tiene esto? Significa que las dificultades que enfrentas en tu matrimonio no son una evidencia del fracaso de la gracia. No, estos problemas son gracia. Ellos son herramientas que Dios usa para acosarnos y sacarnos de los entorpecedores confines del reino del yo, para que seamos libres para disfrutar las glorias celestiales del Reino de Dios. Esto significa que tú y yo nunca entenderemos nuestros matrimonios y nunca estaremos satisfechos en ellos hasta que entendamos que el matrimonio no es un fin en sí mismo. No, la realidad es que el matrimonio ha sido diseñado por Dios como un medio para un fin. Cuando lo conviertes en el fin, suceden cosas malas. Pero cuando comienzas a entender que es un medio para un fin, comienzas a disfrutar y ver valor en cosas que antes no eras capaz de disfrutar.

      Cuando la guerra entre el Reino de Dios y el reino del ego, que se libra en el corazón de todos nosotros, no se gana, arrastramos nuestro matrimonio a los propósitos de nuestro diminuto reino. El problema es que nuestro cónyuge hace lo mismo. Así, que solo es cuestión de tiempo antes de que la devastación comience cuando nuestros pequeños reinos unilaterales colisionen.

      Es solo cuando un esposo y su esposa viven intencional y gozosamente apegados a los planes, a los propósitos y al Señor del Reino, que su matrimonio puede realmente ser un lugar de unidad, entendimiento y amor. Libres de las agotadoras ansiedades por satisfacer la agenda de los deseos, necesidades y sentimientos del reino del ego, ahora pueden descansar en la bondad de Dios y amarse y servirse el uno al otro. El matrimonio es algo maravilloso que logra lo que fue destinado a ser solo a través de un arduo proceso.

      Nuestro problema es que no nos gustan las dificultades de ningún tipo. Odiamos el dolor y repelemos el sufrimiento. Muchos de nosotros preferimos una vida fácil que una vida que honre a Dios. Así que antes de comenzar a pelear uno contra el otro, estamos realmente peleando contra Dios. Estamos peleando contra su plan y criticando su voluntad. Lo traemos a la corte de nuestro juicio y dictaminamos que no es amoroso ni sabio. Comenzamos a preguntarnos si lo que hemos creído es verdad y si vale la pena seguirlo. Al mismo tiempo, mientras nuestros corazones meditan en estas cosas, Dios está cerca y nos ama con un amor transformador. Cuidadosamente, Él nos trae al fin de nosotros mismos y nos está haciendo gente que encuentra gozo en amar a otros con la misma clase de amor sacrificial que Él nos ha dado.

      Así que, mientras lees te pregunto: ¿Qué reino es el que da forma a tu matrimonio? ¿Qué reino define tu sueño? ¿Qué te hace realmente feliz? ¿Qué es lo que intensamente anhelas que sea tu matrimonio? ¿No será que lo que pensabas que era amor no era realmente el amor del Reino de Dios, centrado en el otro, para el servicio del otro? ¿No será que lo que realmente querías de la otra persona era que te amara tanto como tú te amas a ti mismo? ¿No será que tu enojo revela cuán celosamente apegado estás a los propósitos de tu propio reino? ¿No será que los problemas que enfrentas en tu matrimonio, tanto los pequeños como los grandes, no son estorbos sino oportunidades? ¿No será que cuando tú has pensado que Dios te a abandonado a ti y a tu matrimonio, Él ha estado muy cerca, dándote el mejor regalo de tu vida–Su gracia transformadora? Esta gracia te rescata de aquello de lo que tú no puedes rescatarte–tú mismo.

      La reconciliación en tu matrimonio comienza cuando tú comienzas a reconciliarte con Dios. Comienza cuando comienzas a hacer esta oración radical: “Vénganos tu Reino, hágase tu voluntad justo aquí y ahora en este matrimonio,

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