¿Qué estabas esperando?. Paul David Tripp

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¿Qué estabas esperando? - Paul David  Tripp

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ya agoté tu paciencia y estarás pensando, “¡vamos Paul, ve al punto y ayúdame a entender cómo luce esto!” La adoración que te da un amor marital sólido y una razón para continuar fluirá de tres maneras en las que debes adorar a Dios.

      1) Un matrimonio de amor, unidad y entendimiento fluirá de una cotidiana adoración a Dios como Creador.

      Es solo cuando miras a tu esposa y vez en ella la gloria creativa y artística de Dios que la tratarás con la dignidad y el respecto que un matrimonio sano requiere. Dios creó cada aspecto de tu persona. Él administró cada elección de tu constitución. Determinó cuán alto serías, si tendrías la tendencia a ganar peso, cuál sería el color de tus ojos, la textura de tu pelo, la forma de tu nariz, el tamaño de tus manos, el tono de tu voz, tu personalidad innata, tus dones naturales, el tono de tu piel, el grado natural de tu físico y atletismo, o si serías metódico, analítico o relacional. Tú no escogiste ninguna de estas cosas. No te levantaste a los seis meses y dijiste, “creo que cuando crezca seré un tipo metódico,” o “voy a ocuparme en desarrollar una nariz larga y delgada porque eso beneficiará la simetría de mi rostro.”

      Todas estas cosas fueren hechas por el divino artista que tiene una infinita creatividad. Pero hay momentos en nuestro egoísmo, cuando la otra persona interfiere en lo que queremos, que desearíamos subirnos al trono del creador y re-crear a nuestro esposo o esposa conforme a nuestra propia imagen, o al menos conforme a la imagen de alguien con quien sería más fácil vivir. La esposa relacional quiere cambiar a su esposo metódico en un clon de ella. El esposo analítico quiere re-crear a su esposa emocional en una pensadora desapasionada como él. El esposo se irrita por la voz chillona de su esposa o la esposa se impacienta por la lentitud con que su esposo hace las cosas.

      De manera sutil o no tan sutil, todos cuestionamos al Creador, y al hacerlo deshonramos y faltamos al respecto a nuestro esposo o esposa. Terminamos criticando a nuestro cónyuge por cosas que él o ella no eligió. Terminamos pidiéndole que cambie en áreas donde simplemente no es posible. Yo no me puedo hacer más alto. No puedo alterar el rango natural de las características personales con que Dios me creó.

      Cuando celebramos al Creador, nos vemos el uno al otro con asombro y gozo. Cuando ves a tu cónyuge y ves la gloria del Creador, te sientes bendecido por las formas en que es diferente. Te causa asombro y eres respetuoso de las experiencias y perspectivas que ha traído a tu vida y que nunca abrías tenido sin ese cónyuge. Y buscas maneras de expresar tu honor por tu cónyuge y por lo que los dedos del Creador hicieron.

      2) Un matrimonio de amor, unidad y entendimiento fluirá de una adoración diaria a Dios como soberano.

      ¡Probablemente ya habrás notado que tu vida no es conforme al plan que tú tenías! La semana pasada no salió como la habías planeado. Cada una de nuestras historias está siendo escrita por otros. Piensa esto: quince años atrás no podrías haber escrito sobre la situación en que te encuentras ahora mismo mientras lees este libro. Igualmente, tu matrimonio es un drama en desarrollo escrito por el sabio control de un Dios amante y soberano.

      Yo fui confrontado con esto el primer momento de mi relación con Luella. Estaba de pie detrás de ella en la línea del almuerzo de un nuevo año en la universidad. La línea era en un campus universitario en Carolina del Sur. Luella había sido criada en Cuba y yo en Toledo Ohio. No hay manera posible que hubiésemos podido controlar todas las cosas que tenían que ser controladas para garantizar que estaríamos en esa línea juntos, no solo el mismo día sino el mismo momento preciso durante el día.

      Dios controló todo el proceso. El controló todas las influencias culturales que nos formaron. Controló todos los valores familiares que ayudaron a formarnos. Controló todas las situaciones, lugares y experiencias que ayudaron a conformar las formas particulares en que pensamos y en que respondemos a la vida.

      Nosotros traemos al matrimonio todas esas influencias culturales y familiares, de modo que venimos con una lista de suposiciones que no son las suposiciones de nuestro cónyuge. Venimos con expectativas culturales que no son las expectativas de nuestro cónyuge. Venimos con horarios y expectativas sobre gustos, y relaciones que la otra persona no tiene. Uno espera que la cena sea un momento apresurado de ingesta alimenticia, mientras el otro espera que sea un tiempo sereno para comer y conversar. A uno no le importa si la casa se mantiene desordenada, mientras el otro está entrenado a esperar y mantener un ambiente nítido. En una familia, las reglas del esposo y la esposa eran definidas y evidentes; en la otra familia las reglas eran imprecisas. Una familia pensaba sobre el dinero como algo que hay que gastar, la otra pensaba como algo que hay que ahorrar. Podríamos multiplicar un ejemplo tras otro.

      No se requiere mucho tiempo de matrimonio para darse cuenta que tu esposo no comparte tus instintos. Al llegar a ese punto, puedes adorar a Dios como soberano y celebrar la forma diferente en que tu esposo ve el mundo y con lo cual te ha bendecido, o lo deshonras tratando de re-escribir su historia. Por ejemplo, la casa en que vives no debería ser el reflejo de solo uno de ustedes. Debería ser una hermosa mezcla de las sensibilidades soberanamente producidas de ambos. Muchos esposos y esposas llevan con ellos el dolor de la deshonra y la falta de respeto que resulta cuando su cónyuge se ha burlado o denigrado su manera de hacer las cosas o rechaza su familia y su manera de relacionarse o hacer las cosas.

      Pero cuando comienzas a celebrar la soberanía de Dios y cómo Él te formó y te unió a tu esposo para Su gloria y tu bien, dejas de irritarte por sus diferencias y comienzas a celebrar cómo tu vida ha sido enriquecida por ellas. Como resultado, no solo darás lugar a las cosas que caracterizan a tu cónyuge, sino que lo honrarás en lo que hagas y digas cuando seas confrontada con el hecho de que tú haces de manera diferente las mismas cosas.

      3) Un matrimonio de amor, unidad y entendimiento brotará de una adoración diaria a Dios como Salvador.

      No hay área más importante que ésta. No hace falta mucho para darte cuenta que te casaste con una persona pecadora, y lo que hagas cuando descubras esto determinará el carácter y la calidad de tu unión. Solo responderás de manera correcta, compasiva y beneficiosa al pecado, debilidades y conflictos de tu cónyuge si celebras la gracia transformadora de un Redentor siempre presente y siempre fiel.

      Tu no puedes permitir que tus respuestas a tu cónyuge en esos momentos sean causadas por tu dolor o tu sentido de justicia propia. Deben ser causadas por la adoración. ¿Qué significa esto? Bueno, primero, significa que cuando celebras a Dios como Salvador, te confrontas con la realidad de cuán desesperadamente necesitamos de su gracia. Esto hace imposible que mires a tu cónyuge como el único pecador en la habitación o como más pecador que tú. El hecho es que nadie da más gracia que quien está convencido que la necesita también.

      Adorar a Dios como Salvador también significa que encontrarás gozo en ser parte de la obra de gracia que Dios se ha comprometido incesantemente a hacer en la vida de tu cónyuge. Así que cuando tu cónyuge falla, no le vas a lanzar su pecado en la cara. No le vas a hacer sentir culpable de cuán difícil te ha hecho la vida por su pecado. No usarás sus pecados en su contra. No guardarás un registro detallado de sus faltas en tu contra. Más bien buscarás maneras de encarnar la gracia transformadora del Salvador. Estarás listo para motivarle cuando falle y restaurarle cuando caiga sin tratarle como a alguien menos justo que tú.

      UNA RAZÓN PARA CONTINUAR

      ¿Dónde vas a encontrar razones para continuar trabajando en tu matrimonio en los momentos decepcionantes cuando más se necesitan esas razones? Bueno, no las vas a encontrar en tu cónyuge. Ella o él comparte tu condición; tu cónyuge es aún una persona defectuosa necesitada de la gracia transformadora de Dios. Todavía vives en un mundo que está gimiendo y quebrantado. No vas a encontrar esas razones en estrategias y técnicas superficiales; tus conflictos son más profundos que eso. Solo vas a encontrar esas razones mirando hacia arriba.

      Cuando

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