¿Qué estabas esperando?. Paul David Tripp
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COMPROMISO 2: Haremos del crecimiento y el cambio nuestra agenda diaria.
COMPROMISO 3: Trabajaremos unidos para formar un vínculo robusto de confianza.
COMPROMISO 4: Nos comprometeremos a cultivar una relación de amor.
COMPROMISO 5: Negociaremos nuestras diferencias con aprecio y gracia.
COMPROMISO 6: Trabajaremos para proteger nuestro matrimonio.
4.
DIA A DIA
Nunca olvidaré el momento. Era 1974 y Luella y yo estábamos en el primer nivel de la platea del teatro Forrest en Filadelfia. El teatro estaba lleno al final de la obra Godspell. Esta ya no era la audiencia de un teatro. Era una celebración, una fiesta. Estaban tocando y cantando la música de la obra una y otra vez. El aire estaba lleno de magia. La escena era electrizante. Las puestas estaban abiertas, pero nadie estaba interesado en irse. La historia del evangelio nos había transportado por un momento a otro lugar. Gente que no se conocía y probablemente nunca volverían a verse se agarraban de las manos unas a otras. Danzábamos, nos abrazábamos y reíamos. Fuimos llevados mas allá de nuestros temores e intereses personales. Estábamos celebrando una victoria que muchos ni entendíamos. Habíamos visto venir a la tierra a la Sabiduría y convertir a gente necia en héroes.
En ese momento único en la vida, todos cantamos la misma canción. La cantamos una y otra vez. Nadie en ese salón quería que esa canción terminara. Los músicos sonreían mientras la tocaban una vez más. Ellos sabían que quizás no volverían a experimentar eso de nuevo. Era como si sintieran que ellos no habían hecho que esto sucediera. Tal vez, por primera vez, estaban entendiendo de qué se trataba esa producción de la que habían sido parte por muchos meses.
Pensábamos que teníamos los mejores asientos en el teatro. Observábamos y veíamos una exuberancia que nunca habíamos visto y probablemente nunca volveríamos a ver hasta la eternidad. Mientras Luella y yo nos veíamos uno al otro, sabíamos que no necesitamos decir lo que estábamos pensando. Sabíamos lo que el otro sabía. Repentinamente, mi mente se hizo consciente con frescura de las palabras que estábamos cantando, palabras que toda la humanidad estaba supuesta a cantar. Las lágrimas comenzaron a llenar mis ojos. “Esto es para lo que fuimos hechos, de esto es de lo que se trata el evangelio, y solo la gracia es capaz lograrlo,” pensé mientras entonaba estas palabras con mi boca con la multitud que por el momento era como mi familia:
Día a día
Día a día
Amado Señor
Por tres cosas te ruego:
Verte claramente
Amarte intensamente
Seguirte fielmente
Día a día
No creo que sea posible tener una misión más apropiada para el matrimonio. Estoy profundamente convencido por la Escritura, por mi propia experiencia, y por las historias de otros que el matrimonio hay que afirmarlo verticalmente antes de poder rectificarlo horizontalmente. Antes de que puedas realmente ganar un terreno significativo en tu relación con tu cónyuge, un terreno real, donde tome lugar un cambio permanente, tú tienes que estar dispuesto a aceptar y tratar con lo que Dios dice sobre ti, tu esposa, tu mundo y Dios mismo – su propósito y su gracia. Estas cosas no son el enfoque de gente súper espiritual que quiere un matrimonio y además una gran espiritualidad. No; lidiar con estas cosas de manera que forme un cotidiano estilo de vida es el fundamento de un matrimonio como Dios lo diseñó y como El intenta hacerlo. Tú no puedes evitar enfrentar estas cosas más de lo que puedes evitar remover los árboles del terreno boscoso donde va a estar localizada tu nueva casa.
Lo que cantamos tan gozosamente esa noche fue mucho más que una canción, si bien la mayoría de la multitud no lo sabía. Era más bien un paradigma radical para una forma de vida que llena cada día con honestidad y esperanza. Las cosas a las que nos llama la letra de esta canción no son decisiones de una sola vez; están supuestas a ser compromisos cotidianos que se convierten en una manera regular de vivir la vida. Cuando los compromisos y las acciones que siguen son aplicados al matrimonio, algo muy simple, pero muy revolucionario sucede, y una vez sucede, nunca quieres volver atrás de nuevo.
LADRILLO A LADRILLO
Yo los había casado, así que fui yo quien recibió la llamada. Casi siempre es la esposa quien llama, y ella lo hizo porque se había visto forzada a enfrentar lo que en algún lugar recóndito de su mente sabía que era verdad – ella y su esposo eran pecadores. La llamada llega usualmente pocos días o semanas después de la luna de miel. Durante la luna de miel la naturaleza egocéntrica del pecado es opacada por la comida exótica y los hermosos paisajes, pero cuando la pareja regresa a la vida real, cotidiana, sin esas distracciones, se ven forzados a enfrentar lo que ellos y el matrimonio realmente son.
Siempre he pensado que este momento, cuando uno despierta a la realidad es una cosa muy positiva, aunque la persona que llama raramente se da cuenta. Usualmente la esposa entra en pánico; piensa que ha cometido un error, que su amor se acabó y que su vida va a ser una vida de tormento sin amor. Pero yo pienso que en este momento ella está por experimentar las cosas buenas que solo un matrimonio honesto puede experimentar. Está a punto de ser llevada mas allá de sí misma y eso la hará abandonar su sueño y le hará adoptar un mejor sueño y comprometerse a una serie de nuevos hábitos que no solo sanarán su matrimonio, sino lo harán algo mejor de lo que ella jamás concibió. El problema es que nada de esto es lo que ella esperaba.
Sara me llamó a las 6:30 de la mañana el día después de la ceremonia. Yo levanté el teléfono y escuché estas palabras: “¡Se acabó!” Yo sabía que no se había acabado. De hecho, estaba feliz que hubiese hecho la llamada tan pronto. Pensaba que Sara y Berto eran los jóvenes más inteligentes en la clase. Ellos habían llegado al límite de sus propias fuerzas y estaban haciendo algo muy sabio–buscando ayuda. Me daba gusto ayudarles y sabía que la jornada que estábamos por recorrer juntos los cambiaría a ellos y a su matrimonio.
He aquí lo que he dicho a las parejas una y otra vez. Es lo que he tratado de vivir en mi propio matrimonio también. La reconciliación en un matrimonio debe ser un estilo de vida, no solo la respuesta que das cuando las cosas van mal. Considera por qué esto debe ser así. Si tú eres un pecador casado con una pecadora–y lo eres–entonces es muy peligroso y potencialmente destructivo permitir la negligencia como pareja. Simplemente no pueden vivir juntos un día en el cual un acto de desconsideración, egoísmo, enojo, arrogancia, justicia propia, amargura o deslealtad muestre su horrible cabeza. Con frecuencia será benigno y de bajo nivel, pero aún estará allí.
Ahora, quisiera introducirte a un tema que surgirá una y otra vez en este libro: si vas a tener un matrimonio en unidad, entendimiento y amor, tienes que tener una estrategia de “pequeños-momentos.” Todo lo que esto hace es reconocer la naturaleza de la vida que Dios ha diseñado para nosotros. En su sabiduría, Dios nos da una vida que no avanza de momento trascendental a momento trascendental. De hecho, si examinas tu vida, veras que has tenido pocos de esos momentos. Probablemente puedas recordar solo dos o tres situaciones que transformaron tu vida totalmente. Todos somos iguales; el carácter y la calidad de nuestra vida se forma en momentos pequeños. Cada día ponemos pequeños ladrillos sobre el fundamento de lo que será nuestra vida. Los ladrillos de las palabras que decimos, de las acciones que tomamos, de las pequeñas decisiones, de los pequeños pensamientos, de los pequeños momentos, obran juntos para formar el edificio funcional que es tu matrimonio. Así que tienes