Psicología y psicoterapia transpersonal. Manuel Almendro

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Psicología y psicoterapia transpersonal - Manuel Almendro Psicología

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bastos y fáciles de medir, mientras que los transpersonalistas se dirigen a estados, vivencias y formas de comportamientos más sutiles.

      Tart, investigador pionero de los estados modificados de consciencia, afirma que los conductistas no se atreven a proclamar que somos una máquina, la máquina gurdjieffiana, autohipnótica, en trance, dentro de la cadena de montaje consensual que hemos fabricado. Cadena que hemos de romper para llegar al “self”: el sí mismo.

      Podemos concluir finalmente que en efecto, hay una realidad que tiende a crear a ese hombre robot-hombre industrial; hoy ya el hombre informático, pues es una sociedad basada en la huída del principal factor de desmontaje: la muerte, que no cabe en el mecanismo de estos presupuestos. El conductismo ha sido su teoría favorita para perfeccionar los procesos de ensamblamiento de las piezas. Es propio del momento coyuntural del pensamiento industrial. Hoy podemos concluir que sólo se valida como teoría de apoyo, como estudio del comportamiento general de poblaciones y como parte de otros tipos de terapia.

      Al parecer no buscan un éxito en la productividad sino que tienen unos parámetros más amplios. Por ejemplo :

      La psicología hórmica de McDougall, donde se defiende un vitalismo dentro de un organismo viviente que actúa por la urgencia de sobrevivir. El vitalismo, el organicismo, el mecanicismo, están presentes en las tendencias de las diversas disciplinas, por lo que surgen alternativas que se articulan muchas veces en relación con todos ellos.

      Es interesante destacar por su anticipación, la psicología holística de Goldstein, que denuncia lo ficticio de los símbolos de la física, defendiendo la gestalt y el carácter interrelacionador, es decir el carácter organísmico del ser humano a quien no se concibe como una suma de partes. El organismo viviente es un todo, de ahí –holos–, palabra clave en los movimientos actuales, lo cualitativo se superpone a lo cuantitativo para este autor, y el principio de actuación se basaría en el equilibrio de la energía, en la interacción con el ambiente que tiende a lo completivo y hacia la vida total, lo que conlleva una meta implícita, un propósito y una dirección. En ella las ciencias físicas operarían con cantidades y las ciencias biológicas, incluida la psicología, operarían con organizaciones cualitativas.

      2. LA SEGUNDA FUERZA: EL PSICOANÁLISIS

      El psicoanálisis se originó en la medicina, recorriendo unos caminos mentalistas, no científicos, y estudiando los aspectos irracionales de la vida humana. Aspectos repudiados por la ciencia oficial que seguía rigurosamente el camino de la anatomía, la histología y la fisiología. Sin embargo, Freud estaba dentro de este pensamiento positivista. Las influencias de Darwin y Spencer reforzaron en él un enfoque empírico de la psicología, con un fuerte desagrado por la especulación. Sigmund Freud y sus seguidores introdujeron el método racional de la investigación científica en el área del irracionalismo. Freud se inicia en 1885 con Charcot en los enigmáticos fenómenos de la sugestión, la hipnosis y la histeria, en Francia. De nuevo en Viena se dedica con Breuer a los estudios sobre la histeria, emprendiendo toda una vida dedicada a explorar el inconsciente humano. Comienza entonces su obra mundialmente conocida, a partir del impacto de La interpretación de los sueños, describiendo los contenidos latentes y los manifiestos, así como los mecanismos de condensación y desplazamiento del material onírico. Dentro de su concepto materialista de la vida, Freud afirma que existe una energía utilizada por los procesos mentales que se halla a disposición del organismo viviente; con ello llegamos al concepto de libido, con una connotación sexual absoluta. Sus aspectos más decisivos los encontramos en postulados como el principio de constancia, el de la compulsión-repetición, el de la economía, el principio del placer y el principio de realidad. Por otra parte, Eros y Tánatos, en su teoría de las pulsiones, puentes entre lo mental y lo físico, aparecen como míticos. Estos conceptos tendrán también una gran repercusión. Extiende las fases del desarrollo infantil a lo oral, anal y fálico; a partir de aquí entramos en el complejo de Edipo, lugar común de referencia casi popular. La fase de latencia terminará en la pubertad. La transferencia utilizada como reclamo, la asociación libre y la falla en el discurso en su anomalía: lapsus, redundancias, contradicciones, rodeos, tics, así como el silencio junto a la atención flotante del analista, conformarán el plano de la acción psicoanalítica sobre el diván.

      La primera tópica crucial es la del consciente-inconsciente, en la que éste se considera como una especie de lugar en donde se recluyen todos los deseos que están bajo la represión y la resistencia, lo que surgirá a través del síntoma. El inconsciente en Freud se convierte en una especie de basurero amenazador que mediante el uso de la palabra en la sesiones clínicas puede llegar a ser evocado y comprendido, lo que daría lugar a la curación psicoanalítica. Posteriormente Freud encontrará que ciertos contenidos que surgen de ese inconsciente no tendrán nada que ver con la represión sino con algo más bien atávico, por ello admitirá la existencia de un inconsciente arcaico. La influencia de la existencia de un inconsciente es tan importante que Varela afirma, tal vez irónicamente, que «las personas –al menos los europeos y norteamericanos de clase media– han llegado a creer que tienen un inconsciente que es evolutiva y simbólicamente primitivo».

      Una segunda tópica imprescindible será la del ello-yo-superyo, dentro de la teoría de la personalidad. El ello es inconsciente; el yo consciente será formado a lo largo de la vida, y el superyo, proviniente en un principio de la consciencia moral, representa la voz de los padres, el mundo simbólico de la autoridad y sus pautas, que pueden ir desde la restricción más absoluta hasta la ausencia de esas pautas. El “yo ideal” representa la etapa de unificación primigenia, y el “ideal del yo” será como un intento de vuelta a ello, lo que supondría la tendencia de la vida. Sobre todo esto Frances Vaughan resume que «el psicoanálisis considera que la infelicidad se debe al inevitable conflicto existente entre los deseos personales y las necesidades sociales, es decir entre las pulsiones del ello y las demandas del superyo».

      Los cinco casos enmarcados para toda la vida del psicoanálisis, el de Dora como representante de la histeria, el de Juanito para la fobia infantil, el del hombre de las ratas como neurosis obsesiva, el de Sreber para la paranoia y el del hombre de los lobos, como neurosis infantil, conforman la galería más importante de los tratamientos modelo de Freud. La cuestión de la angustia es primordial también, al principio como creada por la represión y posteriormente como causa; personalmente creo que se mueve en la dos direcciones. Hoy posiblemente ya no se den estos casos retratados por Freud de una manera tan acusada y propios de la influencia cultural victoriana. Los numerosos artículos dan fe del trabajo prolífico que supuso la vida del creador del psicoanálisis, base de las psicologías posteriores.

      Apuntes. Freud supuso una entrada en el mundo de las sombras que no pueden ser verificadas empíricamente como se pretende en la fisiología, y por ello abre la puerta a lo desconocido y a lo profundo en el hombre. Sin embargo participaba de una concepción racionalista y materialista de la vida. Freud, por alguna razón, tenía un tope ahí. Por ello, tal vez, no comprendió a Tagore ni a Dasgupta, profesor de filosofía en Calcuta, como afirma Ernest Jones en su biografía sobre Freud. No podía comprender el mundo hindú que trasciende lo racional. Sobre Einstein, tras su visita, comentó que «entiende tanto de psicología como yo de física». Pienso que la mente amplia de Einstein en nada concuerda con la reduccionista de Freud. Su determinismo y racionalismo le hizo llegar sólo hasta un concepto mítico racional de la existencia.

      El mundo de lo espiritual, que no quisiera confundir con lo religioso, tiene poco objeto en el racionalismo de Freud. Su amigo Romain Rolland –en una ocasión– le describió una emoción mística con el universo, a la que Freud llamó sentimiento “oceánico”, y lo recondujo al estadio más primitivo de la infancia, lo cual da una idea de lo comentado. La religión viene a reducirse en Freud

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