Psicología y psicoterapia transpersonal. Manuel Almendro

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Psicología y psicoterapia transpersonal - Manuel Almendro Psicología

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considerar con cierto dogmatismo que todo ataque al psicoanálisis se consideraría como una represión de la sexualidad. El mundo de la emoción de Freud al parecer sólo se exteriorizó en la muerte de su nieto Heinerle, y posiblemente en las desavenencias autoritarias con sus discípulos.

      Hay varios aspectos en los que se critica al psicoanálisis, más allá de presupuestos teóricos:

      Primero, el haber obtenido sus fundamentos teóricos basados en la patología. Segundo, el considerar el inconsciente como fuente de enfermedad, como algo peligroso y malo y que por lo tanto tenía que estar bajo control, lo que hace que el psicoanalista conciba como negativo todo aquello que no comprende, porque se aparta del concepto de normalidad. Miedo al sexo. «Los freudianos siguen siendo reduccionistas respecto de los valores humanos superiores, las motivaciones más reales y profundas parecen peligrosas y repulsivas, mientras que los supremos valores y las virtudes humanas son esencialmente falsos, no son lo que parecen, sino versiones camufladas de lo profundo, oscuro y sucio. Nuestros científicos sociales son igualmente decepcionantes. Un total determinismo cultural constituye todavía la doctrina oficial y ortodoxa de muchos o de la mayoría de los sociólogos y antropólogos. Esta doctrina no solo niega la existencia de motivaciones superiores intrínsecas, sino que, a veces, se acerca peligrosamente a la negación de la propia naturaleza humana.» Así se expresó Maslow. El reduccionismo racionalista y mentalista recoje la falla del discurso para metabolizarla desde el intelecto, con lo cual pierde todo su valor intuitivo. Todo ello proviene de un modelo que interpreta la realidad bajo un reduccionismo fisicoquímico que no integra la experiencia ni la vivencia personal, puesto que parte de una concepción en la que la experiencia se da sólo en los objetos, como en una reacción entre el ácido sulfúrico y un hidróxido de calcio, lo que cierra el camino a la comprensión del sentimiento de unión con el universo, pues ello requiere atravesar la barrera de lo que puede ser pensado. Por todo ello el cientificismo forma parte de esa posición de separatividad y es causa de los desastres ecológicos, por el poder de las reacciones que los experimentos desencadenan al contemplarse solamente el ombligo y no mirar el resto del “cuerpo terrestre”. Sólo Jung pudo dar ese salto hacia lo numinoso, lo transmental, convirtiéndose en paladín de lo transpersonal. Jung habla de su maestro diciendo que en él se daba una secuela de factores religiosos inconscientes, constituyéndose paradójicamente en un dogma: en el lugar del Dios celoso que había perdido había colocado la sexualidad, amenazadora, despótica y ambivalente moralmente. También comenta que la amargura de Freud le preocupaba en especial y que, según su propia expresión, se sentía amenazado por la “negra avalancha”. Freud reconoció, según Jung, la importancia de la parapsicología y de los fenómenos ocultos; sin embargo, el miedo a comentar su intimidad se pone de manifiesto en una contestación a éste: «el caso es que no puedo arriesgar mi vida privada». Jung, casi concluyente, expone que ninguno de ellos sabía qué era el psicoanálisis, pues ni siquiera el maestro había podido resolver su propia neurosis. Recuerdo haber leído que, ante una contemplación de la primavera, Freud se lamenta de un mundo que no sabe a dónde va. Ese miedo tal vez tenga que ver con sus experiencias con la cocaína, a la que algunos investigadores se han referido como motor de los primeros hallazgosdel psicoanálisis, experiencias reflejadas en el artículo «Über Coca» (1887). Sin embargo, a pesar de estas críticas, Freud y el psicoanálisis aparecen como piedra base en el inicio de la psicología moderna. Grandes autores como Perls, creador de la psicoterapia gestalt; Reich, creador de la bioenergética; Claudio Naranjo; Grof, con la terapia holotrópica, e innumerables terapeutas, entre los que humildemente me cuento, han recorrido el psicoanálisis. Y fue el Psicoanálsis el que, a pesar de su soporte racionalista, contrastó con la psicología conductual. Hoy día el psicoanálisis ortodoxo contrasta con el transpersonalismo. Es decir que llevamos cien años de andadura psicoanalítica, lo que según el colega junguiano Enrique Galán no puede pasarse por alto. Con el psicoanálisis se pasa de un inconsciente filosófico a un inconsciente operativo, y se abre la concepción de lo “psicosomático”, interrelación que coloca un embrión en la relación inseparable de la mente y el cuerpo. Con el psicoanálisis también aparece el valor del individuo y su vida personal, su biografía, que posteriormente dará lo existencial y lo humanístico en psicología. Para Galán la grandeza del psicoanálsis está en que abre la puerta a la riqueza psicológica, que posteriormente se irá desgranando, hasta llegar a lo que está más allá de la persona: lo transpersonal, apareciendo Jung como pionero. Nada de ello habría tenido lugar sin el psicoanálisis. Puede haber discrepancias sobre esta última opinión pero lo que es indiscutible es que la evolución lleva un orden progresivamente expansivo, tal vez plegado en su totalidad en el embrión de los tiempos. Es innegable que en el psicoanálisis se pasa por una vivencia analítica personal –la praxis del diván–, además de su corpus teórico, lo cual ya plantea esa necesidad de experiencia pragmática, aunque la recaptación de la falla en el discurso se realice finalmente desde el racionalismo. También podemos pensar que en esa evolución hemos de pasar por, para dejar de; es decir, trascender bifurcando.

      El psicoanálisis se ha dividido en diversias escuelas, unas más definidas que otras. Tenemos a Melanie Klein, inglesa, cuya teoría de las posiciones es fundamental en la epistemología del psicoanálisis. En el análisis kleiniano se subraya la importancia de los impulsos agresivos. Algunos de sus seguidores comentan con un determinismo apabullante que a partir de los seis primeros meses de vida ya está todo programado. A su escuela se le critica el haberse centrado en la práctica real en la comprensión de la relación de transferencia. Bion se centra más en el presente. (Erich Fromm, quien da origen a un psicoanálisis histórico y ético.) Otras tendencias importantes las representan Otto Rank con su teoría de la voluntad, y Ferenczi, con una nueva teoría de los instintos, a demás de su interés por el cuerpo. De Rank es de destacar la gran importancia que da al trauma del nacimiento, lo que ha sido corroborado posteriormente, aunque Rank no profundizó en ello; sin embargo adelanta el origen traumático, que sería perinatal más que edípico, lo que conlleva una versión diferente de Freud. Ferenczi le apoyó, no así Freud. Lacan, en Francia, da origen a una tendencia recuperadora de Freud, aunque hay quien opina que en realidad creó una nueva teoría analítica. La teoría lacaniana se ha extendido con profusión en Europa y en América latina. De la misma manera que Freud se organizó en los parámetros racionalistas y positivistas de fin del siglo diecinueve, Lacan se encuentra dentro de las teorías lingüísticas del estructuralismo, utilizando el concepto de metáfora para la función paterna entre otras aplicaciones, y también la metonimia, el significante, etc.; de ahí el lenguaje como constituyente. La palabra reina aquí en un hiperintelectualismo que, al igual que en el mundo freudiano, sólo se queda en la capa mental, en la capa del intelecto de la cuadrinidad, convirtiéndose así en omnipotente. Una matemática intenta formular los procesos, lo cual hace entrar en un vertiginoso poder de la palabra y el concepto, en una trasmisión superanalítica y casi esotérica, cuya validez quedaría reducida ostensiblemente si se hiciera entrar al ser intuitivo o ser espiritual, lo que conduciría a una comprensión global y guestáltica de los sucesos, antes que perderse en un laberinto intelectual que jamás encuentra salida, contentándose sólo con el minucioso relato intelectual de los devaneos de una pulsión que, como un señuelo, se pierde entre el concepto del deseo y el del goce. La complejidad del enigma del ser humano se pierde al querer valorarlo exclusivamente por la actividad intelectual y la palabra. De ese modo, es imposible la vivencia de lo transmental; por ello encuentro en el mundo psicoanalítico de casi todas sus tendencias un pesimismo poco saludable. La fuerza de la vida se pierde entre las definiciones. El final de Lacan, después de los arrebatos de sus discursos y sus seminarios, es un poco desconocido; hay quien habla de su interés por el zen, etc. El caso es que ese final pretende ser ignorado por quienes se han hecho a medida de sus teorías oficiales. Para mucha gente es evidente que terminó loco. Sin embargo, Marc Alain Descamps tiene escritos sobre los aspectos transpersonales de este hombre singular, verdadero trapecista del concepto. Hay momentos en que leer a Lacan supone una travesía interesante. Lo que se desprende de su trabajo y de la forma de exponerlo es como si ansiara apurar el camino por el que la palabra pudiera inútilmente, por sí misma y junto al intelecto, contener en sí una pulsión vital que siempre se escapa

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