La traición en la historia de España. Bruno Padín Portela
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Menéndez Pidal sitúa en el siglo XII, con la Crónica Silense, el origen de la mención de Julián en el norte de Península[33]. Hasta ese momento no disponemos de crónicas que nos remitan noticia alguna acerca de la violación. El ciclo cronístico alfonsino, por ejemplo, guarda absoluto silencio al respecto, algo que, teniendo en cuenta la afición del Magno por los relatos novelescos o maravillosos, vendría a demostrar que esa noticia no sería famosa en el Norte[34]. Nos pone Menéndez Pidal, por otra parte, sobre la pista de una versión, aparecida en la primera mitad del siglo XIII, en la que Rodrigo no deshonraría a su hija, sino a la mujer de Julián[35]. A quien está aludiendo este autor es al arzobispo Jiménez de Rada, primero en proponer a la condesa como ofendida: «Otros afirman que violó [Rodrigo] a la esposa del conde»[36].
Autores como E. A. Thompson, que sigue básicamente en su estudio el relato de la Crónica de 754, restan importancia a la violación como causa principal del final godo. Señala este autor que el cronista no sabe nada y que escritores posteriores latinos y árabes nos cuentan muchas historias, como la del conde Julián y su hija Florinda, a la que Rodrigo había violado[37]. R. Collins, por su parte, va más allá, sorprendiéndose del número de expertos que todavía creen en la existencia del conde don Julián, ya que, según él, el conde y su hija no serían más que creaciones de ficción cuyo único objetivo sería explicar por qué la conquista sobrevino al reino visigodo con tanta rapidez[38]. Mientras que H. Kennedy se limita a apuntar que es imposible saber si hay algo de cierto en este relato y que ni siquiera podemos afirmar con certeza si Julián existió[39].
Con respecto al posible autor del estupro, existe un desequilibrio absoluto a la hora de señalar como culpable a Witiza o a Rodrigo, ya que es el segundo el responsable en la mayoría de ocasiones. Representa la Crónica Pseudo Isidoriana el primer y más detallado testimonio de la versión de la leyenda que atribuye el estupro a Witiza y no a Rodrigo: «Gético [Witiza] retuvo y gozó de aquella [hija del conde] durante muchos días»[40]. Autores como P. Chalmeta o García Moreno han sostenido que el hecho de la violación, de haberse producido, se correspondería con el reinado de Witiza, puesto que, de acuerdo con las fechas acordadas por toda la historiografía andalusí, al ascender Rodrigo al poder en 710, cronológicamente sería imposible mantener la acusación sobre el último rey godo[41].
Pero más allá de fuentes musulmanas, crónicas cristianas o autores modernos, sería interesante realizar una digresión que relacionase la conducta libidinosa de Rodrigo con la visión del sexo en el marco religioso de la época, y hacerlo, además, en base a una de las obras fundamentales del siglo VII, como son las Etimologías de Isidoro de Sevilla. Defendía el polígrafo hispalense una concepción sexual negativa y más bien restrictiva, que debía, en consonancia con la moral cristiana imperante, situarse siempre dentro de los cauces que establecía la misma. Dentro de este esquema la sexualidad se entendía desde un punto de vista conyugal con fines exclusivamente reproductores, siendo el contacto sexual derivado de estas obligaciones maritales el único legítimo dentro de la cosmovisión cristiana.
El arzobispo sevillano menciona el rapto y el estupro, delito que habría consumado Rodrigo, provocado por la incontinencia del deseo sexual[42]. Añadía Isidoro, además, que las prácticas contrarias a la pauta ortodoxa cristiana dentro del terreno sexual conllevaban actitudes propias de demonios y seres inmundos[43]. La conclusión que se extrae de estas premisas consistiría en que reprimir o controlar en la medida de lo posible los instintos carnales sería lo más apropiado para alcanzar un modo de vida acorde con los valores católicos establecidos[44].
El deseo sexual, ajeno al arquetipo cristiano de conducta y muestra innegable de la fragilidad humana, conduciría a la lujuria y lascivia, lo que, a su vez, provocaría, en último término, la ruina moral. En esta ocasión dicha ruina, causada por el desenfreno sexual de Rodrigo, que le hace perder el control, habría llevado a la desintegración del reino godo. Se encuadra esta idea, asimismo, dentro del modelo bíblico según el cual, si hubo pecado, tiene que haber castigo. La visión sexual isidoriana encierra, en definitiva, una idea que lleva asociada indefectiblemente la lujuria y la lascivia como antesala de la generación de pecados y delitos, los mismos que había cometido Rodrigo (ejemplo de mal rey) al haber, supuestamente, violado a la hija del conde Julián, y, en consecuencia, despeñado al reino godo por la senda del mal y la desaparición final.
LA TRAICIÓN EN LA BATALLA
La segunda de las traiciones que condujeron a la «pérdida de España» se situaría en el mismo campo de batalla. No existe acuerdo sobre la interpretación de lo que sucedió, pero en lo que parece no haber duda es en que se produjo una defección de una parte de la hueste real de Rodrigo en medio de la batalla comúnmente llamada del Guadalete, lo que provocó un desequilibrio de fuerzas que fue aprovechado en última instancia por el ejército musulmán para derrotar al godo.
Se refiere el jesuita a la traición en los siguientes términos:
Cuando Oppas, o increible maldad, disimulada hasta entonces la traycion, en lo mas recio de la pelea, segun que de secreto lo tenia concertado, con un buen golpe de los suyos, se paso a los enemigos. Juntose con don Iulian, que tenia consigo gran numero de los Godos, y de traves, por el costado mas flaco, acometio a los nuestros. Ellos atonitos con traycion tan grande, y por estar cansados de pelear, no pudieron sufrir aquel nuevo impetu, y sin dificultad fueron rotos y puestos en huyda[45].
El concierto previo se habría rubricado, de acuerdo con el juicio de nuestro autor, en un monte llamado Calderino, que en árabe vendría a significar «monte de la traición». Fue en ese lugar donde el conde y los demás se juntaron «para acordar, como acordaron, de llamar a los Moros a España»[46].
Mariana reconoce la traición en la batalla, pero no por ello deja de apelar al estilo de vida característico de los godos. Dice, cuando describe el comienzo del reinado de Rodrigo, que los godos «tenian los cuerpos flacos, y los animos afeminados, a causa de la soltura de su vida y costumbres», para