La traición en la historia de España. Bruno Padín Portela
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«¿Fué solo la arenga de Tarik, ó fué acaso la defeccion de los hijos de Witiza, del prelado Oppas y sus parciales, que vieron llegado el caso de consumar su traición y su venganza, y abandonaron á Rodrigo ó se pasaron á los árabes?»[48]. Si complementamos esta pregunta con la reflexión que Modesto Lafuente realiza en su Discurso Preliminar, comprenderemos que, en su opinión, la derrota visigoda no era más que el resultado de un cúmulo de despropósitos. Los «bandos intestinos, capitaneados por la facción y la familia de un monarca destronado», eran importantes, sí, pero no lo eran menos las «costumbres relajadas y sueltas, la molicie» o las «vivas y exacerbadas rivalidades». La traición en la batalla, en definitiva, representaba una causa más en el inevitable desenlace godo, y es que para Lafuente la conquista musulmana era, en el fondo, necesaria, pues «nunca falta la intervención providencial, cuando una sociedad exige ser disuelta o regenerada»[49].
En el relato canovista, siguiendo las reflexiones de E. Saavedra, se sostenía que «el ejército real vió con asombro, pero sin espanto, la verdadera y única traición de la memorable pérdida de España» protagonizada por la «infame defección de Sisberto en el ala derecha en que combatía»[50], de lo que podemos deducir que, según este estudio, no se trató de una acción sorprendente, sino más bien esperada. Aun así, se resiste Saavedra a otorgar la victoria completa al ejército invasor, puesto que «cambiada de este modo la suerte de las armas por la infame defección de Sisberto, hubiera sido completo el triunfo de los witizanos y de sus auxiliares de África con la muerte del Rey, de haberle podido coger prisionero»[51].
Torres López reconstruirá la traición de la batalla en base al relato según el cual Rodrigo había dado las dos alas del ejército, que posteriormente abandonarían, a Sisberto y al metropolitano de Sevilla Oppas, hermanos de Witiza, mencionando además que los hijos del penúltimo rey estaban en el ejército real, llenos de rencor contra Rodrigo. Entendía la facción witizana que el interés árabe no iba más allá de una simple algarada, que «los invasores no venían a establecerse en el país, sino a ganar un botín para después marcharse, decidiendo abandonar a Rodrigo, y anunciando secretamente su propósito a Tarik»[52]. Pidal, en la Introducción, menciona que el objetivo sería apoderarse del reino y también del patrimonio de los tres mil cortijos que pertenecerían a la familia de Witiza[53].
En esta Historia se continúa apelando, como hasta ese momento, a la facción witizana. La versión en lo único que podrá disentir con respecto a las anteriores historias generales es en si fueron los hijos, los hermanos, o todo un bando, pero siempre serán personas cercanas al penúltimo rey godo las que cometan la traición en venganza por los derechos sucesorios que supuestamente había usurpado Rodrigo. Un juicio similar, basado en atribuir la responsabilidad de la derrota a los hijos de Witiza, fue recogido por J. Orlandis en un libro ya clásico sobre el final del reino visigodo. Explicaba Orlandis que la acción de los hijos al abandonar su puesto en la batalla no tuvo tanto de traición como de gravísimo error de cálculo, al no lograr calibrar la diferencia existente entre el potencial militar de los visigodos y los musulmanes[54].
El papel desempeñado por los hijos de Witiza en la defección del ejército godo debería, sin embargo, matizarse en algunos puntos. Deberíamos, en primer lugar, distinguir dos niveles en su comportamiento, uno anterior a la aparición de la Crónica Silense y otro posterior, siguiendo los útiles comentarios de García Sanjuán[55]. Con anterioridad al monje de Silos los hijos de Witiza serán los responsables individuales únicos de la conquista, al haber propiciado la venida musulmana y el abandono a Rodrigo en el Guadalete, como podemos comprobar, por ejemplo, en la Crónica de Alfonso III[56]. Una vez que se incorpore la figura de Julián, los hijos de Witiza pasarán a ser responsables de la defección en la batalla contra el ejército comandado por Tariq, porque la venida de los musulmanes se explicará a partir de las ansias del conde por vengar la honra de su hija.
Si recurrimos a la fuente narrativa más cercana a los hechos, la Crónica de 754, observaremos que sí existió un acuerdo previo para dejar solo al rey godo, lo que no quiere decir que se tuviesen que constituir en una parte del trato los witizanos. Dice parcamente el cronista que Rodrigo «cayó en esta batalla al fugarse todo el ejército godo por rivalidad y dolosamente había ido con él solo por la ambición del reino»[57]. De hecho, desde el cronista mozárabe, todas las fuentes coincidirán, a excepción de al-Raqiq, al-Kardabus, Ibn ’Idari y el Dikr, en la misma explicación. En este sentido P. Chalmeta distingue dos versiones sobre los hechos: una, que considera libre de elementos legendarios ni intereses, la cual atribuye la defección a un amplísimo sector de la nobleza, siendo la responsabilidad colectiva; mientras, la segunda contendría elementos anacrónicos, en un afán por destacar el protagonismo de los hijos de Witiza, que derivaría de Ibn al-Qutiyya[58].
Por otra parte, la información que recogen las fuentes musulmanas acerca de la participación de los hijos de Witiza parece corresponder a dos tradiciones distintas: una ofrecida por el propio Ibn al-Qutiyya, donde el pacto habría sido anterior a la batalla y firmado por los descendientes de Witiza y Tariq, y la que ofrecen el resto de las fuentes, donde los hijos huirían poco antes del comienzo de la batalla[59]. Idéntica distinción se puede realizar si lo que pretendemos es arrojar luz acerca del número e identidad de los hijos de Witiza. Atendiendo a la representada por al-Qutiyya, los hijos serían tres: Alamundo, Artobás y Rómulo[60]; mientras que en el resto el número se limitaría a dos, Sisiberto y Oppas[61]. Asimismo, se encuentra la problemática de la edad que los descendientes del penúltimo rey godo podían tener en el transcurso de la batalla. Las estimaciones realizadas por García Moreno indican que, muerto Witiza con aproximadamente veinticinco años, ninguno de sus hijos podía superar los diez años de edad, no estando, como parece lógico, en disposición de participar en un conflicto armado, y menos aún liderando una facción.
EL PAPEL DE LOS JUDÍOS
La consideración de los judíos como traidores o enemigos internos parece una constante a lo largo de buena parte de la historia. Como demuestra Y. Baer para la España cristiana, los judíos mantienen una posición ambivalente; por un lado existe siempre un halo de sospecha sobre ellos, pero, a la vez, son requeridos para desarrollar empleos relacionados con la artesanía, el comercio o las finanzas que en no pocas ocasiones solo pueden desarrollar ellos[62]. El protagonismo judío en el tema que nos ocupa habría estado marcado por el apoyo prestado a los musulmanes tanto en la conquista como en la posterior toma de las principales ciudades que formaban el reino visigodo, que ayudaría a estigmatizar todavía más, en palabras de Cordero Navarro, la imagen del «Otro», el «sacrílego judío» que atenta contra la fe del pueblo cristiano, contra el rey y contra el propio reino al que pertenece[63].
Advertía ya Modesto Lafuente en el Discurso Preliminar a su Historia general de España: «Si más adelante vemos