La traición en la historia de España. Bruno Padín Portela

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La traición en la historia de España - Bruno Padín Portela Universitaria

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palabras de amor a la condesa», esposa del conde García Fernández, y astutamente le pregunta si quiere ser condesa o si quiere ser elevada a reina. Entonces se detiene, narrando la forma en que, seducida por estas palabras, intenta provocar la muerte de su marido. En primer lugar le quita la cebada al caballo de García, suministrándole salvado para que le fallara en el momento adecuado, y después persuade al conde para que permitiese a sus hombres pasar la festividad de Navidad con sus mujeres e hijos. Tras anunciarle a Almanzor que lo había hecho, este envió a la élite de sus tropas, que arrasaron la región en la que García se encontraba con pocos soldados. A pesar de que intentó salir al encuentro, el caballo le falló, por lo que, siendo «capturado y lanceado por los sarracenos en la ribera del Duero, entre Alcózar y Langa, expiró al quinto día, era 1033, el 19 de diciembre». Esto es lo que refiere la Najerense con respecto a la relación entre el conde y su mujer.

      Una vez muerto García Fernández, la ambición y el desenfreno de la condesa no se verían satisfechos. El siguiente obstáculo que impedía la elevación de su dignidad era su propio hijo, Sancho García. Si leemos un poco más esta crónica veremos que ambicionaba «asesinar con una poción a su hijo, de quien dependía la salvación de Hispania entera». Pretendía hacerlo simplemente para «así satisfacer su deseo de vana gloria y entregarse más libremente a la lujuria». Aparece entonces el Señor como freno al comportamiento malicioso de la condesa. Es gracias a su intercesión que el conde logra salvar la vida, «pues una morita (…) a la que Dios hizo que se encontrara con él, le relató al conde (…) la muerte que se le preparaba en una bebida (…) para que se abstuviera totalmente de tal copa». Es paradójico que sea precisamente una mora la que impida que la condesa se convierta al islam al advertir a Sancho de lo que iba a suceder. Así, cuando el conde pide algo de beber, se lo acercan en un vaso de plata «y él se lo ofreció a su madre casi por deferencia y la invitó a que bebiera ella primero (…) finalmente ella, obligada, exhaló el alma al primer sorbo, cayendo en la trampa que tendió».

      De las dos figuras elementales que dominan el panorama historiográfico latino durante el siglo XIII, Lucas de Tuy y Rodrigo Jiménez de Rada, solo el segundo menciona, y con matices diferentes a la Najerense, el relato de la condesa traidora. Nos lo cuenta así el Toledano en su De rebus Hispaniae:

      En este punto observamos, además, otro rasgo característico de lo que podríamos denominar ser o carácter nacional: la división. Este atributo facilitó a lo largo de la historia que los enemigos externos de España, que en la Edad Media serían predominantemente los musulmanes, lograsen conquistar y asentarse dentro de las fronteras cristianas. Ello no quiere decir que fuesen física, moral o militarmente superiores, al contrario, de no existir tal desunión sería imposible que tuviesen éxito en sus campañas bélicas. Como muestra, podemos echar mano otra vez del episodio de la «pérdida de España», en el que, de acuerdo con algunas versiones, la entrada de los invasores se habría debido a la falta de unidad que imperaba entre los familiares del penúltimo rey godo, Witiza, y los seguidores de Rodrigo.

      Llegamos, tras Jiménez de Rada, a una obra fundamental dentro de la historiografía española, la Estoria de España que a finales del siglo XIII mandó componer el rey Sabio. Aparte de su impacto en las historias generales que a partir de su publicación se iban a escribir, el texto alfonsí es relevante en relación con el tema que nos ocupa porque introduce novedades notorias que cambian sustancialmente el sentido de la trama. La primera diferencia que encontramos es que García Fernández no tiene una mujer, sino dos. Con respecto a esa primera mujer, la Estoria nos dice lo siguiente:

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