Sobre la teoría de la historia y de la libertad. Theodor W. Adorno

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que en Adorno estaba siempre al comienzo, y su primera corrección manual– de este capítulo, que en un principio llevaba como título “Determinismo. Paráfrasis de Kant” y cuyo título definitivo es “Libertad. Para la metacrítica de la razón práctica”, surgieron entre el 3 de diciembre de 1964 y el 20 de enero de 1965, es decir, en forma prácticamente simultánea a las presentes lecciones, que tuvieron lugar entre el 10 de noviembre de 1964 y el 25 de febrero del año siguiente. En relación con la crítica de Adorno a la definición hegeliana de la historia, cf., en cambio, el capítulo “Espíritu del mundo e historia natural” de Dialéctica negativa (GS 6, pp. 335 y ss. [pp. 277 y ss.]), que originariamente llevaba como título “Espíritu objetivo” y surgió inmediatamente antes del capítulo sobre la libertad; la primera corrección de la versión dictada de este capítulo fue concluida el 15 de noviembre de 1964.

      4 Probablemente, Adorno tenía en vista, al hablar de teoría de las espirales, la construcción de la historia de A Study of History (1934-1961) de Arnold J. Toynbee, que por cierto ve surgir y morir las más diversas civilizaciones en un movimiento cíclico comparable; pero, ante todo, en los últimos volúmenes de su obra principal incorpora una evolución ascendente jerárquicamente organizada que está determinada de manera esencial por la religión; la teoría de la historia de Toynbee ocupa, en esa medida, más bien una posición intermedia entre las teorías progresivas lineares y las cíclicas. (Sobre su crítica explícita a la teoría de los ciclos, cf. Der Gang der Geschichte. Aufstieg und Verfall der Kulturen, trad. de Jürgen von Kempski, 4ª ed., Stuttgart, 1954, pp. 248 y ss.). A través de la imagen de la espiral ha visto la historia de la humanidad nadie menos que Goethe, a quien invocan una y otra vez todas las tentativas morfológico-culturales (cf. notas 5 y 6): “El círculo que tiene que describir la humanidad es bastante definido y, al margen de la gran paralización impuesta por la barbarie, ha descripto su curso ya más de una vez. Si se le quiere adscribir un movimiento en espiral, la humanidad retorna una y otra vez a aquella región que ya ha recorrido. Por esta vía se repiten todas las perspectivas verdaderas y todos los errores” (Johann Wolfgang von Goethe, Sämtliche Werke, Jubiläums-Ausgabe, vol. 40: “Schriften zur Naturwissenschaft”, 2ª parte, ed. de Max Morris, Stuttgart-Berlín, 1907, pp. 120 y ss.).

      5 Sobre Oswald Spengler, de cuya filosofía de la historia cíclica habla Adorno en el estudio “Sobre estática y dinámica como categorías sociológicas” (GS 8, p. 237 [Escritos sociológicos I, pp. 202 y ss.); cf. también los trabajos de Adorno sobre él: “Spengler después de la decadencia” (GS 10.1, pp. 47 y ss.), “¿Tendrá razón Spengler?” (GS 20.1, pp. 140 y ss.), así como la temprana reseña de El hombre y la técnica (GS 20.1, pp .197 y ss.).

      6 Como Spengler, también Toynbee y Frobenius (cf. infra, nota 19) son considerados representantes de la morfología de la cultura: una teoría según la cual las culturas sufren un cambio formal orgánico, en analogía con el desarrollo de los individuos desde la infancia, pasando por la juventud y la madurez, hasta la vejez. Según la teoría de Spengler, toda cultura termina en la civilización, que es su estadio de decadencia; la civilización es “un remate; subsigue a la acción creadora como lo ya creado, lo ya hecho, a la vida como la muerte, a la evolución como el anquilosamiento, al campo y a la infancia de las almas –que se manifiesta, por ejemplo, en el dórico y en el gótico– como la decrepitud espiritual y la urbe mundial petrificada y petrificante. Es un final irrevocable, al que se llega siempre de nuevo, con íntima necesidad” (Oswald Spengler, La decadencia de Occidente. Bosquejo de una morfología de la historia universal, trad. de Manuel García Morente, Madrid, Espasa Calpe, 1983, vol. I, p. 61).

      7 Las fechas que se encuentran en el texto de las anotaciones fueron colocadas por Adorno, en cada caso, al final de una lección en el punto al que había llegado, y a partir del cual se disponía a continuar en la clase siguiente.

      8 El original de las anotaciones de Tillack se encuentra en Theodor W. Adorno Archiv, Vo 9735-9739.

      9 La teoría de Hobbes según la cual “durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que los atemorice a todos, se hallan en la condición o estado que se denomina guerra; una guerra tal que es la de todos contra todos” (Thomas Hobbes, Leviatán. O la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil, trad. de Manuel Sánchez Sarto, México, FCE, 1987, p. 102) es desarrollada en el capítulo 13 de la primera parte de Leviatán; sobre el carácter hipotético del contrato social de Hobbes, cf. GS 6, p. 315 [Dialéctica negativa, pp. 295 y s.]; pero, ante todo: Max Horkheimer, Gesammelte Schriften, vol. 2: Philosophische Frühschriften 1922-1931, ed. de Alfred Schmidt y Gunzelin Schmid Noerr, Frankfurt, 1987, pp. 213 y ss. Sobre la teoría del contrato social de Hobbes cf. también GS 6, pp. 217 y 350 [Dialéctica negativa, pp. 204 y s., 327].

      10 Georg Mehlis (1878-1942), filósofo de Freiburg, discípulo de Rickert, coeditor de Logos, autor de Lehrbuch der Geschichtsphilosophie, Berlín, 1915.

      11 Ernst Bernheim (1850-1942), historiador de Greifswald; cf. su Lehrbuch der historischen Methode und der Geschichtsphilosophie, Leipzig, 1889; 6ª ed., 1908.

      12 Sobre Simmel, cf. infra, notas 34 y 35.

      13 Bruno Liebrucks (1911-1985), filósofo de Frankfurt; en su obra principal, Sprache und Bewußtsein, 8 vols., Frankfurt, 1966-1974, el quinto volumen está dedicado a la Fenomenología del espíritu.

      14 Sobre la novela de Aldous Huxley, cuya primera edición apareció en Londres en 1932, cf. el ensayo de Adorno “Aldous Huxley y la utopía” (GS 10.1, pp. 97 y ss).

      15 Cf. GS 10.1, p. 56, donde Adorno cita el pasaje: “Los grandes conceptos universales, libertad, derecho, humanidad, progreso […] la fuerza de estas ideas abstractas no se extiende más de los dos siglos que dura la política de partido. Al fin ya no son refutadas, sino tediosas. Hace ya tiempo que Rousseau es aburrido. Marx lo será en breve” (Oswald Spengler, La decadencia de Occidente, ob. cit., vol. II, p. 527).

      16 A lo largo de las lecciones, aparecen recurrentemente los sustantivos alemanes der Moment, de sentido temporal, y das Moment, que podría traducirse también como “factor”, “elemento” o “aspecto”. No ignoramos la distinción entre esos dos términos, pero, en la medida en que, en la tradición previa de traducciones al castellano de Adorno y –por detrás de este– de Hegel, el sustantivo neutro suele aparecer traducido como “momento”, nos adherimos a ese uso. [N. del T.]

      17 Riesman define los caracteres dirigidos hacia afuera: “El tipo de carácter que describiré como dirigido por los otros parece haber surgido durante los últimos años en la clase media alta de nuestras ciudades grandes […] Lo que es común a todos los individuos dirigidos por los otros es que sus contemporáneos constituyen la fuente de dirección para el individuo, sea los que conoce o aquellos con quienes tiene una relación indirecta, a través de amigos y de los medios masivos de comunicación. Tal fuente es, desde luego, ‘internalizada’, en el sentido de que la dependencia con respecto a ella para una orientación en la vida se implanta temprano. Las metas hacia las cuales tiende la persona dirigida por otros varían según esa orientación: lo único que permanece inalterable durante toda la vida es el proceso de tender hacia ellas y el de prestar profunda atención a las señales procedentes de los otros. Este modo de mantenerse en contacto con los otros permite una gran conformidad en la conducta, no a través de un ejercicio en la conducta misma, como en el carácter de dirección tradicional, sino más bien a través de una excepcional sensibilidad a las acciones y deseos de los otros” (David Riesman, con la colab. de Nathan Glazer y Reuel Denney, La muchedumbre solitaria. Un estudio sobre la transformación del carácter norteamericano, trad. de Noemí Rosemblat, Buenos Aires, Paidós, 1964, pp. 27 y 32).

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