Contrapunteos diaspóricos. Agustín Laó-Montes

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Contrapunteos diaspóricos - Agustín Laó-Montes

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unión de la naciente economía-mundo capitalista con los emergentes discursos imperiales-coloniales que envolvieron la racialización de sujetos, memorias, culturas, conocimientos, cuerpos y territorios a través del planeta, se produjo la invención simultánea de las Américas, África y Europa como categorías geohistóricas modernas y, por ende, como construcciones continentales de civilización y raza66. Este conjunto de cambios profundos articuló una matriz de poder moderna/colonial que configuró el proceso de globalización de larga duración, desde los 200 años del largo siglo XVI (circa 1450-1650) hasta hoy día, la cual caracterizamos con el concepto de la colonialidad del poder y el saber.

      La conquista/colonización de América y la institucionalización de la trata de esclavizados, estableció la condición histórica de la forzada transportación de millones de personas desde el continente africano a las Américas y en menor grado a Europa. El nacimiento de la diáspora africana como condición y proceso que enmarca los lugares ocupados por las personas afrodescendientes en el mundo moderno debe investigarse en relación con estos momentos fundamentales de violencia, desenraizamiento y dispersión a consecuencia del cambio oceánico de 1492. La gran mayoría de los africanos que vinieron a las Américas eran capturados y comprados como esclavizados para trabajar en las plantaciones que devinieron en cruciales para la expansión de la creciente economía-mundo capitalista. Sin embargo, no todos los afrodescendientes que arribaron a las Américas vinieron esclavizados porque hubo comercio paralelo dirigido por africanos, además de los que vinieron libres en tripulación.

      En esta zona de contacto mediterráneo centrada en la península ibérica, que se extendió al mundo atlántico, tenemos también registros escritos de intelectuales afrohispanos como Juan Latino, africano de nacimiento que se convirtió en gramático del latín y en poeta, y quien, a pesar de hacerse miembro de la nobleza por matrimonio con una mujer blanca, y lograr un gran reconocimiento intelectual, afirmaba una identidad negra africana a contrapunto de la blancura hegemónica (Piedra, 1991). El lugar de enunciación y la política de autodenominación de este fascinante personaje que llegó a ser catedrático de poesía en la Universidad de Granada, debe ser una plantilla histórica para cualquier genealogía de las afrolatinidades. Desde “ladino”, designación común para los sujetos españoles de bajo estrato que demostraban buen desempeño en la lengua del imperio (castellano), tomó el nombre de “latino” para establecer “un linaje del antiguo imperio y una genealogía basada en sus propios méritos lingüísticos” como maestro del latín clásico (Fra-Molinero, 2004). A pesar de ascender los escalones de raza y clase mediante un capital cultural adquirido, Juan Latino no podía despojarse de su personificación de diferencia afrohispana. Su relativo blanqueamiento mediante la latinización lingüística no podía borrar su cuerpo negro de ser inscrito en el régimen somático-visual moderno/colonial de la pigmentocracia que enmarca la condición ontoexistencial que Fanon llama “la condición existencial de la negritud”67.

      Desde nuestra perspectiva presente, en la medida en que esta historia muestra algunas correspondencias y contradicciones claves en la relación entre la latinidad, la hispanidad y conceptos incipientes de la blancura occidental, Juan Latino podría ser considerado una encarnación temprana de la especificidad de la diferencia afrohispana y una primera expresión de la subjetividad afrodiaspórica a comienzos de la Era Moderna.

      En esa vena, es importante distinguir entre los africanos capturados que vinieron como esclavizados (bozales) y los primeros afrohispanos que llegaron con la tripulación de Cristóbal Colón, y entre los que más tarde vinieron desde España para cumplir con otras responsabilidades que engloban traducción e intermediación entre africanos y amerindios. Estas distinciones no deberían implicar la negación de la brutalidad del régimen racista y la estratificación racial instituida por el imperialismo colonial de los españoles y portugueses y el capitalismo mercantil. No obstante, debería proporcionarnos un entendimiento mayor del modo particular en que los/las afrodescendientes se catalogaron en las clasificaciones de castas que fueron ideadas en las zonas íberas del sistema Atlántico.

      En efecto, una de las características definitorias de las diásporas africanas en Latinoamérica es el gran porcentaje de negros libres y mulatos entre las poblaciones afrodescendientes. Esto fue resultado de la alta tasa de manumisión y la existencia de un sistema de castas de estratificación racial que permitió la formación inmediata de categorías raciales intermedias (como mestizos, mulatos o pardos) entre blancos, negros e indios. Igualmente, este hecho no debe ocultar la brutalidad del racismo y la inhumanidad de los regímenes de la esclavitud en los imperios portugueses y españoles, pero si debe mostrar los efectos en las Américas de las antiguas formas de clasificación protorraciales y el intercambio cultural en las zonas de contacto, desde el Mediterráneo hasta el Atlántico68.

      LA TRATA MODERNA/COLONIAL CAPITALISTA DE ESCLAVIZADAS/OS Y LA CONSTRUCCIÓN DE AFROAMÉRICA69

      Los primeros africanos que vinieron a las Américas como mano de obra esclavizada fueron traídos a la isla llamada Haití por sus habitantes y que los europeos denominaron Hispaniola (actuales Haití y República Dominicana) alrededor del año 1505. Después del relativamente rápido decaimiento de la población indígena como consecuencia de la sumisión a la esclavitud y a la servidumbre propinadas por el sistema de encomiendas y repartimiento que consistía en el trabajo forzado y la apropiación ilícita de la tierra, y la exposición a nuevas enfermedades, la trata de esclavizados con África aumentó y eventualmente las plantaciones basadas en la mano de obra esclavizada se transformaron en la primera forma de producción industrial en el emergente sistema-mundo capitalista. Consecuentemente, desde principios del siglo XVI hasta el siglo XIX, millones de africanos subsaharianos fueron forzosamente traídos a las Américas mediante la trata capitalista de esclavizados. La mayor parte de los esclavizados vinieron a la región geohistórica que hoy conocemos como Latinoamérica. Se calcula que la cantidad de africanos/as traídos por concepto de trata esclavista oscila entre siete y veinte millones de personas.

      Desde la abolición de la esclavitud y especialmente desde el principio del siglo XX, igualmente ha habido migraciones y flujos poblacionales diversos de afrodescendientes a través de las Américas, dentro de Latinoamérica, en el Caribe, Centro América y los Estados Unidos, que han articulado y diversificado constantemente las diásporas afroamericanas.

      Mirando detenidamente el mapa étnico-racial de las Américas en el siglo XVIII, notaremos que los afrodescendientes (incluyendo negros y mulatos)70 constituyeron la mayor parte de la población71. En vista de esta composición poblacional, durante la primera mitad del siglo XX los Estados articularon y adoptaron políticas demográficas de blanqueamiento hacia los espacios nacionales, reduciendo considerablemente la población negra, especialmente en los territorios que ocupan Argentina, Chile y el sur de Brasil. No obstante, los lugares y regiones donde la población indígena era relativamente de menor tamaño y los asentamientos de africanos fueron más numerosos y establecidos, continúan siendo territorios claves para las diásporas afrolatinas y se erigen como baluarte histórico de la diáspora africana en las Américas. La geografía de las diásporas afrolatinoamericanas ha cambiado con el tiempo; pero los lugares, las regiones y países como Brasil, Cuba, Colombia, República Dominicana, Puerto Rico y Venezuela, han sido centros importantes desde el principio de la africanización de las Américas.

      Dado que en el siglo XVIII Haití fue la colonia de mayor riqueza sustentada en la mano de obra esclavizada, la Revolución haitiana constituyó un acontecimiento de excepcional importancia para las culturas y políticas de resistencia, así como también para la reestructuración de los Estados coloniales y el capitalismo racial72. El evento histórico-mundial de Saint Domingue, debe considerarse como el epicentro de la historia afroamericana de la época73. La diseminación del miedo de los amos fue nutrida por la difusión por toda la diáspora de una memoria de éxito revolucionario y una posible esperanza de libertad en

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