Contrapunteos diaspóricos. Agustín Laó-Montes

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Contrapunteos diaspóricos - Agustín Laó-Montes

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teóricos explícitos, aunque siempre están muchas veces implícitos.

      La vasta población denominada afrolatinoamericana o afrolatina constituye el mayor componente de la diáspora africana en las Américas. El cálculo demográfico (sin incluir la población en los Estados Unidos) varía entre 120 y 200 millones dependiendo de las definiciones de quien es considerado afrodescendiente y a quien se debe contar/identificar como negro59. En cuanto a las categorías oficiales/o autodefiniciones, un porciento considerable de afrodescendientes en Latino/América se identifican a sí mismos como pertenecientes a alguna categoría de “pardo o mulato”. Considerando la información estadística ya ofrecida con anterioridad, en este trabajo se definirá como afrolatinos al conjunto de personas de sustancial descendencia africana, ya sea por nacimiento o por residencia en la región histórica del mundo denominada Latino/América. Dicho concepto de afrolatino/as y afrolatinoamericanos/as se ha de elaborar y problematizar en los capítulos tres y cinco.

      La expresión de Latino/América, en vez de América Latina, la usamos para representar una región translocal que corresponde a una colectividad histórica que no se circunscribe al norte ni al sur de las fronteras imperiales, para las cuales el Río Grande constituye la división. No está meramente constituida por una yuxtaposición de Estados naciones creadas tras el colapso de los Imperios portugués y español, Latino/América, sino que es más una definición continental o hemisférica de una región histórica-mundial que está compuesta por una diversidad de pueblos que habitan los territorios continental e insular colonizados primariamente por los españoles y portugueses (por ejemplo, imperios ibéricos) así como por pueblos de América Latina localizados en lo que ahora es territorio estadounidense. Es una definición abierta y flexible que se yuxtapone con otras formaciones como el Gran Caribe (antillas, territorios continentales y diásporas globales), abarca una diversidad de lenguas (europeas, nativo americanas, caribeñas, criollas), y está compuesta por una multiplicidad de diásporas (africana, east-asiática, árabe, sur-asiática).

      En esta clave, como parte de la práctica de descolonizar categorías geo-históricas, interrogamos la idea misma de América Latina, hija de la idea de latinidad como comunidad civilizatoria global, inicialmente inventada por ideólogos del Imperio francés como Ernst Renan, en tanto que recurso en la batalla contra el Imperio británico por la hegemonía mundial. De ahí surge en el siglo XIX la idea de anglos versus latinos que todavía subyace la racialización y etnización de Latinoamérica y latinos en los Estados Unidos. En el cambio de siglo, en el contexto de la guerra méxico-americana (1846-1848) y la guerra cubano-hispano-américo-filipina de 1898, emergió la distinción entre la América anglo-sajona que pretendía el monopolio de solo ella llamarse América, y la vasta región al sur del Río Grande que Martí bautizó como Nuestra América, la cual las elites criollas eventualmente llamaron América Latina. De ahí en adelante, variedad de discursos latinoamericanistas se han debatido la significación identitaria, étnico-racial, cultural e intelectual de la región y qué proyectos históricos deben definir sus horizontes de futuro60. Por eso, cuando hablamos de afrolatinoamericanos o afrolatinos lo hacemos con distancia de definiciones cerradas, categóricas o esencialistas, y entendiendo su carácter parcial y limitaciones, a la vez que vemos su utilidad para denominar los sujetos, pueblos y culturas de una zona de la diáspora africana en este territorio del mundo accidentalmente llamado las Américas.

      En vista de lo dicho, entendemos los afrolatinoamericanos como una diáspora dentro de una diáspora mayor, como producto de la dispersión global de las poblaciones africanas por todo el mundo desde el inicio del sistema-mundo moderno/colonial capitalista, y en particular dentro del sistema Atlántico, con múltiples herencias y diversidades identitarias en diferentes niveles/escalas: desde lo local-nacional-regional, hasta lo hemisférico y global. Ciertamente, deberían ser interpretados como una compleja constelación de diásporas, un conjunto de historias locales que están ligadas por sus comunes trayectorias histórico-mundiales de desarraigo y destierro, de esclavización y resistencia, de discriminación racial y de participación protagónica en luchas contra el racismo, y de ancestralidades africanas; condicionantes todas que tendieron a la creación de múltiples géneros de expresión cultural, contribuciones a los procesos de formación nacional y, en momentos posteriores, a proyectos transnacionales por justicia, democratización y liberación.

      AFROIBERIA Y LA INVENCIÓN SIMULTÁNEA DE EUROPA, ÁFRICA Y LAS AMÉRICAS

      Un escrutinio general de las historias, las culturas y políticas afrolatinoamericanas nos llevaría hasta la época medieval europea en la península ibérica; la presencia de los oriundos de África subsahariana en dicho marco geográfico puede rastrearse hasta la antigüedad.

      Tenemos clara información de la presencia africana en el contexto de la creación de la región islámica llamada Al-Ándalus en la ciudad sureña de Córdoba, aproximadamente en el 711 a. C.61. Esta subregión particular dentro del universo histórico que Janet Abu-Lughod conceptualiza como el sistema-mundo del siglo XIII62, estuvo presidida por el Islam, y constituyó un escenario clave del conflicto histórico con la cristiandad. En el disputado terreno militar, cultural y de guerra religiosa, los originarios del África subsahariana fueron subyugados –en gran cantidad– como soldados o mano de obra esclavizada. La mal llamada guerra de La Reconquista (nombre que fue usado para representar casi ocho siglos de batalla entre la armada islámica y la cristiana por el control de la península ibérica), llevó a los llamados moros (africanos del norte que lideraban la península)63 a la incorporación de soldados subsaharianos en sus filas.

      Para finales de la Edad Media la península ibérica era un universo cultural diverso, una zona de contacto de una pluralidad de civilizaciones, religiones y tradiciones culturales. En este contexto, las grandes divisiones entre Islam, Judaísmo y Cristianismo proveyeron las condiciones para la producción del discurso proto-racial de la “pureza de sangre”, originado a partir del imperativo impuesto por la jerarquía eclesiástica y la monarquía de profesar la religión cristiana o la conversión a ella, como veremos más adelante.

      Para 1250, la mayor parte de la península ibérica estaba ocupada por fuerzas cristianas, que durante el largo siglo XVI constituyeron los dos primeros Estados absolutistas europeos e imperios modernos: España y Portugal. Los portugueses, por su cercanía al oeste de África en el contexto de la crisis del feudalismo europeo y el surgimiento del capitalismo mercantil, desarrollaron el intercambio comercial con el continente africano y se inició la extensión de Europa al circuito de la trata de esclavizados (sobre todo entre el Magreb y el África subsahariana) que dio comienzo a la agricultura de plantaciones, basadas en la mano de obra esclavizada en las Islas Madeiras y las Islas Canarias a mediados del siglo XV, es decir, antes del año histórico de 1492.

      Los historiadores calculan que para finales de dicha centuria había más de 50.000 subsaharianos en la península ibérica. Su papel como soldados en el Al-Andaluz se demuestra en ejemplos como la organización de los Guardianes del Honor Negro, fundada por el líder Al Hakan, aproximadamente en el 961 d. C.64.

      Consecuentemente, después de 1492, cuando los españoles iniciaron la conquista de la parte del globo terráqueo que luego se denominó América, una diversidad de personas de descendencia africana que ya eran parte del mundo ibérico vinieron con los conquistadores. Afroíberos formaron parte de la tripulación de Cristóbal Colón y no solo sirvieron como navegantes, sino también como intermediarios y traductores. Estas son dimensiones de la historia que tienden a permanecer ocultas en los relatos del mal llamado descubrimiento de las Américas65. Al analizar las condiciones que posibilitaron la gran expansión y desarrollo de la trata de esclavizados y de la agricultura plantacionista, debemos registrar que ya la trata y la plantación se habían iniciado por los portugueses y los españoles en las islas Madeira, Canarias y Fernando Po, situadas entre el mar Mediterráneo y

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