Narrativa completa. H.P. Lovecraft

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Narrativa completa - H.P. Lovecraft Colección Oro

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y más largo viaje, junto a su pequeño hijo nacido en África. Luego, ella lo acompañó en el tercero y último, pero no regresó con vida.

      Durante la corta estancia de esta mujer en la mansión de los Jermyn nadie la vio nunca de cerca, ni siquiera los criados, por causa de su violento y extraño carácter. Ocupó un ala remota de la mansión y solo su marido la atendía. En efecto, Wade fue muy particular con las atenciones para con su familia, ya que al regresar de África tampoco permitió que nadie atendiese a su hijo, salvo una desagradable negra de Guinea. Luego, después de la muerte de la señora Jermyn, él asumió los cuidados del niño completamente.

      Pero cuando Wade se encontraba bebido, su manera de hablar fue lo que hizo suponer a aquellos que lo conocían que estaba loco. En el siglo XVIII, la época de la razón, era una locura que un científico hablara de raros paisajes bajo la luna y de visiones sin sentido, o de una ciudad en ruinas con murallas y pilares gigantes e invadida por la vegetación olvidada. Menos aún, de secretas y húmedas escaleras que interminablemente bajaban a oscuras criptas abismales e inconcebibles catacumbas en el Congo.

      En particular, hablar con tal delirio de los habitantes que poblaban esos lugares era una osadía. Seres mitad de la jungla, mitad de esa antigua y sacrílega ciudad. Seres que el propio Plinio habría descrito incrédulamente y que pudieron surgir después de que los grandes monos invadieron la moribunda ciudad de las murallas, los pilares, las criptas y las misteriosas catacumbas.

      Sin embargo, al regresar de su último viaje, casi siempre después de su tercer vaso en el Knight’s Head, Wade hablaba de esas cosas con un entusiasmo desmedido y misterioso y alardeaba de lo que había descubierto en la selva y de que había vivido entre las terribles ruinas que nadie más conocía. Al final, hablaba de tal manera de los seres que allí vivían que lo internaron en el manicomio. Cuando lo encerraron en una celda enrejada de Huntingdon no se mostró muy afectado, ya que su mente funcionaba de forma extraña. A partir del momento en que su hijo comenzó la adolescencia, su hogar le fue gustando cada vez menos, al punto que hacia el final, parecía agobiarlo y el Knight’s Head llegó a convertirse en su domicilio habitual. Así que cuando lo internaron pareció mostrar una vaga gratitud, como si para él fuera una protección. Tres años más tarde, murió.

      El hijo de Wade Jermyn, Philip, era una persona particularmente rara. Aunque tenía un gran parecido físico con su padre todos acabaron por rehuirle, ya que su aspecto y comportamiento eran, en muchos detalles, muy toscos. No heredó la locura como muchos temían, pero era muy torpe y muy propenso a repentinos accesos de violencia. Era pequeño de estatura, sin embargo, poseía una fuerza y una agilidad increíbles. Doce años después de recibir su título, se casó con la hija de su guardabosque, que se comentaba era de origen gitano, y antes de nacer su hijo se alistó en la marina de guerra como marinero, lo cual fue el detalle que colmó el rechazo general que sus costumbres y su unión habían despertado. Cuando terminó la guerra en América, se decía que iba de marinero en un navío mercante que se dedicaba a comerciar en África, ya que había ganado muy buena reputación con sus proezas de fuerza y habilidades para trepar. Finalmente una noche, mientras su barco se encontraba fondeado frente a la costa del Congo, desapareció.

      Ahora, con el hijo de Philip Jermyn la reconocida marca familiar terminó convirtiéndose en algo extraño y fatal. Pese a sus particulares proporciones físicas, Robert Jermyn era un joven alto y bastante agraciado con una especie de misteriosa gracia oriental. Inició su vida de erudito e investigador haciendo célebre su apellido en el campo de la etnología y la exploración, también fue el primero en estudiar científicamente la gran colección de reliquias que su loco abuelo había traído de África. En 1815, Robert esposó a la hija del séptimo vizconde de Brightholme, cuyo matrimonio recibió la bendición de tres hijos. El mayor y el menor nunca fueron vistos en público debido a sus deformidades físicas y mentales. El científico se refugió en su trabajo, abrumado por tal desventura, e hizo dos largas expediciones al corazón de África. Su segundo hijo, Nevil, era una persona especialmente desagradable que parecía combinar el mal genio de Philip Jermyn y la altivez de los Brightholme. En 1849 se fugó con una vulgar cantante, aunque regresó un año después. Fue perdonado y Nevil volvió a la mansión Jermyn, viudo y con un niño, Alfred, que sería al crecer el padre de Arthur Jermyn.

      Sus amigos decían que esta serie de desgracias fue lo que trastornó el juicio de Robert Jermyn, aunque tal vez la culpa estaba tan solo en algunas costumbres africanas. El maduro científico había estado recopilando leyendas de las tribus Onga que se hallaban cercanas al territorio explorado por su abuelo y por él mismo. Tenía la esperanza de hallar explicación a las extravagantes historias de Wade Jermyn sobre la ciudad perdida, habitada por extraños seres.

      Los particulares escritos de su antepasado sugerían, con cierta coherencia, que la imaginación del investigador pudo haber sido estimulada por los mitos nativos. Un 19 de octubre en 1852, el explorador Samuel Seaton visitó la mansión de los Jermyn llevando consigo un manuscrito y notas recogidas entre los Onga, convencido de que podían ser muy útiles al etnólogo. En ellos se mencionaban ciertas leyendas acerca de una ciudad de piedra, poblada de monos blancos y gobernada por un dios blanco. Durante su conversación, Seaton debió proporcionarle muchos detalles adicionales, pero jamás llegará a conocerse la naturaleza de los mismos, dada la espantosa serie de hechos trágicos que sobrevinieron después.

      Cuando Robert Jermyn salió de su biblioteca dejó detrás de sí, el cuerpo estrangulado del explorador y antes de que pudiera ser detenido, había puesto fin a la vida de sus tres hijos —los dos que no habían sido vistos jamás y el que se había fugado—. Nevil Jermyn murió dando la vida por salvar a su hijo de dos años, lo cual logró. Al parecer, en las locas maquinaciones del anciano estaba incluido también el asesinato del pequeño. El propio Robert, tras múltiples intentos de suicidio se negó a pronunciar un solo sonido articulado y el segundo año de ser recluido murió de un ataque de apoplejía.

      Alfred Jermyn fue nombrado barón antes de cumplir los cuatro años, pero su conducta jamás estuvo a la altura de su título. A los veinte, se unió a una banda de músicos, y a los treinta y seis abandonó a su mujer y a su hijo para enrolarse en un circo ambulante americano. Murió de forma realmente repugnante.

      Entre los animales del circo con el que viajaba, había un enorme gorila macho sorprendentemente tratable y de gran popularidad entre los artistas de la compañía. Era un animal cuyo color era algo más claro de lo normal y Alfred Jermyn se sentía fascinado por este gorila. En muchas ocasiones los dos se quedaban mirándose a los ojos largamente a través de los barrotes. Finalmente, Jermyn logró que le permitiesen adiestrar al animal, asombrando a los espectadores y a sus compañeros con sus actos. Una mañana, en Chicago, cuando el gorila y Alfred Jermyn ensayaban un combate de boxeo muy ingenioso, el primero golpeó al segundo más fuerte de lo habitual, lastimando su cuerpo y su dignidad de domador novato. Los miembros de “El Mayor Espectáculo del Mundo” prefieren no hablar de lo que sucedió después. No esperaban el escalofriante e inhumano grito que profirió Alfred, tampoco esperaban verlo agarrar con ambas manos a su torpe antagonista y arrojarlo con fuerza contra el suelo de la jaula para luego morderlo furiosamente en la garganta peluda. El gorila no tardó en reaccionar, lo había cogido desprevenido, pero antes de que el domador oficial pudiera hacer nada, el cuerpo que una vez había pertenecido al barón quedó irreconocible.

      Arthur, era el hijo de Alfred Jermyn y de una cantante de music hall de origen desconocido. Cuando su marido, y padre de su hijo, abandonó la familia, la madre llevó al niño a la casa de los Jermyn donde no había nadie que se opusiera a su presencia. Ella tenía presente lo que debe ser la dignidad de un noble y cuidó que su hijo recibiera la mejor educación que su escasa fortuna le podía ofrecer. La Casa de los Jermyn había caído en la ruina y los recursos de la familia eran muy escasos, pero el joven Arthur amaba el viejo edificio con todo lo que contenía y, a diferencia de sus antepasados, era poeta y soñador.

      Algunas familias de la vecindad, que habían oído contar historias sobre la desconocida esposa

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