El oficio del sociólogo en Uruguay en tiempos de cambio. Miguel Serna

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El oficio del sociólogo en Uruguay en tiempos de cambio - Miguel Serna

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eje que parte desde el corazón de la capital con el nombre 8 de Octubre para devenir luego Camino Maldonado y perderse más allá de Canelones bajo el asfalto de la ruta 8. Cuando se deja de contar la longitud de la sinuosa semirrecta con números y se la comienza a medir en kilómetros, han desaparecido ya las veredas. Allí, la extensión de la ciudad deja de obedecer a las normas de la clase obrera que se estructuró bajo el Uruguay batllista y comienzan los “asentamientos irregulares”, barrios así llamados aunque obedezcan a la regularidad implacable de una serie de normas. La de la propiedad ilegal del suelo, la de un asalariado quebrado por esos dos gigantescos golpes que fueron la dictadura de las décadas de 1970 y 1980, y el neoliberalismo de los años en que terminaba el siglo XX para joderle la vida al XXI. Ese nuevo espacio de trabajadores pobres está lejos del Cerro y de la Teja, también del Cerrito de la Victoria, un poco más allá de la Vuelta de Maroñas.

      He aquí por qué la sociología que proponemos no puede ser sometida a la síntesis; como mucho, puede aceptar la lectura de un fragmento a modo de ejemplificación. En este estudio sobre la vida en los barrios populares y sobre la experiencia del Estado social, con una atención particular puesta en las políticas sociales implementadas por el Mides, partimos naturalmente con un conjunto de hipótesis. Una de ellas es que el Estado no interviene solo sobre individuos y familias, unidades a las que el Mides dirige su acción explícitamente, sino que lo hace también sobre el barrio. Y un barrio popular no es solo un conjunto de personas y de familias habitando contiguamente un mismo espacio. El barrio es un conjunto de relaciones sociales. Las relaciones territorializadas, que transcurren en la copresencia, y las que no lo son, que ligan agentes sociales que no interaccionan cara a cara, que no se conocen y que son relaciones sociales que no suponen interacciones entre las personas. Esas otras relaciones sociales salen del radar de la evaluación, de la planificación, del conteo de la política social. Esta acción del Estado que observamos en su lucha contra la pobreza a través de lo que el Mides llama “políticas de proximidad”, y que actúan sobre el territorio, modifica algunas relaciones sociales, perturba otras, refuerza algunas e incluso intenta crear nuevos vínculos sociales.

      La presencia del Mides en estos espacios sociales probablemente no hace sino mellar un poco el filo de la pobreza, pero tiene un valor positivo muy importante. Porque esos “operadores”, esos trabajadores sociales se acercan a las familias para acompañar a realizar un trámite, para acercar bienes y servicios, para acercar a las personas y a las familias a las instituciones del Estado social como el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU), el Banco de Previsión Social (BPS), la escuela, el juzgado, los trámites… que dan acceso a ciertas transferencias monetarias. En la medida en que esa presencia se institucionaliza, se integra a la realidad local y se vuelve estable, puede constituir lo que deberíamos llamar, acercándonos a la sociología de Robert Castel, un “soporte” de integración social. Aunque no corresponda exactamente con su concepto, porque Castel pensaba en “soportes de individuación”, mientras que nosotros vemos soportes para la solidaridad y para la integración social, traicionándolo un poco. Nosotros pensamos que esos soportes hacen la vida más fácil, más livianita, más llevadera. Tienen un valor incalculable, pero no van a provocar ninguna inflexión en la curva de la pobreza y, si lo hacen, lo harán marginalmente.

      Estas políticas sociales no actúan sobre la pobreza sino en otro terreno de la cuestión social. El problema es que miramos la cuestión social con los instrumentos conceptuales de los años 80. Y hasta que no nos quitemos de la cabeza ese espacio de reflexión no veremos dónde actúan y dónde no lo hacen, cuándo lo hacen bien y cuándo no. Es por ello que para nosotros era necesario describir la vida y así restituirle su complejidad, para poder observar y volver visible a los ojos de la sociedad uruguaya dónde actuó el Estado social del Frente Amplio. De ahí la importancia de la descripción y el relato como modos de producción del conocimiento.

      El Estado social de proximidad introduce en la vida de las clases populares una serie de ambigüedades y de tensiones que no pueden tener sino resolución política. Señalemos dos, muy rápidamente. Esta presencia del Estado en los intersticios más alejados y más olvidados de la sociedad favorece la inscripción territorial de las clases populares. Y esto tiene un aspecto virtuoso, que es lo que acabamos de señalar a través de la idea del “soporte”. Pero al mismo tiempo puede favorecer la desconexión de estos segmentos de las clases populares de la estructura de las relaciones sociales que determinan la morfología de su existencia. El Estado puede así reforzar la creencia de que los pobres son pobres porque están ahí, en los barrios pobres, concentrando así los esfuerzos en tratar de sacarlos de la pobreza, descuidando el control de las fuerzas sociales que mantienen a esos trabajadores en condición de empobrecimiento permanente. Así, podemos señalar en el origen de la concepción del Mides un relativo error de conceptualización. Se suponía que el Estado debía acercarse a esos grupos para llevar a las personas hacia los derechos universales o hacia las instituciones universalistas. Esto es ya muchísimo más inteligente y sofisticado que la simple distribución de recursos que se encuentra detrás de la idea de “redistribución”, tan cara a las versiones más economicistas de la izquierda. Pero, en realidad, yendo a buscar individuos y familias a las que acercarse evitaron pensar en la trama de relaciones sociales en la que estos se encuentran implicados.

      Y una última ambigüedad. Estas políticas sociales de proximidad se han constituido en un importante soporte de integración, y en este sentido no podemos sino desear su continuidad, que se estabilicen y se consoliden. Por ejemplo, se ha dado, este último año (2019), un importantísimo paso en ese sentido cuando se integró a los técnicos, los “operadores”, a la planta del Ministerio, como funcionarios públicos, que hasta entonces trabajaban como personal contratado exterior al Estado. De ese modo se refuerza su capacidad de acción y se protege su actuar de los vaivenes propios a los cambios de gobierno en democracia. Pero al mismo tiempo esa presencia alimenta la ilusión colectiva de que la pobreza se combate actuando sobre los individuos y sobre las familias que la padecen. Una vez más: que de lo que se trata es de sacar al pobre de la pobreza en la que ese encuentra. Mucho de lo que está vehiculado a través de metáforas como “hay que llegar al núcleo duro de la pobreza”. Una visión geométrica, espacializada, de la vida social que lleva a creer que la pobreza es un fenómeno que está ahí y que hay que actuar sobre él.

      Ahí se advierte la responsabilidad social y política de la sociología. Nuestro trabajo consiste en desarticular estas facilidades de pensamiento con las que muy frecuentemente el periodismo y los políticos y razonan porque las ciencias sociales les han brindado un vocabulario fácil de manejar. Pero el problema es que simplifican la vida y no nos queda sino recordar, para concluir, que “la vida es más compleja de lo que parece…” (cantabile, sobre melodía de Jorge Drexler).

      * Profesor de Sociología, Université Sorbonne Nouvelle Paris 3. Miembro del Institut des Hautes Études de l’Amérique Latine. [email protected].

      1. Verónica Filardo y Denis Merklen, Detrás de la línea de la pobreza: la vida en los barrios pobres de Montevideo, Buenos Aires, Gorla-Pomaire, 2019.

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