El oficio del sociólogo en Uruguay en tiempos de cambio. Miguel Serna

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El oficio del sociólogo en Uruguay en tiempos de cambio - Miguel Serna

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Joseph Lebret realizaron la primera investigación tipo survey de la sociología uruguaya, sobre la familia de Montevideo. Esta investigación fue dirigida por el arquitecto Juan Pablo Terra, quien fue sin duda uno de los sociólogos pioneros de la sociología de vocación científica empírica en Uruguay, en una ruptura total con la sociología de tipo ensayista. Un segundo estudio que tuvo repercusiones muy relevantes en su época ya que sirvió como espejo de una nueva imagen de la sociología en Uruguay fue el estudio del “Uruguay rural” realizado por el CINAM-CLAEH, con el mismo equipo de base y con la misma orientación metodológica inspirada en el padre Lebret. Con menor repercusión también hubo otras investigaciones de vocación sociográfica, o sea orientada a la producción de información empírica, una de ellas sobre la clase obrera realizada por el padre Carlos Tosar.

      Hacemos notar que, curiosamente, es desde los intelectuales de origen católico que se inicia este movimiento de darle a la sociedad una sólida base empírica de información sobre lo social, y con ello el de generar las bases de una sociología moderna, de vocación científica. Fenómeno que solamente puede ser comprendido por las características del lugar que ocupó la Iglesia Católica en todo el siglo XX en Uruguay, como señalábamos para la etapa anterior.

      Los trabajos de esta corriente intelectual sirven de antecedente al gran esfuerzo del Estado –paradójicamente, fuertemente laico– en construir una base de información sólida y rigurosa sobre el propio Uruguay donde participaron muchos de los intelectuales católicos que habían trabajado en las investigaciones mencionadas. Todo ello permitió que, poco a poco, el debate político en torno a la orientación económica y social del país se hiciese a partir de otras bases de como se hacía en el pasado.

      Pero una de las características de esta sociología emergente es que es fundamentalmente de tipo sociográfico, empirista, es decir orientada a la producción de información empírica rigurosa, y no a la de imponer modelos teóricos que puedan emerger de esa información como mecanismo de producción de inteligibilidad del orden social existente.

      Por otro lado, se comienza a perfilar una división del trabajo en las propias ciencias sociales. Entre ellas, comienza a emerger la economía como ciencia social hegemónica. Por un lado, a través de la creación del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas, se despliega una reflexión teórica y empírica que va separando a los economistas de los contadores y de los administradores de su propia Facultad.

      Por otro, la emergencia de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en el plano regional se instala como centro de reflexión teórica para la región, con sus esquemas interpretativos de fuerte contenido económico que conllevan orientaciones fuertes de políticas globales para el futuro. Propuestas que, si bien incorporan en ciertas áreas a sociólogos como José Medina Echeverría, Aldo Solari, Fernando Henrique Cardoso, Enzo Faletto, Aníbal Quijano, entre otros, imponen sus categorías económicas, tanto analíticas como teóricas, como rectoras de los análisis de las sociedades latinoamericanas y de su desarrollo. Es interesante señalar que Cardoso, creador de la teoría de la dependencia, se autodefinía en algún trabajo como sociólogo del desarrollo económico.

      Este proceso, a mi entender, llega a su punto de no retorno, cuando los ministerios de Hacienda se transforman en ministerios de Economía en la región, institucionalizando de esta forma la economía como la ciencia social de referencia, e incluso de control, de las otras ciencias sociales y, en particular, de la sociología. Y, en la medida en que la propia economía sufre un proceso de homogeneización interna, transformando las miradas críticas internas a la propia economía en “desarrollos no ortodoxos”, las posibilidades de pensar el orden social de nuestras sociedades desde otros puntos de vista pasa a ser marginalizado. Esta, que es la temática central de la sociología, queda casi por fuera de las agendas de investigación, o filtrada por las categorías de la propia economía, que pasa a ser la ciencia social “general” de referencia, casi ineludible para todas las otras ciencias sociales.

      En tal contexto, con esta división tácita del trabajo de las ciencias sociales, el espacio de la sociología fue el de ocuparse de la reflexión sobre la sociopolítica como prolongación de la sociología del período ensayista, de la educación y, de forma compartida con los arquitectos, de la vivienda, y finalmente de lo rural. Con respecto a esta última temática, seguramente porque la percepción de la pobreza era visualizada en la época como un fenómeno esencialmente rural. Y globalmente, bajo ese u otro rótulo se consideraba que la pobreza debía ser una de las temáticas de estudio de la sociología.

      Nuevamente hago aquí una pequeña digresión. En la etapa actual de las ciencias sociales también hoy la economía es la referencia principal en materia de pobreza, concibiendo en primera instancia a los pobres como población de seres individuales carente de ingresos y no la resultante de exclusiones, marginalidades o pérdidas de afiliación, como sostiene Robert Castel. En este contexto, es el espacio que se le asignó históricamente a la sociología en el período, y quizá en gran medida sigue siendo el que todavía se considera su “espacio”, en el cual legítimamente tiene algo que decir.

      La sociología uruguaya en un mundo crecientemente ajeno

      La dictadura es muy dura con la sociología, particularmente con el Instituto de Ciencias Sociales de la Facultad de Derecho donde se despidió a sus docentes, que habían entrado por concursos de oposición y méritos. Pero es sobre la base fundamentalmente de este conjunto de sociólogos despedidos que se crean las diferentes instituciones de investigación privada que mantienen la investigación sociológica. El Centro de Informaciones y Estudios del Uruguay (CIESU), el ya mencionado CLAEH (en su nueva etapa) y el Centro Interdisciplinario de Estudio sobre el Desarrollo-Uruguay (Ciedur), entre otros, comienzan a llenar un espacio que había sido abandonado por la Universidad de la dictadura.

      Comienzan a desarrollarse investigaciones, también de corte descriptivo, pero ahora con un estilo de tipo consultorías, la mayoría de las veces sobre temáticas comunes a varios países de América Latina, porque el financiamiento de las investigaciones es fundamentalmente externo, con más frecuencia de tipo regional y, de alguna forma, se inscribe en miradas comparativas sobre todo de los países de la región.

      Aparecen tímidos asesoramientos con componentes de conocimiento sociológico a actividades privadas, como las mediciones de audiencias, los estudios de mercado, etc. Sobre esta base, luego de la caída de la dictadura, el campo se fortalece y, además, se extienden las encuestas de opinión pública y sobre todo de opinión política. Para ello surgen empresas como Equipos Consultores, entre otras varias.

      De cierta manera, la investigación sociológica profundiza en esta etapa su nivel sociográfico con recursos cada vez más sofisticados que bloquean la posibilidad de “entrar” en este campo sin la formación y el instrumental adecuado. Pero al mismo tiempo no logra transformarse en una autoridad reconocida para construir un discurso inteligible

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