Atrapada al atardecer. C. C. Hunter
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Atrapada al atardecer - C. C. Hunter страница 17
—Lo siento —dijo Kylie—. Sé que estás confusa. Créeme, sé cómo te sientes. Hace un montón de tiempo que yo también estoy tratando de descubrir quién soy.
El frío disminuyó. Así que el fantasma no estaba de humor para charlas. Kylie empatizaba con ella también en ese aspecto.
Había estado a punto de salir corriendo a preguntar a Holiday sobre la ausencia de patrón cerebral del espíritu, pero como sospechaba que Holiday aprovecharía para hablar sobre el resto de asuntos que tenían pendientes, decidió posponer la visita. Por asuntos, Kylie se refería a su recientemente adquirida capacidad para sanar, derribar muros de cemento y a la posibilidad de que fuese una protectora. Las sanaciones y los muros, puede que fuesen cosas que podía controlar, pero ¿todo el rollo ese de protectora/Madre Teresa? No. No le importaba no hacerse cargo de ello durante un tiempo.
Y no era que estuviese procrastinando, como Holiday le decía a menudo. Estaba estableciendo prioridades. Ahora mismo, su principal prioridad era Derek y las señales de ahora sí/ahora no que le mandaba. ¿Cómo podía querer ser su sombra cuando hacía dos semanas se había negado a mirarla? ¿Había cambiado de opinión? ¿Deseaba ella que hubiese cambiado de opinión?
Lo consideró. Recordó lo cercana a él que se había sentido cuando se habían escapado y él la había besado sin pensarlo. Hasta echaba de menos cómo hacía que todo pareciera sacado de un cuento de hadas. Qué no daría ella por estar en ese momento en un cuento de hadas y no tener que hacer frente a todo aquel desastre.
Pero, ¿significaba eso que si él le pidiera disculpas, lo perdonaría? Después de dar unas cuantas vueltas más por la pequeña habitación, llegó a la conclusión de que su corazón estaba demasiado confundido como para saber lo que quería.
Como si quisiera dejárselo aún más claro a sí misma, en ese momento la asaltó el recuerdo del beso de Lucas. No era una visión sacada de un cuento de hadas, cierto, pero no quería negar, no podía, que lo que había sentido había sido bastante increíble.
¡Maldita sea!
Se lanzó sobre la cama. Tenía un buen lío en la cabeza. Le dio un puñetazo a su almohada, hundió la cabeza y gritó.
Después de tomar una profunda bocanada de aire, se puso en pie de nuevo. Tenía que hacer algo, aunque no fuese lo correcto. Se puso las zapatillas de deporte y cogió el cepillo. Le dio a su pelo un par de pasadas con el cepillo, se puso una camiseta de tirantes blanca limpia y salió de la habitación.
Della se levantó de pronto del sofá.
—Hola. —Kylie siguió caminando hacia la puerta, sin querer decir adónde iba, ya que si se oía a sí misma diciéndolo en voz alta, se lo pensaría dos veces. Y no quería pensárselo dos veces, ni siquiera lo había pensado bien una vez, pero tenía que hacer algo. Estaba cansada de estar en el limbo.
—¿Adónde vas? —preguntó Della.
—Fuera. —Extendió la mano hacia el pomo de la puerta, sin embargo, lo que agarró fue el vestido de Della, que había cruzado la habitación en un abrir y cerrar de ojos y ahora le bloqueaba la puerta.
—Perdona. —Trató de que su voz no delatase su estado de ánimo. A pesar de tener un humor variable, Della no tenía nada de paciencia con el mal humor de los demás; y comenzar en ese momento una irritante discusión con ella no entraba en los planes de Kylie.
—¿Adónde vamos? —inquirió Della.
—No vamos a ningún sitio. Yo me voy por ahí.
—Tengo que ir contigo.
—No, no tienes que hacerlo.
—Sí, sí que tiene. —Miranda salió de su habitación—. Kylie Galen, te presento a tu primera sombra, Della Tsang.
—Para servirte. —El tono de Della rebosaba sarcasmo. Incluso hizo una pequeña reverencia.
—Oh, ¡a la mierda! —exclamó Kylie—. No voy a salir del campamento, estaré bien.
Della frunció el ceño.
—No vas a salir de la cabaña a menos que vaya contigo. —Apoyó la mano derecha sobre la cadera como para enfatizar sus palabras.
Kylie respiró hondo e intentó calmarse antes de que aquello se pusiera feo.
—Mira, quiero ir a hablar con Derek, ¿vale? Y, lo siento, pero no quiero que vengas conmigo. Es algo privado.
La expresión de enfado de Della se transformó casi en empatía, y le lanzó una mirada a Miranda.
—¿Sigues creyendo que ocultarle esto es lo mejor para ella?
—Oh, maldita sea. —Miranda se lanzó al sofá—. Quizá tengas razón, pero no te limites a decírselo; enséñaselo.
Kylie se giró hacia Miranda e inmediatamente recordó que sus amigas habían actuado como si se estuvieran callando algo justo antes de que Burnett irrumpiera en la cabaña.
—¿Ocultarme qué? ¿Enseñarme qué?
Della se sacó el teléfono del bolsillo de los pantalones vaqueros y tecleó algo.
—Me lo mandó Chan. Quise decírtelo inmediatamente, pero Miranda insistió en que con el secuestro y todo lo demás ya tenías bastante.
—¿Qué te mandó? —Kylie se inclinó hasta quedar casi nariz con nariz con la vampira. Su paciencia estaba a punto de agotarse.
—Dios. —Della se echó hacia atrás—. Paciencia. Estás actuando como si hubiera luna llena otra vez. —Escudriñó a Kylie—. No la hay, ¿verdad? —Della se giró hacia Miranda, que seguía tumbada en el sofá—. ¿Les toca ya a los hombres lobo el síndrome prelunar?
Kylie consideró la pregunta, casi con miedo de que Della tuviera razón. ¿Era el ciclo lunar lo que la estaba haciendo perder los papeles o era todo lo que le había ocurrido en los últimos días?
—No. —Miranda se levantó de un salto y se acercó—. Nos queda otra semana antes de tener que lidiar con el síndrome prelunar.
Kylie frunció el ceño. No se había convertido en lobo la última luna llena, pero parecía haber experimentado los típicos cambios de humor que afectan a los hombres lobo antes de su metamorfosis. Y era evidente que sus dos compañeras de habitación seguían considerando la posibilidad de que acabase siendo una mujer lobo. No es que Kylie pensara que esa suposición careciera de base. A esas alturas, podría llegar a ser cualquier cosa.
—Lo mejor será que alguien empiece a hablar —dijo Kylie—. Y rápido.
—¡Por Dios! —exclamó Della—. Estoy tratando de encontrarlo. Aquí está. —Levantó la vista—. Verás, mi primo Chan me envió un par de fotos y me preguntó si este chico era de nuestro campamento. Sabes que vive en esa comuna de vampiros en Pensilvania, ¿no?
Le mostró la pantalla del teléfono, y Kylie observó la imagen.
—Es Derek. —Transcurrieron unos