Atrapada al atardecer. C. C. Hunter
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Читать онлайн книгу Atrapada al atardecer - C. C. Hunter страница 18
El corazón le dio un vuelco a Kylie cuando vio los labios de Derek en contacto con los de una chica de pelo negro. Y no solo habían entrado en contacto con los labios. La chica le rodeaba la cintura con las piernas, mientras Derek —que evidentemente mantenía a la chica elevada y cerca de él— tenía las manos en su culo, pequeño y bonito, enfundado en unos pantalones vaqueros.
Una punzada de dolor le atravesó el pecho.
—¿Quién…? ¿Cómo…? ¿Qué?
—Pregunté quién —dijo Della—. Su nombre es Ellie Mason y acababa de llegar a la comuna. Chan dijo que alguien mencionó que Derek era de Shadow Falls y solo quiso comprobar si su fuente decía la verdad.
¿Ellie? Kylie recordó que Derek le había dicho que había salido con una vampira llamada Ellie. También recordó que le había dicho que le había dado sangre a Ellie. Qué extraño, jamás hubiera pensado que lo recordaría, pero aquello parecía en ese momento estar esculpido en su memoria.
—Ellie… —Al pronunciar la palabra, sintió un dolor agudo en lo más hondo de su ser. El corazón debía de estar conectado a sus emociones, porque más de una docena de sentimientos diferentes empezaron a aletear con furia en su pecho, como pájaros salvajes tras un enjambre de polillas. Ira, celos, traición, desconfianza… la lista continuaba.
—Necesito esto. —Se hizo con el teléfono e intentó apartar a Della, pero su esfuerzo no sirvió de nada. Della se mantuvo impasible en su posición.
—Lo siento. Sigo sin poder dejarte ir sola —dijo Della—. Lo digo en serio, soy tu sombra.
—Genial, ven, ¡pero no te metas! Y quédate atrás, bastante atrás. Necesito hablar con él a solas. —Las lágrimas asomaron por los ojos de Kylie.
Lágrimas causadas por los celos, la traición y la frustración.
Lágrimas causadas por saber que no tenía derecho a sentir ninguna de esas emociones. No se permitiría llorar, pero seguía notando esas lágrimas. Notaba como le bajaban por la garganta y le quemaban el pecho.
***
Con el teléfono agarrado con firmeza, Kylie atravesó el bosque en dirección a la cabaña de Derek, esperando que estuviera allí. No tenía ni idea de lo que le diría cuando lo viera. No quería pensar, solo necesitaba llegar hasta allí. Saltó arbustos de espinas y se agachó para pasar por debajo de ramas que colgaban bajas, a una velocidad asombrosa. Los pasos de Della sonaban detrás de ella, cerca: su amiga se tomaba su trabajo de sombra muy en serio.
Demasiado en serio.
El ruido sordo de los pasos de Kylie hacía eco, y el olor de la lluvia flotaba en el aire. Una tormenta de verano nacía en algún lugar en la distancia, aunque no demasiado lejos, ya que un trueno retumbó sobre su cabeza.
El silencio llegó tras un trueno particularmente ensordecedor. El destello de un relámpago irradió una chisporroteante luz plateada que bailaba entre las hojas de los árboles antes de caer en la tierra húmeda. Kylie siguió corriendo, siguió sintiendo dolor. Sentía la tormenta, su energía, su poder. Hubo más truenos.
De repente, oyó un crujido estridente a su derecha, y un enorme ciervo —un macho con una cornamenta lo suficientemente grande como para decorar el salón de un cazador— echó a correr y se detuvo en medio de su camino. Asustada, ella también se detuvo de golpe. Un poco más y se hubiera empalado con los cuernos del animal. No había recuperado el aliento cuando un rayo derribó el tronco de un viejo árbol que estaba a solo un metro del ciervo. La luz seguía centelleando cuando Della chocó contra Kylie.
—¿Qué demonios…? —dijo Della.
El ciervo alzó la cabeza de nuevo, inclinando la pesada cornamenta hacia delante en lo que parecía un gesto de amenaza, y luego desapareció. Pero antes de hacerlo, Kylie sintió el frío del animal y una especie de mirada maligna.
Se le erizó el vello de la nuca. Esa mirada calculadora significaba algo. Era como la mirada que le había dirigido antes el águila. Llevó oxígeno a sus pulmones con la esperanza de que le ayudase a aclararse la cabeza y darse cuenta de que estaba equivocada.
No quería añadir otra cosa a su lista de cosas que averiguar, pero el aire que llegó a sus pulmones no la ayudó.
Pequeñas chispas centelleaban y chisporroteaban en el suelo alrededor del tronco en el que había impactado el rayo. El olor a madera quemada y a la lluvia que estaba por llegar inundó el aire. Kylie no estaba segura de si se lo estaba imaginando o no, pero percibió una corriente de energía con los talones.
—Eso ha dado miedo —dijo Della.
—Sí.
—¡Joder, casi te cae encima!
—Pero no lo ha hecho. —Kylie miró el teléfono y se acordó de Derek.
—¡Joder! —repitió Della—. Si el ciervo no hubiese llegado a aparecer…
—No importa. —Y Kylie quería que así fuese. Oyó el golpeteo de la lluvia cayendo sobre las hojas de los árboles sobre su cabeza antes de sentirla en la piel. Ya era casi de noche. La tormenta había llegado, y armonizaba con su estado de ánimo. Cubrió el teléfono de Della con la mano para protegerlo de la lluvia y echó a correr de nuevo.
En unos pocos minutos, casi sin aliento y empapada, Kylie llegó corriendo al porche de Derek con Della pegada a sus talones. Al dar un segundo paso, el porche le trajo un recuerdo. En una ocasión, había venido en busca de Derek y vio sangre en el porche. Pensaba que podían haberlo atacado y se coló, y lo encontró… en la ducha.
Disfrutó de una gran vista ese día y, después de que él se vistiera, se sentaron ahí, apoyados contra la cabaña, charlando.
Compartieron cosas.
Rieron.
No recordaba haberse sentido nunca tan cercana a alguien. ¿Cómo podían haber cambiado tanto las cosas entre ellos en tan poco tiempo?
Se acercó a la puerta y llamó. La puerta se abrió ligeramente, y Chris —el compañero vampiro de Derek— se asomó.
—Hola. —Abrió mucho los ojos y bajó la vista—. ¿Concurso de camiseta mojada? —preguntó en tono burlón.
Kylie bajó la vista y se percató de que el pelo mojado le caía sobre los hombros. Su camiseta blanca y el sujetador fino eran casi invisibles. Frunció el ceño y se tapó el pecho con el pelo mojado.
—¿Está Derek?
—Sí —respondió—. Que venga hasta la puerta es otro cantar. Ha estado recluido en su habitación desde que llegó. —Giró la cabeza hacia atrás y lo llamó—. Derek, tienes compañía.
Para evitar esperar en la puerta mientras Chris la devoraba con los ojos, Kylie se apartó de la puerta y esperó en el extremo del porche. Seguía tratando de controlar sus pulsaciones, y se separó la camiseta del pecho y la agitó con la esperanza de que se secase.
Después de unos minutos,