La gestión de sí mismo. Mauricio Bedoya Hernández

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La gestión de sí mismo - Mauricio Bedoya Hernández страница 20

La gestión de sí mismo - Mauricio Bedoya Hernández

Скачать книгу

es extraño que en la contemporaneidad se preeminencia los “auto” como producto de aquella radicalización del individualismo que habíamos comentado. El uso denodado de este prefijo muestra el viraje del neoliberalismo hacia la responsabilización del sujeto respecto de lo que antes se constituía como responsabilidad social del Estado. Entonces, la autorrealización exige, por una parte, asumir la vida como un riesgo y asegurarse para reducir su impacto; y, por otra parte, autorregularse en los dos sentidos más evidentes del término: el de modulación/control de sí y el de darse las propias reglas. En ambos casos vemos cómo esto se realiza en una serie de prácticas de sí que rigen la relación del individuo consigo mismo y que lo hacen adoptar formas de ser, pensar y actuar (una estilística de sí); además, y esto también es de importancia suma, estas prácticas le ofrecen criterios para la relación con los demás. Es decir, autorregularse es una práctica ética que permite, por un ángulo diferente a los que ya habíamos mencionado, la articulación del gobierno de los otros y del gobierno de sí. Conducirse y conducir a los otros encuentran en la autorrealización y la autorregulación dos pilares fundamentales. Sobre este tema volveremos más adelante, cuando abordemos la manera como las ciencias “psi” se han constituido en regímenes veridiccionales sobre lo humano y su conducción.

      Lo que sí observamos es que el trabajo se convierte en punto pivote privilegiado de la ética subjetiva neoliberal. Si algo se le debe a la ética protestante es su focalización de la salvación por el trabajo arduo y el uso disciplinado del tiempo (Laval y Dardot, 2013; Sennett, 2000; Weber, 1985). Como lo sostiene Sennett (2000), la ética protestante hace del trabajo esmerado, juicioso, constante y disciplinado la posibilidad de responder a las angustiosas preguntas que se hace el sujeto: “¿soy un ser humano digno (para Dios)?”, “¿qué debo hacer para salvarme?”. El trabajo arduo, constante y orientado hacia el futuro se convierte en la posibilidad de hacer una narrativa de sí. Es decir, la historia de la vida personal se organiza alrededor del trabajo. Por esto la conveniencia de esta ética protestante para el naciente capitalismo. El trabajo es la manera como el individuo enfrenta el terror que le produce la incertidumbre de saber que Dios ha decidido si se salvará o no (así el cristiano mismo no lo sepa). El trabajo se constituye en la posibilidad de influir sobre la decisión divina y, eventualmente, torcerla. De esta forma, nos encontramos ante dos formas de subjetivación ética: 1) ahorrar más que gastar es el signo de autodisciplina y sacrificio, propios del protestantismo; es una actitud/actividad bien usufructuada por el capitalismo. Este “ascetismo mundano” es, pues, una manifestación de la omnipotencia cristiana de creer que, mediante el trabajo abnegado, puede cambiar la decisión de Dios sobre el destino final de su alma, y 2) hay en esto, como dice Sennett, una propuesta de formación del carácter para el individuo: el hombre empeñado en probar su valor moral por el trabajo. Es decir, aquí observamos una forma de subjetividad propuesta por el protestantismo: el sujeto que, mediante el trabajo, es constructor de su propia historia y logra torcer los designios divinos. Sennett compara la ética protestante del trabajo con la ética contemporánea en la que este se define como red (trabajo en equipo) para concluir que el trabajo se localiza en el dominio de la “superficialidad degradante” respecto del lugar que la contemporaneidad le ha asignado a esta actividad. Por ello, el trabajo en equipo deja unas relaciones humanas representadas como farsa.

      Como leemos en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, para Weber (1985) la postergación y el sacrificio se convierten en rasgos cardinales dentro del protestantismo. Para Sennett (2000) estos rasgos serán usados por el capitalismo inicial: el sacrificio diario, la anulación de sí en el presente, la focalización en la austeridad más que en el gasto, la rutinización de la vida cotidiana (incluido el trabajo), la autodisciplina, el miedo absoluto a la búsqueda del placer. El trabajo, y sobre todo la manera sacrificada de vivirlo, son adoptados por los individuos como valor moral que los acerca al favor de Dios. La negación del presente en favor de un futuro prometido que nunca se realiza se convierte en actitud favorecedora de la negación de sí mismo.

      La ética protestante tiene sus repercusiones actuales en el sentido de la valorización de una ética del trabajo y el uso del tiempo que, ya en su reconversión neoliberal, se desplaza a toda la vida del individuo. Estamos ante toda una propuesta ética: la fe en el capitalismo le permite a la racionalidad neoliberal proponer una existencia centrada en el trabajo como condición para lograr el bienestar. Claro está que no podemos suponer que esta ética del trabajo promovida por el protestantismo y adoptada por el liberalismo clásico es implantada sin rupturas en el nuevo êthos empresarial, pues lo que hoy se pone en juego es la consecución del máximo rendimiento a partir de los recursos subjetivos con los que se cuenta (los aspectos psicológicos, el tiempo, la energía corporal, el capital económico, afectivo, educativo, etc.). Pero otro rasgo característico de este empresario es que no le teme a la búsqueda del placer y a la satisfacción del deseo, en una suerte de desenfreno y denegación del límite y la pérdida. Por todo esto es que el neosujeto (el sujeto promovido por la racionalidad neoliberal), que emerge del dispositivo rendimiento/goce, está hecho para triunfar sobre los otros. El paso del sujeto productivo y calculador, programado y disciplinado, abnegado y ahorrador de las sociedades disciplinarias al sujeto empresario de sí del neoliberalismo tiene como núcleo el uso del deseo. El sujeto contemporáneo hace suyo el deseo del Otro y hace del discurso empresarial subjetivo el centro de su narrativa.

      Estimamos que el problema de esta perspectiva, quizá como otras que quieran presentarse como normativa ética de la vida de las personas, es que naturaliza una verdad: que el mejor-vivir del ser humano lo da el mercado, la libertad capitalista y la potencialización del capital humano individual. La mayor ligereza de estos análisis es que confunden causa y efecto: la asimilación que realizan de ser humano y empresario de sí mismo la presentan como la causa del centramiento en las prácticas gubernamentales de la responsabilización de sí mismos, del alejamiento de la responsabilidad del Estado, del endeudamiento como estrategia empresarial de sí, etc. Pero, al mismo tiempo, al naturalizarla la van realizando. Cuando el discurso del “eres tu propia empresa” es puesto a circular, esta verdad acontece, discursiva e históricamente.

      El régimen emocional de subjetivación

      Cuando decimos que el neoliberalismo deviene en toda una racionalidad no indicamos con ello que el aspecto emocional quede al margen, ya sea olvidado, ya sea reprimido, ya sea denigrado. Por el contrario, advertimos que las prácticas que llevan a cabo las personas, sus formas de relacionarse con los demás, la manera como conducen su vida y como pretenden conducir las de los otros, los modos como se inscriben en determinados regímenes de veridicciones encuentran en la emocionalidad un componente siempre presente y alrededor del cual acontece la subjetivación ética. Autorizarse para sentir y desear ilimitadamente cruza la ética de nuestro tiempo; con eso el individuo del presente tiene que lidiar. El individuo se subjetiva a partir de unos regímenes veridiccionales (que le indican “lo verdadero” y lo que no lo es) y jurisdiccionales (sistemas prescriptivos y normativos) que incluyen la vivencia emocional. Esto lo denominamos aquí el régimen emocional de subjetivación.

      El problema del gobierno de sí en el mundo grecorromano encontró en el régimen de los placeres y en el vínculo que los individuos establecían con él un punto de aplicación fundamental en lo que a la subjetivación se refiere (Foucault, 1998b). El dominio de sí aparece en el mundo griego como una práctica ética fundamental (Foucault, 1998b, 2002b). Laval y Dardot (2013) señalan que hoy acudimos a una nueva definición de “dominio de sí”. Fundamentan su afirmación en los planteamientos de Bob Aubrey, consultor californiano, quien, en su amplia producción sobre el tema del empresarismo (incluido el empresarismo de sí), indica que el dominio de sí en vez de ser una elección de vida rígida y lineal, significa ser capaz de desenvolverse de manera flexible e innovadora en el marco de las exigencias que la contemporaneidad le impone al sujeto. Para nosotros, este diagnóstico requiere precisión. Antes que estar frente a una nueva concepción de dominio de sí, más bien podríamos decir que el dominio de sí dentro de la racionalidad neoliberal está conformado por un contenido diferente respecto del mundo grecorromano. Si bien la enkrateia griega se orientaba hacia las acciones que la persona debía realizar sobre el mundo de sus pasiones

Скачать книгу