Regreso al planeta de los simios. Eladi Romero García

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Regreso al planeta de los simios - Eladi Romero García Camelot

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las tareas de identificación del cadáver. Al haber aparecido desnudo, sin ni siquiera llevar un anillo que pudiera aportar algún dato (aunque un círculo blanquecino en la piel evidenciaba que probablemente alguien se lo había quitado), todo se hacía más complicado. Tuvo que consultar la base de datos de desaparecidos del Ministerio del Interior, por si descubría algún caso que, por edad y características, encajara con el cuerpo descubierto en Brihuega.

      Al final, su equipo logró elaborar una lista de cuatro posibles candidatos, desaparecidos en la última semana a una distancia máxima de cien kilómetros de Brihuega. Lógicamente, Madrid fue la localidad que aportó tres de los cuatro nombres denunciados por sus correspondientes familiares. El siguiente paso fue contactar con las comisarías donde se habían presentado dichas denuncias, a las que se remitieron además varias fotografías del rostro del cadáver y sus huellas dactilares, confiando en que se tratara de una desaparición documentada. Porque en el caso de que nadie se hubiera preocupado por encontrar al finado, el asunto se complicaría notablemente.

      Sin embargo, la suerte sonrió al equipo investigador.

      La comisaría de la Policía Nacional del distrito de Madrid-Chamartín respondió de inmediato y afirmativamente sobre la consulta realizada, constatando que aquel muerto era suyo, es decir, que la desaparición de la persona a la que pertenecía el cuerpo hallado en Brihuega había sido denunciada en sus oficinas. Su nombre, Francisco Rodríguez García, de 59 años de edad, desaparecido en Madrid tres días antes del hallazgo de su cadáver, según denuncia interpuesta por su esposa y uno de sus hijos.

      MEMORIA DE UN DESMEMORIADO

      El viernes, 15 de febrero de 2019, Adrián Moler Romasanta despertó sumido en una total confusión mental, como si llevara tres meses hibernando en compañía del oso Yogui. De hecho, le costó su tiempo recuperar plenamente la consciencia, y de no ser por la insistencia de su gato Chapinete, que se instaló sobre su estómago para amasarlo con energía, probablemente aún hubiera tardado más en lograrlo. Chavico, el otro felino de la vivienda, aunque de forma más discreta también contribuyó en el empeño por conseguir que su colega humano decidiera, por fin, levantarse para prepararles la comida y renovarles la arena de su caja-toilette.

      Tareas que, como cada mañana, Adrián realizó por inercia, mientras escuchaba, como cada mañana, las noticias de la radio:

      «Sánchez anunciará hoy la fecha de las próximas elecciones generales».

      «Puigdemont y su partido afrontan en pie de guerra la convocatoria electoral».

      «Un millar de ciudadanos de origen chino se manifiestan frente a la sede del BBVA contra los bloqueos masivos de cuentas bancarias que han sufrido».

      Limpiar el arenero de sus mascotas siempre resultaba, paradójicamente, una actividad bastante relajante. Para Adrián, era como peinar las crines de un caballo, algo que nunca había realizado pero que imaginaba tarea favorecedora del sosiego espiritual. O al menos relativamente tranquilizadora de su ánimo.

      —Bueno, chicos, vosotros ya estáis apañados... A comer y cagar, que ahora me toca a mí.

      Chapinete agradeció los desvelos de su colega con el peculiar maullido que le caracterizaba, en ocasiones similar a la voz humana. De hecho, en más de una ocasión Adrián había creído escuchar palabras como «bueno», «quizá», «venga ya» en boca de su voluminoso gato, un felino macho (aunque castrado) de raza calicó con casi diez kilos de peso. Un enorme potencial de carne, pelo y huesos alimentado día a día con pollo crudo, filetes de pavo a las finas hierbas y comida especial para gatos, tanto seca como en salsa.

      Fuera, el ambiente estaba dominado por nubes que amenazaban tormenta, algo bastante habitual en Asturias. A pesar de todo, Adrián abrió las ventanas para que sus gatos pudieran entretenerse observando todo lo que sucedía en la calle. Cuando desayunara, los sacaría..., como cada mañana, a dar su paseo por esas callejuelas de pueblo, irregularmente asfaltadas y dominadas por la vegetación, donde ambos felinos se dedicarían a purgar sus estómagos con las diversas hierbas curativas que solo ellos conocían. Y todo gracias a ser, en ese aspecto, mucho más sabios que los humanos. O al menos bastante más cuidadosos con su salud.

      Adrián, que al estar sumido en el mundillo del colesterol también procuraba cuidarse lo suyo, desayunó con calma, saboreando su tostada de pan entomatado, su café descafeinado con leche desnatada sin lactosa y su pastilla contra la hipertensión. La radio seguía desgranando noticias a borbotones, una tras otra en una rápida solución de continuidad, hasta que el locutor anunció la tertulia política cotidiana, el momento esperado por el feliz jubilado para apagar el aparato. Sin embargo, fue lo último que escuchó lo que frenó su impaciencia por recuperar el silencio en su hogar.

      —Como hemos anunciado ya, hoy, 15 de febrero, el presidente Sánchez, anunciará la fecha de las próximas elecciones... Y, en primer lugar, me gustaría comentar con vosotros esa noticia, que no por menos esperada...

      El periodista, con voz bien modulada, siguió con su matraca, aunque Adrián había dejado de escucharlo. Su atención estaba ahora centrada en su reloj de pulsera, y más concretamente, en el día que marcaba.

      «Pues sí, es día 15...», constató.

      Allí había algo que no cuadraba, porque estaba seguro de que cuando se metió en la cama la noche anterior, el calendario señalaba el día 13, 13 de febrero de 2019. ¿Dónde había ido a parar el 14, festividad de los enamorados por más señas? Porque, si realmente ese día había llegado a formar parte de su vida, y la lógica así lo establecía sin ningún tipo de duda, no recordaba absolutamente nada de lo que pudo haber hecho o dejado de hacer en esas veinticuatro horas.

      Intuyendo que Internet podría ayudarlo a desvelar aquel misterio, enchufó su portátil bajo la atenta y censuradora mirada de los gatos, que en silencio pero con firmeza exigían su paseo matutino.

      —Ahora voy, chicos, ahora voy. Dejadme comprobar una cosa..., por favor.

      El ordenador tardó su tiempo en conectarse con la Red, habida cuenta de que su conexión wifi dependía de que el rúter del vecino estuviera encendido, ya que Adrián no había contratado dicho servicio al constatar que podía conseguirlo gratis.

      Por suerte, Ramón, que así se llamaba el generoso vecino, siempre mantenía activa su tecnología. Aunque con la inevitable lentitud derivada de la distancia, no tardó en abrir una web dedicada a difundir noticias de todo tipo, tanto verdaderas como falsas.

      De todo lo que leyó, no recordaba absolutamente nada. La web hacía referencia principalmente al juicio a los independentistas catalanes, al rechazo por parte del Congreso de los Diputados de los presupuestos presentados por el presidente del gobierno Pedro Sánchez y al ascenso en la expectativa de voto del partido ultraderechista VOX. Noticias que a Adrián le importaban más bien poco, por no decir nada, aunque tampoco le sonaba haberlas oído o visto ni en la radio ni en la televisión.

      «Bienvenido, míster Alzheimer», pensó con resignación.

      A continuación, abrió su correo electrónico por si descubría algo que le pudiera aclarar un poco la situación. La bandeja de «recibidos» apareció repleta de los inevitables anuncios de empresas inmobiliarias que le ofrecían oportunidades para comprar viviendas tanto en Asturias como en Madrid. Una rutina que venía padeciendo día tras día desde que se metió en el juego de comprar una casa en el concejo asturiano de Llanes, y que al parecer no podría evitar hasta que se decidiera a abominar de la Red. Sin embargo, de lo que sí estaba razonablemente seguro era de que, cada vez que recibía un mensaje de ese tipo,

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