El estallido. Hassan Akram

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noveno más desigual según el índice Gini y el sexto más desigual según la proporción del ingreso capturado por el 10% más rico (cifras del Banco Mundial).45 Como señala Branko Milanovic, “el 5% más pobre de Chile tiene un nivel de ingresos similar al 5% más pobre de Mongolia, mientras que el 2% más rico tiene un nivel de ingresos similar al 2% más rico de Alemania”.46 Además, si volvemos a las cifras del 1%, que es una mejor forma de medir la desigualdad que estos otros indicadores, se descubre que Chile es el más desigual del mundo.47 Hay otros datos que confirman este diagnóstico –por ejemplo, Chile es el país donde la participación de sus billonarios, como porcentaje del PIB, es también la más alta del mundo.48

      En los años setenta se argumentaba que estos altos niveles de desigualdad eran un costo que se tenía que pagar para lograr mayor eficiencia económica y un crecimiento más rápido. Hoy en día, hasta investigadores del Fondo Monetario Internacional (no precisamente una institución antineoliberal) reconocen que mayor desigualdad genera menos crecimiento, haciendo la situación chilena altamente indeseable.49

      El diagnóstico autocomplaciente del CEP, de una sociedad de progreso y bienestar sin mayores problemas, ignora todo lo anterior, mientras que la tesis de malestar, que habla de una sociedad aquejada por altos y excepcionales niveles de desigualdad refleja mejor esta realidad. El estallido que empezó en octubre de 2019 no deja ninguna duda acerca de cuál tesis es la correcta. El gran novelista estadounidense Upton Sinclair decía que “es difícil conseguir que una persona entienda algo, cuando su salario depende de que no lo entienda”. Se espera que, con este estallido social, por lo menos una parte del gran empresariado chileno abandone la tesis del malestar mítico. Podría ser de un optimismo que roza con la ingenuidad, pero se espera que algunos de estos empresarios empiecen a escuchar en serio la tesis, para nada tendenciosa, de que la desigualdad en Chile es socialmente (y económicamente) insostenible.

       1C. El modelo ‘neoliberal’ como causa del estallido

      Descartada la tesis de que el malestar y la rabia en Chile son un mero invento de algunos intelectuales termocéfalos, se puede avanzar en un intento de analizar sus verdaderas causas. ¿Por qué existe un nivel de desigualdad tan alto en Chile que ha generado un estallido de la envergadura que hemos visto en el último tiempo? La tesis de este libro es que el modelo neoliberal, introducido a Chile en 1975 y luego consolidado con la transición democrática en 1990, es la causa fundamental de la alta desigualdad que generó la rabia que gatilló el estallido. Bajo este marco interpretativo alternativo, la solución a la crisis implica hacer cambios institucionales para que Chile pueda deshacerse de los cimientos del modelo neoliberal. Pero para poder llegar a las soluciones, falta todavía entender los mecanismos a través de los cuales el modelo neoliberal genera esta desigualdad y cómo esta origina movilizaciones en contra de este sistema.

      El problema que enfrentará cualquier análisis del modelo neoliberal es el intento de muchos intelectuales –normalmente afines al neoliberalismo, abierta o soterradamente– de negar la existencia de esta ideología. Por ejemplo, el actual ministro de Hacienda de Piñera, Ignacio Briones, siempre trataba de evitar referencias al modelo neoliberal cuando hacía intervenciones como intelectual público. “No me gusta hablar del modelo”, decía, “porque un buen modelo, por definición, debe ser adaptativo a las circunstancias, al entorno, al crecimiento y a los nuevos desafíos”.50 Briones comparte esta posición con Óscar Landerretche, economista del Partido Socialista (PS) y cercano al expresidente concertacionista Ricardo Lagos. Según Landerretche, “a alguna gente le molesta cuando se usa esa palabra ‘el modelo’; a mí también me molesta cuando uno usa ese cliché ‘el modelo”.51

      Estos dos economistas del duopolio, Briones y Landerretche, dicen que no se debe hablar del modelo chileno porque las políticas públicas están en un proceso de constante evolución. Este dinamismo hace que el supuesto modelo cambie tanto a través de los años, que sería poco veraz usar una sola palabra (en este caso, ‘neoliberal’) para referirse a él. Con el artilugio intelectual de exagerar cuánto Chile cambió en comparación, por ejemplo, con los años de la dictadura, lo que buscan en realidad Briones y Landerretche es defender el actual modelo. Si Chile ya hizo tantas reformas al antiguo neoliberalismo, entonces no es necesario hacer reformas tan profundas ahora.

      Frente a esto, esta sección tratará de demostrar que sí existe algo que se podría denominar un ‘modelo neoliberal’ que ha perdurado en Chile y que es causante de la alta desigualdad. La sección posterior extenderá el análisis de las causas de la desigualdad económica a sus efectos políticos (rabia y malestar en una parte específica de la población). Así tendremos un esbozo de respuesta a la primera interrogante de este libro: ¿cuál fue la razón del estallido? Esto nos permitirá avanzar hacia soluciones para los causas del malestar, entregando a la movilización social un aporte en términos de potenciales formas de mejorar la calidad de vida de las grandes mayorías.

      Entonces, tenemos que empezar con una definición del neoliberalismo y analizar su aplicabilidad a la sociedad chilena. En lo más simple, el concepto de ‘neoliberalismo’ ha entrado en la jerga popular para referirse a la ideología que subyace bajo las políticas del ‘Consenso de Washington’.52 Estos tipos de políticas públicas (el triple lema de liberalización, desregulación y privatización) se han implementado mundialmente en distintas secuencias y con distintos grados de intensidad, pero siempre con una visión ideológica de las bondades del libre mercado. Así, la visión general de que el mercado debe jugar el papel primordial en la economía, y que el Estado tiene que reducirse al mínimo posible (subsidiario) para dejarlo funcionar, es una posición ideológica universalmente reconocible e influyente. Acá tenemos una definición de neoliberalismo clara y útil para el análisis de la política y las políticas públicas en distintos países.

      En el caso chileno, entre las diferentes ‘variedades del capitalismo’ que existen en el mundo, la nuestra es una de las más profundamente neoliberales, donde el libre mercado juega un papel mayor en las distintas esferas de la vida.53 Mientras en otros países el Estado de bienestar ‘des-mercantiliza’ ciertos sectores sociales como la educación, la salud y la seguridad social, en Chile están casi exclusivamente regidos por el mercado.54 Mientras en otros países el Estado desarrollista favorece ciertos sectores económicos (los que tienen externalidades positivas, es decir, son de alta tecnología), en Chile la matriz productiva (el conjunto de actividades de producción de bienes) la determina casi exclusivamente el mercado.55

      La dominación neoliberal en Chile no debe sorprender. Este país vivió una dictadura cívico-militar de 17 años, durante la cual un equipo tecnocrático muy ideologizado (la fusión de los Chicago Boys y los gremialistas) implementó un modelo que daba un espacio máximo al libre mercado. Adicionalmente, los gobiernos de la Concertación que llegaron con la ‘transición democrática’ tuvieron que convivir con una constitución creada por los mismos neoliberales, la que limita las posibilidades de transformación democrática del modelo económico.56 En este contexto, no pudieron o no quisieron hacer cambios profundos al neoliberalismo chileno, y más bien lo profundizaron en algunos ámbitos.

      Ni a los técnicos de la dictadura ni a los de la Concertación les gusta la etiqueta neoliberal. Los de la dictadura, inspirados en las ideas a favor del libre mercado de Milton Friedman y también del constitucionalismo subsidiario de Friedrich Hayek, dicen que la palabra no los representa.57 Como Hayek mismo le dijo a Lucía Santa Cruz cuando estaba de visita en Chile: “no somos neoliberales”.58 Sin embargo, esta objeción es una mera disputa semántica, similar a la celebrada frase de Marx, “lo único que sé es que no soy marxista”.59 Más allá de la palabra usada para describir su ideología y el modelo de políticas públicas que promueve, los ‘marxistas’ defienden una revolución obrera para superar el capitalismo

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