El estallido. Hassan Akram

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US$1,6 mil millones (según método usado). Marcel sugiere que el monto más fiable sería un 44% del valor total, unos US$627 millones –recursos de todos los chilenos que fueron entregados a un pequeño grupo de gerentes.

      Pero la mayor pérdida de las privatizaciones chilenas no se produjo por los bajos precios al momento de la venta de empresas públicas, sino por los altos precios que cobran las empresas privadas cuando operan en sectores monopólicos. La privatización de la educación superior (ver sección 3D.1) ha resultado en un sistema en el que estudiar es muy caro (por lo tanto los trabajos mejor pagados, que exigen altas calificaciones, solo son accesibles para familias que pueden costear carreras exclusivas). La privatización de la salud ha dejado un sistema tan caro que las familias más pobres, y también aquellas de clase media, tienen mucho menos acceso a los servicios médicos, además de peores indicadores de salud.82

      Sin embargo, el ejemplo más claro de cómo un sector monopolizado privado puede cobrar altos precios, perjudicando con ello a la sociedad, ocurre en el sector cuprífero. Puesto que la oferta mundial de cobre es limitada, la competencia entre empresas de cobre también lo es. Así, los propietarios de subsuelos con altas leyes de cobre reciben más dinero, independientemente de sus inversiones y esfuerzos (lo que los economistas llaman la renta ricardiana –un monto extra, por sobre la ganancia normal de una empresa competitiva). La existencia de estas rentas adicionales empujó a la nacionalización del cobre en 1971 con el apoyo de la derecha y el centro.

      Sin embargo, luego del golpe militar, los neoliberales abogaban por la reprivatización del cobre, lo que lograron paulatinamente con la menor participación de la estatal en el sector y la mayor participación de la Gran Minería Privada (GMP). Hoy en día, la producción de Codelco solo explica un 31% de la producción chilena y la GMP un 57%.83 Se ha calculado que la renta de estas empresas (o sea, sus ganancias excesivas, por encima de la rentabilidad que recibirían por sus esfuerzos e inversiones en un sector competitivo) asciende a US$120 mil millones para el periodo 2005-2014. Esto “que equivale a 45% del PIB de Chile […] o un flujo anual promedio de largo plazo de US$12 [mil millones], correspondientes al 5,4% del PIB y casi un cuarto del gasto público”.84 La focalización del gasto social a los más pobres en Chile, con baja calidad de servicios sociales y gran copago privado, está íntimamente relacionada con esta merma en los ingresos potenciales del Estado.

      Es importante recalcar que este dinero extra que el Estado no capturó no es un incentivo a la inversión privada, necesario para atraer a las empresas privadas a hacer proyectos de exploración y extracción de cobre. El cálculo de las rentas explícitamente contabiliza el premio para asegurar que las empresas inviertan. Este es el retorno de capital que exige el sector financiero, más un monto extra por las bajas probabilidades de éxito de los proyectos de exploración, lo que se tiene que recompensar con retorno extra en los pocos proyectos que sí son exitosos. Entonces, cuando se calcula la renta se resta de las utilidades de la GMP el retorno necesario para inversión y el monto encima de esto es la renta (ganancia excesiva) de $12 billones anual.85 Así, como observa Ramón López: “si estas empresas hubiesen sido obligadas a pagar este monto al fisco chileno […] su inversión y producción habrían sido idénticas a las que en realidad ocurrieron”.86

      Sin embargo, gracias a la privatización, este dinero va directo al bolsillo del gran empresariado (aunque es propiedad del propio pueblo chileno, dueño del subsuelo según la misma constitución de Pinochet). Entonces, mientras la liberalización comercial neoliberal deja una matriz productiva poco diversificada, sin complejidad tecnológica y concentrada en sectores con rentas de recursos naturales, la privatización neoliberal entrega estas rentas a una pequeña elite. Finalmente, la desregulación financiera hace más inestable la economía, incrementando la vulnerabilidad de los más pobres (los menos protegidos frente a los vaivenes del mercado). Así, en conjunto, las tres políticas neoliberales tienden a favorecer a los más ricos y perjudicar a los más pobres, ayudando a explicar por qué el alto nivel de desigualdad que Chile históricamente ha tenido no se ha podido bajar. Cuando economistas afines al duopolio, como Briones y Landerretche, se rehúsan a hablar del ‘modelo neoliberal’ en Chile, cierran sus ojos frente a los efectos negativos de las tres políticas públicas mencionadas, y hacen más difícil que estas cambien.

      Entonces, para resumir: los altos niveles de desigualdad son caldo de cultivo para el malestar y la rabia, y el aumento en la desigualdad está claramente relacionado con las políticas públicas implementadas por gobiernos neoliberales. Sin embargo, una cosa es decir que la rabia y el malestar con la desigualdad en Chile es producto del neoliberalismo. Otra cosa es señalar que el efecto político de esto fue el estallido. Se ha demostrado que el neoliberalismo genera el potencial para un estallido. Pero para entender cómo esto se hizo efectivo, hay que analizar el modo en que la desigualdad neoliberal perjudica a un grupo de actores o colectividad específica dispuesta a la protesta social.

Concepto clave: el debate académico sobre las causas de la desigualdad antes de impuestosLa explicación que vincula la alta desigualdad chilena con los efectos negativos de las tres políticas públicas neoliberales (la liberalización, la privatización y la desregulación) responde a una temática explícitamente nacional. Sin embargo, hay un debate académico más general sobre las causas del aumento en la desigualdad que se ha visto en muchos países, sobre todo desde los años ochenta, cuando las ideas neoliberales iban ganando influencia entre los gobiernos del mundo. Es importante destacar que no hay un consenso académico acerca de las causas del aumento en la desigualdad de los años recientes. Sí se han identificado dos principales, pero hay mucha controversia acerca de cuáles son las más importantes de ellas: la globalización o el cambio tecnológico.87 Sin embargo, lo más importante acá es notar que estas dos causas están inextricablemente vinculadas con el neoliberalismo.Por ejemplo, algunos economistas que enfatizan la importancia de la globalización como causa de este aumento en la desigualdad. Según ellos, tener que competir con productos baratos fabricados en países en vías de desarrollo ha afectado negativamente al sector manufacturero de muchos países desarrollados. Con la reducción en el número de empleos industriales sindicalizados y bien remunerados, una nueva elite enriquecida por su trabajo en la cima de las expandidas corporaciones transnacionales convive con una masa cuyo estándar de vida ha empeorado.Otros economistas dicen que la desaparición de los empleos industriales no es tanto por la globalización sino por el cambio tecnológico, porque la automatización ha eliminado muchos puestos de trabajo tradicional en las fábricas. Ahora que hay maquinaria más avanzada que puede reemplazar el trabajo obrero, también hay creación de nuevos empleos para personas con altas habilidades tecnológicas, quienes mantienen y mejoran las máquinas. En otras palabras, el cambio tecnológico reduce las oportunidades laborales para personas con baja educación y capital humano y, por el contrario, las aumenta para aquellos con alta educación y capital humano. Así, este “skill-biased technical change” tiene el efecto acumulativo de aumentar la desigualdad salarial.Mientras los economistas debaten cuáles de estos factores son más importantes, es evidente que las relaciones causativas son complejas. De todas formas, las dos causas sí están directamente relacionadas con el neoliberalismo. La globalización definida como el desarrollo de ‘cadenas de producción’ globales, donde los distintos componentes de cada producto están fabricados y ensamblados en diferentes países, solo es posible gracias a la liberalización comercial indiscriminada y la desregulación. Las empresas transnacionales únicamente pueden reubicar empleos a zonas de menor costo laboral (aumentando la desigualdad) porque se han eliminado todas las barreras legales e impositivas.De la misma manera, el cambio tecnológico no es intrínsecamente un gatillante de mayor desigualdad. Lo que ha subido la desigualdad es la interacción entre el cambio tecnológico y ausencia de políticas compensatorias del Estado subsidiario. Específicamente, la presión neoliberal de reducir el tamaño del Estado ha implicado la reducción de políticas educacionales útiles para mejorar la distribución de capital humano en la población. Ya se examinó cómo la privatización de los derechos sociales como la educación ha sido una constante demanda de los neoliberales. Además, la oposición neoliberal a políticas activas en el mercado laboral (“active

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