El Santuario de la Tierra. Sixto Paz Wells
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу El Santuario de la Tierra - Sixto Paz Wells страница 11
Así se originó la «Comunidad del Santuario» o el «Ayllu de los Q’eros», como se los conoce en la actualidad, nombre que en quechua y en machiguenga, la lengua de la tribu selvática del mismo nombre, significa «refugio, retiro o santuario».
Convertida en los ojos y oídos del Paititi, la parte de la Comunidad del Santuario situada en Paucartambo, que mantenía esporádicos encuentros con la gente del Valle del Urubamba, permitiría al Inca refugiado en la selva conocer la situación del mundo. Desde entonces, en ese ayllu se ha conservado el conocimiento de la lectura de los símbolos o tocapus en sus tejidos de fondo negro y blanco llamados pallay, como mensajes cifrados en clave que aguardarían el «tiempo del retorno».
Al cabo de muchos meses, llegó el momento en que el Inca Choque Cápac tendría que estar listo para entrar en contacto con los Paco-Pacuris, los sabios de la Orden Blanca que residían en el mundo intraterreno, cuya puerta era precisamente la caverna situada al pie de la montaña del rostro. Este encuentro sería muy importante porque el Inca sería conducido ante el Pachayachachi o «Maestro del Mundo».
El día del encuentro amaneció soleado, aunque había algunas pequeñas nubecitas bajas como motas de algodón a media altura en la montaña. Sobre el lugar se multiplicaban las bandadas de aves que revoloteaban cantando. El Inca salió de su pequeño palacio acompañado del que reemplazaría de entonces en adelante al sumo sacerdote, el principal de los Amautas y el mayor de los quipucamayocs, así como por una veintena de hombres, portando entre todos las momias de los incas encerradas en sarcófagos de barro al estilo chachapoya, así como los wauques o estatuas que representaban los dobles de los incas. Choque había soñado que guardaba en el interior de la montaña los corazones de sus antepasados que reposaban en el interior de los wauques.
En cuanto se acercaron al pie de la montaña, llegaron hasta la entrada de una impresionante caverna oscura y húmeda en forma de corazón, donde se evidenciaba la intervención de la mano del hombre. El primero en avanzar fue el Inca quien desde el umbral escuchó un sonido, como si se tratase de rugidos de otorongos o jaguares. Recordó entonces que, según se decía, los chamanes utilizaban estos felinos para incorporarse en ellos. Su confianza en una protección superior le permitió entrar en la caverna alumbrándose con una antorcha. Súbitamente aparecieron unas esferas que procedían de lo más profundo, llegando a situarse enfrente del soberano, suspendidas en el aire, observándolo. Luego, así como aparecieron volvieron a las profundidades desapareciendo, y al cabo de unos minutos la caverna se fue iluminando y se acercaron caminando desde dentro un grupo de hombres de varias razas y túnicas blancas que se inclinaron ante el monarca y le pidieron que los acompañara. Todo el séquito avanzó por un largo túnel hasta que llegaron a un gran salón circular abovedado donde había hornacinas en las paredes. Entonces se dispuso todo para colocar en aquellos espacios tanto a las momias de los incas como a los wauques.
Los seres de blanco pidieron a todos que aguardaran allí, mientras uno de ellos tomaba al Inca de la mano, llevándolo más adentro de la montaña que se iba iluminando con un intenso color verde esmeralda brillante.
El Inca Choque Cápac se encontró dentro de la montaña rodeado de toda clase de formaciones calcáreas naturales, entre las que destacaban gigantescas columnas de estalactitas y estalagmitas que brillaban. Entre ellas apareció un hombre alto y blanco de cabello largo blanco y abundante barba blanca. Choque se impresionó al verlo poniéndose de rodillas, mientras inclinaba la cabeza diciendo:
–¡Mi señor Viracocha, Dios de mis padres!
Pero esa persona, sonriendo le contestó:
–Me has llamado Viracocha, tú, soberano de los incas; pero no soy un dios. Soy solo alguien a quien el conocimiento y la responsabilidad lo han colocado haciendo lo que está haciendo. Como en tu caso.
»En otra vida fui Juan, un discípulo de un gran maestro de la luz que se llamó Jesucristo, y que trajo hace unos mil quinientos años un mensaje de paz y amor a la Humanidad.
–¿Qué?... ¿Cómo?... ¡No puede ser posible!... Escuché que los sungazapa, aquellos hombre blancos barbados como tú, enarbolan la bandera de una nueva religión que llaman cristianismo. Ellos dicen ser seguidores de ese tal Jesús, y sin embargo, han venido quemando, saqueando y violando a nuestra gente. A mi hermano Atahualpa lo invitaron a negociar y sin honor le mintieron, capturándolo después de masacrar a su guardia personal que estaba desarmada.
»Si tú eres uno de ellos, ¡no quiero tener que ver nada contigo!
–¡Cálmate, soberano de los incas! Tienes toda la razón para indignarte y pensar así. Pero te puedo asegurar que Jesús no tiene nada que ver con el comportamiento de algunos que se dicen cristianos.
»Yo mismo advertí a los demás cristianos que, si decían que creían en Él y en su mensaje de amor y de paz, tendrían que vivir su mensaje. Pero a lo largo de los siglos ha habido gente que ha tergiversado y manipulado sus enseñanzas.
–¿Y por qué han permitido que haya quienes distorsionen las enseñanzas de alguien que dices que era un gran sabio? ¿Por qué no lo han impedido?
–Es algo similar a lo que ha pasado con tu pueblo, Inca Choque Cápac. ¿Por qué con tanta sabiduría acumulada se cayó en guerras civiles? El propio Atahualpa mandó destruir quipus y tablillas de madera cargadas de símbolos tocapus, haciendo desaparecer así la Historia de tu pueblo.
»El que haya una enseñanza no es garantía de que los hombres la lleven a la práctica. Solo aquellos que la conocen y practican llegan a ser sabios y espirituales.
»Te pido perdón, y, a través tuyo a tu pueblo por lo que esta gente enferma por las guerras y el hambre en Europa ha venido a hacer aquí. Pero te puedo asegurar que su ambición acabará con ellos. Todos serán víctimas de la violencia que han desatado. Ninguno tendrá paz ni disfrutará de lo que ha robado.
»Sé que eso no es ningún consuelo, pero llegará un día en que se reconocerá que todo lo que haya salido de estas tierras salvará a la Humanidad del hambre, la enfermedad y la desesperanza.
»A vosotros os queda aprender la gran lección y uniros para rescatar el conocimiento, aguardando el final del ciclo que pondrá todo en su lugar. No dejéis que el resentimiento enferme vuestras almas; más bien compadeced a esa gente y a todos los involucrados en la violencia que están poseídos por una fuerza tenebrosa enquistada en este mundo.
»Aquí quedarás al frente de un remanente de tu gente, pero con el tiempo morirás y los que vendrán después de ti abandonarán este lugar y se perderá gran parte del recuerdo de lo que significó llegar hasta aquí. Pero nosotros continuaremos haciendo nuestra labor de mantener la luz en la Tierra, aguardando el tiempo en que la Humanidad crezca internamente y podamos compartir nuestra tarea.
Este contacto, que elevó los niveles de conciencia, comprensión y vibración de la comunidad de los allí reunidos, fue guardado por mucho tiempo como una señal de esperanza para el futuro. Pero este encuentro también significaba que las puertas de Paiquinquin Qosqo quedarían selladas al mundo exterior durante 500 años, en lo que sería un pachacuti o período de purificación planetario, hasta que llegara el tiempo