El fin del armario. Bruno Bimbi

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El fin del armario - Bruno Bimbi Historia Urgente

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lo sabemos: los gemelos no son iguales en todo.

      Con su declaración en Instagram, Carver se sumó a la lista de actores de algunas de las más exitosas series televisivas norteamericanas que decidieron salir del armario en los últimos años, como Jim Parsons, de The Big Bang Theory; Neil Patrick Harris, de How I Met Your Mother; Chris Colfer, de Glee; Matt Bomer, protagonista de The White Collar; Wentworth Miller, protagonista de Prison Break; Zachary Quinto, de Heroes y American Horror Story, donde interpretó a un personaje gay; T. R. Knight, de Grey’s Anatomy; Guillermo Díaz, de Scandal; B. D. Wong, psicólogo de Law & Order SVU; Jussie Smollett, de Empire, y Alan Cumming, de The Good Wife, entre muchos otros.

      Muchos se preguntarán por qué debería ser noticia la salida del armario de un deportista, un actor, un músico, un político o cualquier persona pública, si es algo de la vida privada. Lo es y no lo es, porque besar a tu novia después de un torneo o en la fiesta de los Oscar o en un acto político o simplemente en la calle, o sacarte una foto con ella y subirla a Instagram o responder sobre ella cuando te pregunten o, simplemente, ir a comer con ella a un restaurante no es algo “privado” para un deportista, actor, músico, político o famoso heterosexual, o para cualquier persona heterosexual en general.

      Es, apenas, parte de la vida cotidiana.

      En un futuro no muy lejano, habremos superado esa diferencia y que un futbolista, un músico, un actor o un ministro aparezca en público con su novio no será visto como una declaración sobre su sexualidad, de la misma forma que cuando un famoso aparece en público con su novia, la noticia no es que es heterosexual, sino que está en pareja, o ni eso.

      Hay un caso relativamente reciente que lo ejemplifica: cuando Jóhanna Sigurðardóttir fue elegida en 2009 como primera ministra de Islandia, la prensa internacional solo hablaba de su sexualidad. Era la primera vez que un país elegía a una persona abiertamente homosexual como jefe/a de Estado. Sin embargo, para la opinión pública de Islandia, la sexualidad de Sigurðardóttir era un no issue. No la habían elegido por eso ni a pesar de eso, y no entendían por qué eso era tan importante para el resto del mundo. No para ellos.

      Pero Robbie Rogers, Gus Kenworthy, Charlie Carver y muchos otros –contamos aquí apenas unos pocos casos recientes de coming out de famosos– vivimos en el resto del mundo, un mundo donde aún hay países donde gays y lesbianas no tienen derecho a casarse o, peor, pueden ser perseguidos, ir presos o ser condenados a muerte por el delito de existir. Si Kenworthy hubiese besado a su novio cuando ganó la medalla de plata en Sochi, habría violado las leyes rusas. Y aunque en la mayoría de los países occidentales las cosas están mucho mejor, aún no llegamos a ese momento de necesaria indiferencia que existe en lugares como Islandia, Holanda y otros pocos. Por eso, mientras muchos jóvenes no pueden vivir abiertamente sus relaciones o sincerarse con sus familias, estos gestos de famosos que son admirados por mucha gente ayudan. Para un adolescente que tiene miedo de sufrir bullying en la escuela o de no ser aceptado por sus padres, ver a su ídolo deportivo o al actor de su serie favorita hablando sobre su sexualidad puede darle coraje y mejorar su autoestima. Puede ser una referencia positiva con quien identificarse, para no sentirse solo.

      En el pasado, cuando ningún referente artístico, deportivo, político o de cualquier otro tipo se animaba a salir del armario, ese adolescente que se veía a escondidas con su novio y que aún no había hablado con sus padres ni sus amigos no tenía referentes. Era como estar, de cierta forma, solo en el mundo. Hoy puede decir que esa estrella a la que sus amigos admiran también es gay: varios actores de cine que triunfan en Hollywood, varios músicos que se escuchan en la radio y llenan estadios, escritores consagrados, empresarios exitosos, científicos, políticos populares y hasta algunos campeones deportivos.

      Cuando sean más los que se animen, será más fácil.

      Esas referencias son fundamentales para quien no cuenta con el apoyo de su círculo más cercano y de sus afectos, o cree que no podrá contar con ellos. Sirve, también, para ir desterrando la idea de que en determinadas profesiones o actividades no se puede ser gay: claro que se puede. La sexualidad no tiene nada que ver con el profesionalismo de nadie o con sus habilidades en cualquier trabajo o especialidad.

      A veces, la salida del armario es de otra forma, impensada, inesperada hasta para su protagonista: el outing es cuando te sacan aunque no quieras, y es algo que no debería suceder, a no ser –creo yo, pero es un tema polémico– en casos muy especiales. Para explicarlo, veamos lo que le pasó en 2015 a un político norteamericano.

      Mientras se alineaba con los sectores más homofóbicos de la política de Estados Unidos y votaba contra una ley antidiscriminatoria que protegería a gays y lesbianas de su estado, el legislador republicano Randy Boehning, de Dakota del Norte, chequeaba perfiles de Grindr –la aplicación para smartphones más usada para combinar citas sexuales entre hombres– e intercambiaba fotos con un joven de veintiún años, Dustin Smith.

      Fotos de su pene, no de su última visita a la iglesia.

      Dustin se enojó cuando supo quién era y divulgó las fotos en internet. Y Randy, de 52 años, tuvo que contar la verdad: “El gorila de mil kilos está suelto. Yo iba a tener que enfrentar esta situación en algún momento”, dijo, y admitió que su familia no sabía que era gay.

      No es la primera vez –y no será la última– que un político conservador, un obispo o un pastor con una doble vida, homosexual en privado y homofóbico en público, es denunciado en su hipocresía por aquellos a los que perjudica con sus acciones. Pero el outing ha sido siempre una práctica polémica en la política LGBT.

      Salir del armario es una decisión muy personal que, para muchos, no es fácil: nadie esconde su orientación sexual por capricho, sino por necesidad. Una necesidad que los heterosexuales nunca han tenido (por eso no hay heterosexuales “en el armario”), porque todo, desde el día de su nacimiento, estaba preparado y organizado para recibirlos como eran y facilitarles la vida. A gays, lesbianas y bisexuales les pasa lo contrario y muchos tienen miedo (más o menos intenso, dependiendo de dónde vivan y cuál sea su entorno) a salir del armario y ser rechazados por su familia, sufrir bullying en la escuela o violencia en la calle, perder su empleo, ser maltratados y humillados de las más diversas formas o, en el caso de un senador de derecha como Boehning, tal vez no ser reelectos o perder el apoyo de su partido. Cada uno tiene sus razones, más o menos graves, más o menos vitales, más o menos egoístas, pero idénticas en un punto: a los heterosexuales no les pasa.

      En ningún lugar del mundo existe la “heterofobia”.

      Ningún senador heterosexual tendría miedo de decirle a sus votantes o a su partido que es heterosexual, como ningún chico tendría miedo de contarle a su papá que tiene novia; ninguna pareja de chico y chica sería agredida por ese motivo en la calle; nadie fue nunca despedido de su trabajo por ser heterosexual, mucho menos asesinado por ese motivo; nunca hubo leyes en ningún país que negaran derechos civiles a los heterosexuales; no hay religiones que consideren que la heterosexualidad es un pecado y no existen insultos específicos para los héteros, nada parecido a “puto de mierda”.

      Por eso, mucha gente prefiere no salir del armario, y sacarla por la fuerza es un acto de violencia, además de una invasión a su privacidad y una negación de sus derechos individuales. Sin embargo, creo que casos como el de Randy Boehning son una excepción: cuando un oprimido usa el armario para disfrazarse de opresor –y, con sus privilegios, atacar a otros oprimidos– ya no merece la solidaridad de los demás oprimidos. Y sacarlo del armario es sacarle el disfraz, denunciar su hipocresía y quitarle las armas con que está disparando contra otros como él para ser aceptado por quienes los (nos) odian.

      Claro que lo anterior no es absoluto. ¿Un judío “en el armario” que denunciaba a otros judíos

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