El fin del armario. Bruno Bimbi

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El fin del armario - Bruno Bimbi Historia Urgente

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Pero la idea de acostarse con una mujer sólo para aparentar le daba ganas de llorar. La primera vez que compitió, a los 19 años, los periodistas querían conocer a las novias de los deportistas, las cámaras las enfocaban y las revistas buscaban fotografiarlas. Cuando le preguntaron, apenas consiguió responder: “No, no girlfriend”.

      Pero no girlfriend no era una respuesta posible en su mundo. Los periodistas siempre preguntaban, al igual que sus colegas, y él nunca decía la verdad, aun cuando estuviera de novio y su chico se hallase entre el público, aplaudiéndolo anónimamente, como un espectador más, sin que nadie supiera, sin que las cámaras lo enfocaran como a las chicas de sus compañeros. Las energías que gastaba mintiendo lo estresaban al punto de afectar su rendimiento deportivo, y hubo torneos que perdió por ese motivo. Por eso y por los comentarios homofóbicos, todo lo que dicen en los vestuarios los que no saben ni se imaginan. Una vez, su fisioterapeuta le dijo que no podía imaginarse conversando con un homosexual toda la noche, y él pensaba: “Conversaste con uno dos horas por día, cuatro veces por semana, durante siete meses”. Pero no lo dijo.

      Ser gay en el armario en un ambiente donde “maricón” se usa como insulto es como ser invisible: los otros dicen cosas que lastiman sin saber que estás ahí, escuchando. Y tenés que oírlos y callar una y otra vez, aunque seas el campeón del mundo, aunque colecciones medallas, aunque salgas en las tapas de las revistas, aunque ya le hayas dado la mano al mismísimo Barack Obama y tengas el patrocinio millonario de marcas como Nike, Atomic, GoPro y Monster.

      Igual tenés que callar.

      “¿Es suficiente ser el mejor del mundo para ser aceptado?”, se preguntaba.

      Su salida del armario fue aplaudida por muchos de sus compañeros, por las entidades deportivas y por sus seguidores en las redes sociales. Como pasa siempre en estos casos, para los que vengan después todo será más fácil. Sobre todo, para ese chico que está en su primera competición y un periodista le pregunta por su novia. Quizá no precise decir no girlfriend. Quizá pueda decir que tiene novio, como el campeón del mundo. Si él puede, ¿por qué yo no voy a poder? Cuando alguien como Kenworthy sale del armario, otros se animan y eso ayuda a que todo mejore para muchos más, además de ayudar a deconstruir los prejuicios que por tanto tiempo se impusieron como naturales en ese ambiente de machos. ¿O alguien cree que no hay gays en los deportes considerados masculinos? ¿En serio lo piensan?

      Hay, sí, pero son poquísimos los que se animan a decirlo.

      El coming out le permitió también a Kenworthy aprovechar la atención del mundo del deporte para responder con paciencia a los prejuicios de los demás. “¿Vos sos el hombre o la mujer en la relación?”, le preguntaron por Twitter. Una pregunta de la que ya hablamos en este libro. “En cualquier relación, yo soy el hombre. De la misma forma que el otro hombre. Soy gay. No trates de emular una relación heterosexual”, respondió.

      Estaba contento, orgulloso, lleno de energía. Se le notaba. Y, como si fuera poco, qué lindo que es. Sí, podés googlear.

      En enero de 2016, el actor Charlie Carver, conocido por sus papeles en Teen Wolf (tercera temporada), The Leftovers y Desperate Housewives, salió del armario con cinco largos posts en Instagram –donde lo siguen más de 800 000 fans–, todos con la misma imagen: un pequeño cartel con la frase “Convertite en aquel que necesitabas cuando eras más joven”.

      “Hace aproximadamente un año, vi esta foto mientras navegaba en Instagram una mañana –escribió Carver–, y aunque no soy de citas de inspiración, sobre todo de esas atribuidas a Mr. Anónimo, capturé la imagen y la guardé. Me llamó la atención por alguna razón”. ¿A quién necesitaba cuando era más joven? Como le habrá sucedido al joven hombre lobo de Teen Wolf, Carver descubrió desde chico que era, de algún modo, diferente de los otros chicos de su edad. Al principio era algo abstracto, una sensación indefinida de ser distinto, pero, con el tiempo, esa diferencia comenzó a tener un significado más preciso. Tres palabras, I am gay, que tuvo que repetirse primero a sí mismo en voz alta “para ver cómo sonaban”, y al principio le sonaron mal, haciéndolo odiarse a sí mismo. Tenía doce años y quería ser muchas cosas en la vida: quizá pintor, jugador de fútbol, actor. Sí, actor. Era eso.

      ¿Podía ser actor y ser gay? ¿Podía no serlo? ¿Podía contárselo a alguien?

      Sí, podía contárselo a su familia –un privilegio, porque contó con su apoyo–, pero no de inmediato; precisaba sentirse seguro. Cuanto más se acostumbraba a vivir externamente como era, mejor se sentía, pero al mismo tiempo su carrera comenzó a despuntar y la relación entre su trabajo y su sexualidad se hizo más complicada. O al menos eso pensaba. Tenía 19 años y ya estaba trabajando en Hollywood; era un sueño hecho realidad, por el que había luchado desde la infancia. Y le daba pavor: se sentía dividido en dos mitades, una pública y una privada, vigilada, supervisada, censurada y esterilizada de cualquier cosa que pudiera revelar cómo se veía a sí mismo. La fama le nublaba el juicio. “Cuando salió mi primer episodio en televisión, me di cuenta de que ya no era una persona anónima. Por primera vez, estaba en la calle y un completo extraño me preguntó si me podía sacar una foto. La fama, en cualquier grado, es una criatura complicada”, dice. En esta época de redes sociales, en la que todos estamos todo el tiempo on y la distinción entre lo público y lo privado es borrosa, ¿cuánto puede compartirse con los demás?, ¿hasta qué punto se puede ser uno mismo?

      Carver decidió entonces que su sexualidad se quedara del lado privado de su vida, porque no quería ser definido por ella. Una sensación que es un lugar común en el relato autobiográfico de todas las personas públicas que deciden (o que aún no decidieron) salir del armario: no quieren que las definan como el actor gay, el futbolista gay, el político gay, el cantante gay, como si eso fuese más importante que todo lo demás, como si fuese lo único que los define como personas por encima de cualquier otra cosa.

      Soy un montón de cosas, no solo mi sexualidad.

      Así pasaron casi diez años de carrera, en los que muchas cosas cambiaron. Otros actores salieron del armario, el avance de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos y en el mundo cambió la mentalidad de mucha gente y muchos personajes gay comenzaron a tener protagonismo en las series de televisión. Carver creció personal y profesionalmente y llegó inclusive a interpretar una escena erótica gay con el actor Keahu Kahuanui en Teen Wolf, así como un menáge à trois con nada menos que James Franco y Zachary Quinto en la película I am Michel. Y finalmente llegó el día en que, como les pasó a otros, sintió que ser gay y ser una persona pública, exitosa y admirada también era una responsabilidad. Vio a otros como él salir del armario y también a mucha gente anónima haciendo distintas cosas para luchar contra el prejuicio, y se sintió agradecido. Quiso, él también, inspirar a otros. “Ahora creo que, si omito esta parte de mí mismo, soy cómplice de la perpetuación del sufrimiento, el miedo y la vergüenza infundida a tantas personas en el mundo. Con mi silencio, ayudo a que otros piensen que ser gay es inadecuado para una carrera profesional en las artes. Cuando era más joven, necesitaba que un hombre joven dijera eso en Hollywood”.

      Ahí estaba finalmente el significado de aquella frase: salir del armario significaba ser para otros quien él precisaba que otros fueran para él cuando era más joven.

      Los fans de Carver reaccionaron muy bien, con decenas de miles de “me gusta” en sus publicaciones. Su hermano gemelo, el también actor Max Carver, escribió en Twitter, mitad en inglés, mitad en español: “My brother has huevos”. Los hermanos Carver actuaron juntos en diferentes papeles y, como si lo supiera, en uno de los primeros episodios de Teen Wolf en los que aparecen, una de las chicas de la escuela de los jóvenes hombres lobo le dice a su amiga, apuntando hacia ellos:

      –Quiero a uno de esos.

      –¿Cuál?

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