El fin del armario. Bruno Bimbi

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El fin del armario - Bruno Bimbi Historia Urgente

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hubiera impuesto el armario ante esa pregunta en su lengua materna. Se había olvidado de mentir.

      Todos volvieron a reírse y el profesor insistió:

      –Daniel, você está falando errado, me escuta bem: vo-cê-tem-na-mo-ra-da?

      El énfasis en la última sílaba hizo que por fin Daniel entendiera.

      –Ah, sí… eh… eu tenho namorada –respondió en portuñol, sin convicción y un poco avergonzado.

      –Muito bem! –exclamó el profesor y, dirigiéndose a una de las chicas, preguntó:

      –E você, Aldana, tem namorado?… ou namorada?

      Todos rieron de nuevo.

      –Não.

      Después de mentir, Daniel no volvió a hablar. No parecía tener ganas de seguir ahí. Era evidente que no había querido decir que tenía novio, simplemente había respondido sin pensar, pero tampoco le había gustado tener que decir, al final, que tenía novia.

      Cuando el profesor me preguntó a mí, tuve que contestar la verdad:

      –Eu estou sozinho.

      Pero me quedé con ganas de mentir y decir que tenía namorado, como Daniel. La cosa quedó flotando y después, a solas, le pregunté:

      –Seu namorado é bonito?

      Recordé esta historia porque habla de algo que nos pasa cotidianamente. En un librito que leí hace mucho, el autor decía que ningún heterosexual podría entender el esfuerzo mental que demanda esconder lo que uno es, y proponía un ejercicio: que, durante un día entero, el lector heterosexual intentara no hacer ningún comentario, no decir nada, no responder ninguna pregunta, no demostrar nada que, directa o indirectamente, por acción u omisión, revelara su orientación sexual. Es imposible. Y sin embargo, para muchas personas gay y lesbianas es un esfuerzo de todos los días.

      Eso es el armario.

      Afortunadamente, poco a poco, cada vez menos gente vive ahí dentro.

      Quizá un día nadie lo necesite, ojalá.

      Daniel no volvió al mes siguiente y yo acabé viviendo diez años en Río de Janeiro. No nos volvimos a ver. El profesor, con el que nos hicimos amigos, me pidió que le recomendara libros de escritores argentinos y, entre otros, le propuse …y un día Nico se fue, de Osvaldo Bazán. Unos meses después de aquella clase hizo un asado en su casa –cada vez más argentinizado– y me invitó. Yo estaba de novio y fui con mi chico. La pasamos muy bien. Estoy seguro de que nunca más corrigió a un alumno por decir que tiene namorado.

      Laura pide turno con el ginecólogo. Llega temprano y, cuando la llaman por su apellido, entra al consultorio. Es su primera vez con ese médico, que pregunta:

      –¿Vos usás anticonceptivos o tu marido usa preservativo? Oh, no te pregunté si estás casada.

      Laura no está casada. Y en la época de la consulta, aunque hubiese tenido una pareja estable, aún no se habría podido casar, porque la ley no lo permitía. Tampoco tomaba anticonceptivos, pero su pareja no hubiera podido embarazarla. El doctor da por sobreentendido que Laura es heterosexual y, por lo tanto, no se le ocurre que pueda necesitar otra forma de cuidarse.

      Ella quiere preguntarle al ginecólogo cómo prevenir algunas infecciones de transmisión sexual, hablar sobre el contagio del VIH entre mujeres y preguntarle cómo evitarlo. Pero él sigue hablando sin parar, haciéndole preguntas que no puede responder y sin darle la oportunidad de corregirlo. Piensa en decirle “Espere, doctor. Soy lesbiana”. Pero no lo hace. Se siente incómoda. La última vez fue peor: el doctor con el que había pedido turno (el que figuraba primero en la cartilla de la obra social) se quedó sin palabras cuando ella le habló de su sexualidad. Agachó la cabeza y dijo “Ah, claro”, y apuró la consulta, con una amabilidad forzada. Ella le preguntó por las enfermedades de transmisión sexual y él le contestó que no estaba bien informado y que no sabía qué decirle.

      “Muchas mujeres tienen miedo a una reacción hostil cuando dicen que son lesbianas o bisexuales, o temen que otros se enteren, por ejemplo, en pueblos o ciudades pequeñas. Muchas veces no lo dicen y su ginecólogo no les pregunta, perdiendo la oportunidad de que la consulta sirva, por ejemplo, para prevenir una ETS [enfermedad de transmisión sexual], ya que no reciben la información correcta para la prevención”, explica la activista y exdiputada porteña María Rachid. Años atrás, mucho antes de la aprobación del matrimonio igualitario y otros avances civilizatorios, varias organizaciones lésbicas lanzaron una campaña en la que reclamaban que la heterosexualidad de las pacientes dejara de darse por sobreentendida en la consulta ginecológica. Pedían también que la capacitación de los médicos incluyera información sobre la problemática específica de las mujeres lesbianas y bisexuales.

      Silvina Ciocale, ginecóloga y obstetra que entrevisté en 2008, me dijo que en toda la carrera de medicina no había pasado por una sola hora de cátedra dedicada a hablar de homosexualidad: “Me recibí a los 24, hice la especialización y nunca me hablaron del tema. Di clases en el hospital Santojanni, donde fui jefa de residentes, y el temario de las clases que me encargaban era tradicional. En la consulta médica el enfoque es organicista y no se habla de sexualidad”. La falta de contenidos sobre homosexualidad en las facultades deja a los médicos sin respuestas, por ejemplo, sobre la prevención de las ETS en las relaciones entre mujeres que practican la sexualidad digital y oral o usan juguetes sexuales.

      Según Ciocale, sería necesario explicar a las pacientes cómo higienizar y lubricar los aparatos y qué tipo de protección usar en el sexo oral, así como controlar la serología de infecciones como VIH, sífilis, HPV [Virus de Papiloma Humano] o hepatitis B. Para el HPV, un virus que puede transmitirse de mujer a mujer en la relación sexual, existe una vacuna, pero el principal factor de riesgo es no realizar los exámenes ginecológicos que permitirían la detección temprana. Con respecto al VIH, faltan estadísticas sobre el contagio sexual entre mujeres y la carencia de información hace que muchas piensen que no hay riesgo.

      Las organizaciones de lesbianas y bisexuales advierten, por otro lado, que el mercado no ofrece productos para el sexo seguro que sirvan para ellas. El grupo La Fulana realizó años atrás talleres de capacitación en hospitales públicos y con cátedras de la Facultad de Medicina de la UBA dirigidos a médicos y personal de salud de los hospitales Muñiz, Ramos Mejía y Fernández, así como a estudiantes de medicina que realizan las prácticas en esos hospitales. Pero hace falta que las universidades entiendan que esa capacitación debería formar parte de la educación de los médicos.

      Entre otras propuestas, la campaña “Cambiemos las preguntas” sugería que se cambiara el protocolo de atención ginecológica, comenzando por la pregunta: “¿Mantiene relaciones sexuales con varones y/o mujeres?”, que puede predisponer a las pacientes a sentirse cómodas y hablar sin miedo con su médico. La campaña proponía también la realización de estudios e investigaciones sobre la salud de lesbianas y mujeres bisexuales, la capacitación de los profesionales de la salud acerca de las medidas de protección posibles para evitar el contagio de ETS en las relaciones entre mujeres y, por supuesto, un trato no sexista ni discriminatorio en el consultorio médico.

      La noche anterior al cumpleaños de su abuela, Gastón había estado con un flaco. Cenaron juntos y fueron a su casa. Tenía que levantarse temprano al día siguiente, porque la fiesta era al mediodía y había que volver al barrio, así que tuvo que apurarse para no perder el último tren. Se acostó muy tarde. Al otro día,

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