Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018). Carlos Medina Gallego

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Antecedentes y surgimiento de la Organización (1958-1966)29.

      2. Auge militar y contradicciones internas (1966-1973)30.

      3. La Operación Anorí (1973)31.

      4. Crisis interna (1974-1978)32.

      5. En el camino de superar la crisis (1978-1983)33.

      6. La primera Asamblea Nacional “Camilo Torres Restrepo”, y los procesos unitarios de la izquierda armada: el surgimiento de la Coordinadora Nacional Guerrillera (CNG), la Unión Camilista-Ejército de Liberación Nacional (UC-ELN) y el surgimiento se la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB) (1984-1989)34.

      7. II Congreso de la UC-ELN y el resurgimiento de los conflictos internos (1989-1991)35.

      8. El III Congreso de la UC-ELN (1992-1996)36.

      9. La solución política al conflicto social y armado, el proceso de paz y el IV Congreso del ELN (1996-2018)37.

      Sobre la base de estos nueve momentos de la historia del ELN, definidas las lógicas propias de su desarrollo político y organizativo, se construye la narrativa historiográfica de este trabajo, que no deja de estar atravesado por la mirada histórica de los distintos momentos por los que transita la historia nacional.

      El ELN: de la Revolución cubana al foco guerrillero

      Es necesario rastrear los orígenes del ELN, en el marco de las condiciones específicas del desarrollo histórico nacional e internacional, y de las particulares condiciones de conflictividad del momento en que hace su aparición la Organización. Si el contexto nacional, en el que surge el ELN, es la atmósfera política y social creada por la Violencia, la dictadura de Rojas y la instauración del Frente Nacional, el contexto internacional, no es otro que la ola revolucionaria generada en América Latina por la Revolución cubana. El triunfo del Movimiento 26 de Julio, conducido por Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, generó un proceso de cuestionamiento de las estrategias de lucha política de los viejos partidos de oposición de izquierda en América Latina y un replanteamiento de sus tácticas, lo que dio como resultado nuevas organizaciones políticas, que arrastradas por el fervor del proceso cubano, constituyeron lo que se denominó “nueva izquierda” (Hodges, 1976, pp. 196-233)38.

      En la lectura que las fuerzas políticas de oposición fueron haciendo del fenómeno cubano, en relación con sus específicas condiciones históricas, se estructuraron distintas tendencias que se expresarían al menos en tres formas organizativas:

      • Grupos juveniles, de estudiantes e intelectuales, separados de los partidos populistas que se organizaron en forma muy similar a la del Movimiento 26 de Julio. Son ejemplo de esta tendencia, para el caso argentino, la Juventud Peronista (JP), el Movimiento Revolucionario Peronista (MPR), la organización armada Montoneros y las Fuerzas Armadas Peronistas.

      • Los focos insurreccionales fueron otra modalidad de organización. Guiados por la concepción guevarista tuvieron un origen político variado: el ELN colombiano se nutrió fundamentalmente de la población campesina, pero, en su construcción y consolidación jugó un papel central la juventud proveniente del Partido Comunista (PC), el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), y el Movimiento Obrero Estudiantil y Campesino (MOEC); el ELN peruano y los Fuerzas Argentinas de Liberación (FAL), reclutaron sus bases de las secciones juveniles de los partidos comunistas; el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en Argentina se generó en los partidos trotskistas; los Tupamaros, en el Uruguay y el MIR chileno, cooptaron las bases de los partidos socialistas (Hodges, 1976).

      • Nuevos partidos comunistas que tomaron el modelo cubano de organización partidista a través de distintas vías: bien porque se reorganizaron y reorientaron sus métodos de lucha, porque un sector importante influenciado por la Revolución cubana ganó el control del partido, o porque guiados por otros ejemplos (chino, vietnamita, albanés) produjeron divisiones en los partidos comunistas tradicionales, dando origen a nuevos partidos comunistas; el Partido Comunista Colombiano (marxista-leninista) PCC (ML) es un ejemplo de esta situación (Hodges, 1976).

      Una fuerte influencia del hecho cubano fue recibida por los partidos socialistas que lograron independizarse de la socialdemocracia europea y que, con su cambio de actitud, se constituyeron en parte de la nueva izquierda latinoamericana. En la década de los años sesenta los partidos socialistas de Chile, Uruguay, Perú, Ecuador y Argentina renovaron sus liderazgos, pues la conducción de estos fue asumida por militantes más jóvenes que recibieron el impacto de la Revolución cubana y se inclinaron hacia el fidelismo. Estos partidos que durante algún tiempo habían sido de tendencias moderadas, entraron en la órbita de las posiciones de izquierda con inclinaciones hacia la extrema, aún cuando, en algunos casos, se mantuvieron en los límites del reformismo revolucionario (Hodges, 1976).

      En 1968, nació en Venezuela el Movimiento al Socialismo (MAS), de una división ocurrida en el seno del Partido Comunista Venezolano. Durante mucho tiempo el MAS sostuvo una posición política contraria al desarrollo de las concepciones guevaristas, y de la lucha armada como vía para el logro de sus objetivos políticos, haciendo énfasis en la utilización de las vías institucionales, lo que no le impidió hacer parte de la Nueva Izquierda Latinoamericana.

      Además de la nueva izquierda —constituida por los grupos, movimientos y organizaciones políticas heterogéneas que directa o indirectamente recibieron la influencia del fidelismo y el guevarismo—, la Revolución cubana generó movimientos y transformaciones importantes en instituciones tradicionales como la Iglesia católica39 y protestante, los partidos demócrata-cristianos40 y las fuerzas armadas. En algunos países de América Latina, esta última fue una de las instituciones que sufrió efectos de radicalización con el impacto del proceso cubano, generando movimientos democráticos y revolucionarios en su interior con alguna trascendencia y repercusión en sus respectivos países: en Guatemala41, Venezuela42, República Dominicana43, El Salvador44, Brasil45, Perú46 y Bolivia47, oficiales de las distintas fuerzas participaron en insurrecciones de importancia, que los llevó, una vez derrotados, a continuar combatiendo como guerrilleros. El impacto de la Revolución cubana alcanzaría la mentalidad de la joven oficialidad de los ejércitos latinoamericanos, surgiendo en algunos de ellos una conciencia nacionalista y revolucionaria, que se comprometería a desarrollar y apoyar luchas de liberación de la década del sesenta y comienzos del setenta.

      No solamente los partidos, la Iglesia y las fuerzas armadas fueron alcanzados por el impacto de la Revolución cubana, sino que también importantes sectores sociales fueron profundamente estremecidos por ella. Un sector que no puede dejarse de reseñar, por haber jugado un papel muy activo en el proceso generado por la revolución, fue el conformado por el estudiantado latinoamericano: este sector social se convirtió en la punta de lanza de la nueva izquierda. Muchos de sus integrantes se vincularon, fundamentalmente, a organizaciones insurreccionales y focos guerrilleros en los años que siguieron el triunfo del ejército rebelde sobre la dictadura de Batista: algunos jóvenes intelectuales pudieron conocer de cerca la experiencia cubana, nutrirse de su entusiasmo e iniciar en sus respectivos países procesos similares, que la mayoría de veces terminaron en desalentadores fracasos.

      Efectivamente, el impacto de la Revolución cubana en América Latina generó importantes procesos de organización y lucha social y política en los distintos países. Sin embargo, la forma unilateral en que la experiencia cubana fue tomada y reproducida por la izquierda, y en particular por los grupos que decidieron seguir el camino de las armas, produjo un sinnúmero de traumas al desarrollo las luchas y conflictos políticos en el interior de cada país en particular, multiplicándose las formas de violencia.

      Si se acepta la tesis de que cada proceso

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