Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018). Carlos Medina Gallego

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Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018) - Carlos Medina Gallego

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la primera, caer en su conjunto en una actitud dogmática aferrándose a principios incuestionables, que condujeran, como efectivamente ocurrió, a prácticas sectarias frente a otras fuerzas, que sin estar vinculadas a procesos de la lucha armada, desarrollaban desde distintos escenarios una lucha política de oposición, que aunque no fuera armada, no dejaba de ser revolucionaria y se volvía reformista. La segunda, más grave aún, la posibilidad de caer, dada la dinámica de la lucha de masas, adecuada para responder a los intereses inmediatos de estas, en el aislamiento o suplantación de las masas en sus luchas específicas. Por lo que se puede leer en el compendio Insurrección, el ELN era consciente de esta situación, pero su discurso no lograba encontrar en la práctica cómo sortear las dificultades del aislamiento.

      El ELN terminó por reconocer que, aunque la Organización creaba grandes simpatías con su surgimiento, sus planteamientos políticos y sus acciones militares, en el movimiento de masas y en particular en sectores urbanos, no se creaban los mecanismos políticos y organizativos para recoger esa simpatía y organizarla. Es decir, que el principio central de la guerrilla, como generadora y canalizadora de la conciencia revolucionaría del pueblo, encontraba en la práctica grandes dificultades para su implementación y que no bastaba afirmar que se iría creando la Organización a medida de las necesidades concretas, pues los hechos estaban demostrando que esto no era posible, si no aparecían orientaciones que posibilitaran la conjugación de formas de organización amplias y clandestinas acordes con los planteamientos que se formulaban.

      El núcleo inicial se consolidó como foco guerrillero, pero al asumir la tarea de la construcción de la organización revolucionaria, en el campo y en la ciudad, encontró grandes e insalvables dificultades que estaban directamente determinadas por las contradicciones de los fundamentos esenciales que servían de guía ideológico-política, lo que creó un vacío de organización que se fue agrandando progresivamente. Esto condujo a concebir indirectamente la Organización como institución clandestina y a separar en la práctica la lucha de masas de la lucha armada, asignándole a la primera un carácter logístico en la que se formaban y destacaban los dirigentes populares antes de pasar a constituirse en parte de la vanguardia revolucionaria, abrazando “la forma superior de lucha”.

      En la disputa por la unidad de los revolucionarios, el vanguardismo generó un proceso de marcada tendencia hacia el dogmatismo y las prácticas sectarias, de las que aún no se han podido desprender las organizaciones armadas y que los ha llevado, incluso, a enfrentamientos en los que se han producido un sinnúmero de bajas. Es posible que este comportamiento haya obedecido más a la devoción revolucionaria de la época que a un interés premeditado de tipo político en el que mediara una actitud excluyente de determinados sectores, lo que no significa tampoco que no haya existido, en casos específicos, discursos abiertamente excluyentes, como veremos más adelante.

      Uno de los objetivos fundamentales del ELN era concientizar y organizar las masas en torno a principios revolucionarios y a objetivos concretos de lucha. Para lograrlo se plantea la necesidad de la unidad, definiéndola desde un enfoque en el que predomina el principio del trabajo permanente en el desarrollo de “una estrategia y una táctica común correcta y justa”. El ELN critica duramente las propuestas de unidad que parten de concepciones distintas de organización y estrategias de lucha diferentes, afirmando que la unidad se da en torno a “principios centrales de la revolución y sobre objetivos concretos y que esta surge, no como consecuencia de acuerdos de grupos de dirección, sino, de condiciones específicas del desarrollo de la lucha revolucionaria”92 (ELN, Insurrección, 1972).

      Nótese que el concepto de unidad está concebido acá no como diversidad de concepciones polítcas, multiplicidad de opiniones, divergencia, sino como homogeneización táctica y estratégica frente al enemigo; la unidad es entendida como suma de esfuerzos agrupados por identidad con principios esenciales y no como convergencia de puntos de vista distintos. Esto condujo a que se mirara la unidad en términos excluyentes, donde los que no se homogeneizan corren el peligro de desaparecer, como lo subraya el documento. Pero más grave para este periodo resulta la afirmación, hecha principio, de que todo lo que separa temporal o definitivamente a las masas y a los revolucionarios de la vía insurreccional, atenta contra la unidad del pueblo y el movimiento revolucionario, pues impide en alguna forma plantearse posibilidades de crecimiento político por vías no militares.

      En los primeros años, el ELN se preocupó por definir desde su concepción política el papel que le correspondía jugar a los diferentes sectores y clases sociales en la revolución. Su visión particular de las clases debía partir, según los documentos que se refieren a este aspecto, del “análisis científico” del desarrollo concreto de cada sector social en el conjunto de la sociedad colombiana, evitando la copia esquemática de condiciones válidas para otras sociedades diferentes a la nuestra, que supuestamente llegaban a tomar en consideración clases que no existen, o a atribuirles características que no poseen y a asignarles la importancia que no les corresponde (ELN, compendio periódico Insurreccion, 1972).

      La primera clase que “desecha” el ELN, dentro de su análisis, es la de la “burguesía nacional”, al afirmar que esta no ha existido prácticamente en ningún país subdesarrollado, porque se ha formado bajo el tutelaje del imperialismo, lo que ha anulado prácticamente cualquier contradicción con él. Bajo esta misma influencia, piensa el ELN, se ha formado la clase obrera, lo que impide atribuirle características que le corresponderían a las de un país industrializado. El ELN considera que es la lucha, el estudio, la experiencia política, el nivel de resistencia y confrontación a las formas de explotación existentes lo que le daría a los sectores sociales el grado de cualificación suficiente para ser considerados “clases para sí”.

      Al tomar como eje de reflexión el proletariado industrial colombiano existente en la década del sesenta, el ELN llega a la conclusión que es apenas un sector social que no ha alcanzado un verdadero desarrollo de clase, que su surgimiento reciente y su crecimiento lento, lo hacen débil y poco numeroso. Pero que el aspecto más importante que lo aleja de cualquier protagonismo político es el hecho de no haber vivido el proceso de cohesión necesario, para que hubiera adquirido las características propias de la clase obrera, que hacen que sea una clase con inmensas potencialidades revolucionarias. Para el ELN, el aspecto fundamental del problema reside en la orientación reformista que han tenido las luchas realizadas por el proletariado industrial, lo que, al parecer de la Organización, lo han alejado de sus “verdaderos objetivos” llevándolo a depender ideológicamente de la pequeña burguesía.

      En esta época, el ELN considera que la actividad sindical, que en otros países fue un medio para conseguir objetivos políticos y elevar la conciencia del obrero, en Colombia, en lugar de servir a la lucha de clases estimula el acercamiento y la coexistencia entre estas, “convirtiéndose en un canal de penetración de la ideología burguesa en la clase proletaria. El reformismo, afirma el grupo guerrillero, es la enfermedad más grave que sufre el movimiento sindical” (ELN, Insurrección, 1972, pp. 24-27).

      La lucha reivindicativa de carácter gremial está considerada entonces como reformista, y solo adquiere sentido cuando se articula a la lucha armada y asume la premisa antioligárquica y antiimperialista: “tratar de organizar la clase obrera al margen de la lucha armada es enredarse en el círculo vicioso del reformismo”93, afirma la Organización. Concebida así la situación ideológica y la práctica sindical de la clase trabajadora, el ELN le asigna un papel protagónico en el proceso revolucionario al movimiento campesino94; desplazada la clase obrera del papel protagónico en los procesos revolucionarios, por su “escaso desarrollo histórico y su falta de solidez política”, el campesino pasa a llenar este vacío. En 1967, en la entrevista concedida por la dirigencia del ELN, a la revista Sucesos, a través de su director, el periodista Mario Renato Menéndez Rodríguez, la Organización guerrillera señala su composición de clase afirmando que en lo esencial el ELN es un ejército de campesinos95. La composición campesina también define la dirección

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